domingo, 30 de abril de 2017

Nada te turbe





Los acontecimientos se precipitaron de manera inesperada. Los periódicos se hicieron eco de la noticia y todos respiraron tranquilos y aliviados ¡Por fin se había detenido al asesino!

Desde 1982 sin fallar ni uno solo, durante las celebraciones de la tradicional Semana Santa de Cuenca se cometía un asesinato. La víctima siempre era uno de los miembros de alguna de las cofradías de las muchas que participaban en las procesiones que tenían lugar durante esos días.

Treinta y cinco muertes injustificadas cuya resolución había tenido en jaque al cuerpo policial y a la guardia civil. Esclarecimientos de los hechos que daban un respiro al gobernador que compareció ante la prensa nacional explicando con detalle cómo se habían acometido los trabajos de investigación y seguimiento para detener al culpable. Este no era otro, que un conocido sospechoso y en principio simple alborotador. Que aprovechaba los tumultos y las concentraciones masivas de personas, que se originaban en los desfiles de las diversas cofradías a lo largo de las calles de la población Castellana para cometer sus crímenes.

La única prueba aportada era el haber encontrado al culpable tirado en la acera junto al cadáver de su última víctima. puesto de alcohol hasta las trancas y las manos llenas de sangre. Suficiente para inculparle y cerrar el ominoso caso que tenía desquiciadas a las autoridades, aunque no hubiera rastro del arma homicida.

                               


Cada vez le resultaba más difícil ser el mejor timbalero de la procesión conocida popularmente como: "Las Turbas."* Eran muchos los que querían ingresar en esta cofradía de hermanos tan famosa en la comunidad castellano manchega y con renombre a nivel mundial.

Muchos eran los candidatos que querían destacar con sus tambores haciéndolos sonar con furia en los desfiles del viernes santo. Pero solo él ponía verdadera devoción en lo que realizaba.

Cada golpe con la maza en el cuero de su timbal, formaba una letra que a su vez se convertía en frase y esta, en una especie de sincopado rezo en forma de canon repetitivo que memorizó de uno de los poemas de la Santa Teresa y que rezaba: 

“Nada te turbe nada te espante. “Todo se pasa, Dios no se muda todo lo alcanza.”

Cada año se imbuía de fervor por “su tradición” que era como una penitencia de obligado cumplimiento. Golpear y golpear hasta la sangre repitiendo las letras que formaban la frase. 
Sabiendo que se jugaba su integridad física. 

Este era su último año en Cuenca. Se saldría de la cofradía y se incorporaría a alguna de Sevilla, Salamanca o Valladolid. En realidad le daba lo mismo, el caso era acometer con entusiasmo su misión en este universo de pecadores.

Su timbal lucía con orgullo las señales ensangrentadas y resecas que año tras año como galardones, volvían a humedecer el parche de cuero de becerro que cada vez sonaba más recio, más grave, más ronco y que hacia vibrar su corazón, y enaltecía su alma inmortal con su sonido inigualable y carismático.

Lo único que le diferenciaba a él de los demás tamboreros era precisamente esa sangre impregnada en el mazo, en el cuero y en sus manos.
Los demás se dejaban su propia piel en cada toque. Él elegía víctimas propiciatorias como hiciera Abraham en su momento, y las inmolaba para que formaran parte de cada una de las letras de su oración.

La Semana Santa del 2017 llegaba a su fin y con ella un ciclo. Elegiría una nueva oración, una nueva ciudad y unas nuevas víctimas.

Sonreía cuando en los noticiarios oía como le calificaban de asesino en serie, cuando en realidad era un fervoroso y piadoso penitente.


Derechos de autor: Francisco Moroz


*"Las Turbas" 
Una procesión que tiene lugar el viernes santo en la ciudad de Cuenca, dentro de las celebraciones de la Semana de Pasión.
 También conocida como la "Procesión de los borrachos" o 
"La Tamborrada" se caracteriza por la asistencia de miles de cofrades que gritan mientras hacen sonar timbales, tambores y clarines. Símbolo del escarnio al que fue sometido Jesús de Nazaret.



Propuesta presentada al reto de la comunidad: Relatos compulsivos.
Escribir una historia basada en la imagen que la antecede.



jueves, 27 de abril de 2017

Arrebato fatal




Nada más regresar a casa y abrir la puerta noté las malas vibraciones que fluían a través del pasillo. Esa atmósfera densa en la que se podía masticar la tensión.
Saludé no obstante por si hubiera alguien, pero nadie me contestó, o al menos ese alguien no quiso hacerlo.

No le di mayor importancia al asunto y me dirigí al baño para asearme rápidamente y sentirme fresco después de la jornada agotadora en la fábrica. Por el olor que había aspirado al entrar, hoy se preparaba algo sabroso en la cocina. Mi mujercita es buena cocinera y lo demuestra cada vez que me sorprende con esos aromas y sabores culinarios.

Con lo cual,  suponiendo que ella se encontraba realizando alguna maravillosa especialidad gastronómica, dirigí mis pasos hacía allí, donde un estómago hambriento dirige a unos obedientes pies.

Nada más asomar por la estancia me percaté muy tarde que no me había metido en la cocina, sino en la boca del mismísimo lobo, personificado este, en la figura femenina de mi consorte.

Su cara era la fiel estampa de una de las furias mitológicas y su actitud ejemplo de posesión diabólica; hablaba sola mientras caceroleaba y echaba utensilios a la pila y removía un sofrito en una sartén con inusual energía y brusquedad.

Cuando la saludé pegó un brinco del puro sobresalto al no esperar mi presencia. Comprendí el porqué de la falta de respuesta ante mi anterior saludo al entrar en nuestro hogar: No me había oído, pero esta vez sí que lo había hecho, y en cuanto se recompuso de la sorpresa me miro echando chispas por los ojos y el que tuvo que oírla fui yo. Empezó a decirme:

-Tú y tu santa madre me tenéis hasta la coronilla. –Esto lo hacía mientras sostenía una cuchara de palo en la mano como una herramienta mortal.-

-¿Pues qué le pasa a mi madre? ¿Y qué he hecho yo para merecer tal recibimiento?

-¡Nada, el señorito no ha hecho nada! ¿Quizás que la has dicho que viniese a comer hoy que no tenía plan ni previsión de que lo hiciera?

-Mujer, es mi madre, y me llamó anoche porque tenía ganas de vernos y me preguntó si era buen día para venir.

-¡Eso mismo es lo que pasa! ¡Y aún te parecerá poco! –Respondió.

-¿Porque yo no cuento? ¿A mí no se me consulta si me viene bien o mal? ¿Yo soy el mero instrumento para preparar la comida para complacer a la mamá y a su hijito? ¿Es eso? ¿Pues sabes lo que te digo? ¡Esto termina aquí!

Dicho y hecho, había soltado el cucharón de forma rápida e inesperada, y con la misma soltura y no sé bien como, vi aparecer otra herramienta en su mano, una que podía ser perjudicial y que me hizo sentir inseguro. Un cuchillo afilado que parecía soltar los mismos destellos asesinos que su portadora.

-Tranquilízate mujer, -le dije, a la vez que levantaba las manos como símbolo de rendición-
-Sabes que estas cosas son inesperadas y tienes que decidirlas en el momento, sin consultar a terceros.

Ese fue mi gran error, no mediaron más palabras. Ella me lo había lanzado al pecho.

Vi con sorpresa como, en mi camisa blanca se formaba una mancha roja que se extendía, mientras goteaba hasta el suelo formando un pequeño charco salpicado con trozos de lo que parecía carne picada.  Entonces comprendí con horror lo que había pasado. Creí morir en el momento en que me percaté de que la muy…

...Me había tirado al pecho el bol, lleno de esa salsa a la boloñesa que sabe que me gusta tanto.
Con su acción me daba a entender que la conversación había concluido, y que hoy me quedaría cabreado y con hambre. 

Ella sin embargo siguió troceando con la afilada herramienta de cocina, una lechuga.

¡Tan frescas las dos y como si nada!



Derecho de autor: Francisco Moroz







lunes, 24 de abril de 2017

Reflexión





A buen puerto llegaría
si mis ángeles custodios
me llevaran de la mano.

Si la suerte pasajera
viniera de vez en cuando,
o la caprichosa fortuna
derramara sus regalos.

Pero en tanto me conformo,
que tengo ángeles sin alas
habitándome la casa
a los que tender mi mano.

Siendo yo custodio de ambos;
teniendo suerte al tenerlos
y la fortuna de amarlos.

¿Qué mayor regalo que ese?
si antes lo pienso me callo.

Pues no necesito nada
al ser poseedor de tanto.
Ya no quiero ni deseo,
tesoros más grandes guardo.



Derechos de autor: Francisco Moroz

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