Los acontecimientos se precipitaron de manera inesperada. Los periódicos se hicieron eco de la noticia y todos respiraron tranquilos y aliviados ¡Por fin se había detenido al asesino!
Desde
1982 sin fallar ni uno solo, durante las celebraciones de la tradicional Semana
Santa de Cuenca se cometía un asesinato. La víctima siempre era uno de los
miembros de alguna de las cofradías de las muchas que participaban en las
procesiones que tenían lugar durante esos días.
Treinta
y cinco muertes injustificadas cuya resolución había tenido en jaque al cuerpo
policial y a la guardia civil. Esclarecimientos de los hechos que daban un
respiro al gobernador que compareció ante la prensa nacional explicando con detalle cómo se habían
acometido los trabajos de investigación y seguimiento para detener al culpable.
Este no era otro, que un conocido sospechoso y en principio simple alborotador. Que
aprovechaba los tumultos y las concentraciones masivas de personas, que se
originaban en los desfiles de las diversas cofradías a lo largo de las calles
de la población Castellana para cometer sus crímenes.
La única prueba aportada era el haber encontrado al culpable tirado en la acera junto al cadáver de su última víctima. puesto de alcohol hasta las trancas y las manos llenas de sangre. Suficiente para inculparle y cerrar el ominoso caso que tenía desquiciadas a las autoridades, aunque no hubiera rastro del arma homicida.
La única prueba aportada era el haber encontrado al culpable tirado en la acera junto al cadáver de su última víctima. puesto de alcohol hasta las trancas y las manos llenas de sangre. Suficiente para inculparle y cerrar el ominoso caso que tenía desquiciadas a las autoridades, aunque no hubiera rastro del arma homicida.
Cada
vez le resultaba más difícil ser el mejor timbalero de la procesión conocida
popularmente como: "Las Turbas."* Eran muchos los que querían ingresar en esta
cofradía de hermanos tan famosa en la comunidad castellano manchega y con
renombre a nivel mundial.
Muchos
eran los candidatos que querían destacar con sus tambores haciéndolos sonar con
furia en los desfiles del viernes santo. Pero solo él ponía verdadera devoción
en lo que realizaba.
Cada golpe con la maza en el cuero de su timbal, formaba
una letra que a su vez se convertía en frase y esta, en una especie de
sincopado rezo en forma de canon repetitivo que memorizó de uno de los poemas
de la Santa Teresa y que rezaba:
“Nada te turbe nada te espante. “Todo se pasa,
Dios no se muda todo lo alcanza.”
Cada
año se imbuía de fervor por “su tradición” que era como una penitencia de
obligado cumplimiento. Golpear y golpear hasta la sangre repitiendo las letras que formaban la
frase.
Sabiendo que se jugaba su integridad física.
Este era su último año en Cuenca. Se
saldría de la cofradía y se incorporaría a alguna de Sevilla, Salamanca o
Valladolid. En realidad le daba lo mismo, el caso era acometer con entusiasmo
su misión en este universo de pecadores.
Su
timbal lucía con orgullo las señales ensangrentadas y resecas que año tras año como
galardones, volvían a humedecer el parche de cuero de becerro que cada vez
sonaba más recio, más grave, más ronco y que hacia vibrar su corazón, y
enaltecía su alma inmortal con su sonido inigualable y carismático.
Lo
único que le diferenciaba a él de los demás tamboreros era precisamente esa
sangre impregnada en el mazo, en el cuero y en sus manos.
Los
demás se dejaban su propia piel en cada toque. Él elegía víctimas
propiciatorias como hiciera Abraham en su momento, y las inmolaba para que
formaran parte de cada una de las letras de su oración.
La
Semana Santa del 2017 llegaba a su fin y con ella un ciclo. Elegiría una nueva
oración, una nueva ciudad y unas nuevas víctimas.
Sonreía cuando en los noticiarios oía como le calificaban de asesino en serie, cuando en
realidad era un fervoroso y piadoso penitente.
Derechos de autor: Francisco Moroz
*"Las Turbas"
Una procesión que tiene lugar el viernes santo en la ciudad de Cuenca, dentro de las celebraciones de la Semana de Pasión.
También conocida como la "Procesión de los borrachos" o
"La Tamborrada" se caracteriza por la asistencia de miles de cofrades que gritan mientras hacen sonar timbales, tambores y clarines. Símbolo del escarnio al que fue sometido Jesús de Nazaret.
Propuesta presentada al reto de la comunidad: Relatos compulsivos.
Escribir una historia basada en la imagen que la antecede.