Podría
haberse llamado alegría pues la trasmitía a los que la rodeaban. Armonía también,
pues la música era parte de su vida y ella interpretaba una melodía muy
especial en los corazones de quien la
presentía.
Era
cercana a causa de su generosidad, no necesitaba el reconocimiento ni la
compasión de nadie. Era humilde como esas flores que nacen no para ser
admiradas sino para compartir su belleza natural y hacer el mundo un poco más hermoso.
Se
podía haber llamado felicidad, pues sus ideales eran sencillos, equiparables al
del resto de personas y a pesar de ello capaz de ir más allá. Quería que su entorno brillase
con esa luz que emerge del interior de las almas buenas, con lo cual igualmente
hubiera podido llamarse estrella.
¿Por
qué no? También fe, pues era ese el motor que la impulsaba cuando no todo era
fácil y los obstáculos parecían insalvables.
Con una sonrisa o una solo palabra,
animaba y empujaba a los que se pudieran sentir derrotados. Desarmaba los
argumentos de los malhumorados con la existencia, reconciliándolos con sus
semejantes y con las circunstancias del entorno.
Sus
manos expresaban lo que desbordaba a raudales, que no era otra cosa que entusiasmo. Esa vitalidad de agua cantarina y transparente.
Un lienzo dispuesto donde pintar con colores
lo negro y lo gris, donde alzar soles que disiparan las nubes borrascosas.
Respiraba arte y no llevaba sin embargo el apelativo de ninguna musa aunque fuera inspiradora.
La podíamos
haber conocido con algún nombre complicado o compuesto, pero hasta en eso era humilde,
pequeña y prudente. Precisamente por
ello y ante los ojos de los que la conocieron fue grande ¡Enorme! Hasta el final, ese
que le deparó un destino que está escrito y es ineludible para todos los mortales.
Cuantos, hubieran querido cambiar por prólogo su epílogo y no haber tenido que escribir epitafios.
Cuantos, no la hubiesen retenido a su lado, pues tenía tanto que decir todavía,
mucho que crear, tanto por besar y acariciar a los suyos. Tanto que sonreír con los ojos a los que se cruzaran con su mirada.
Estoy
seguro que su miedo a no ser recordada se habrá difuminado ya, como las sombras que
huyen de una mañana luminosa, pues seremos muchos los que la recordaremos no
solo por su nombre, también como hija, hermana, esposa y madre. Amiga y buena
compañera, maestra, artista, intérprete y pintora y antes que nada; como la gran
mujer llena de entusiasmo y buenas vibraciones que era.
¡Sí!
Se podría haber llamado de muchas formas pero la conocimos simple y llanamente como Ana.
"Hay luto en mi corazón por tu partida"
Descansa
en paz.