Don Pablo
Meneses a sus 57 años, era uno de esos que no escatimaba en gastos cuando se
trataba de darse caprichos Que se le antojaba una bicicleta de montaña de
carbono ionizado y componentes ligeros de fibra de vidrio ¡Se la compraba!
¡Total! ¿Que eran nueve mil euros de menos en su cuenta corriente?
Que le gustaba ese televisor HD Full extra plano con pantalla de plasma de última
generación, en el momento que lo veía, lo adquiría ¿Para qué esperar al Black
Friday ese, o a los días sin IVA?
El podía permitirse realizar esos desembolsos puntuales. Hacer realidad aquellos sueños que siempre tuvo mientras era tan
solo un simple trabajador en activo.
Para
su cumpleaños, por ejemplo, se regalaba viajes a lugares lejanos y exóticos
donde pocos podían permitirse el lujo de ir ni con la imaginación. Siempre, en compañía
de alguna mujer joven y despampanante, a la que agasajaba con joyas y lencería
fina mientras brindaban con algún vino de los caros.
Cada
domingo por ser fiesta, degustaba exquisiteces de gourmet en alguno de esos
restaurantes de comida de diseño que aparecen en la guía Michelín, nunca con
menos de tres tenedores. Para eso se habían inventado las Visa oro y platino.
La
verdad es que la diosa fortuna le había sonreído desde que comenzó la crisis. Muy
al contrario que a muchas familias que quedaron arruinadas por culpa del cierre
de numerosas empresas que se fueron al garete, con los añadidos efectos
colaterales en forma de despidos de multitud de trabajadores.
Época
nefasta para la mayoría, se tuvo que rescatar a los bancos con dinero público
procedente de impuestos y gravámenes al sufrido contribuyente. Todo por causa
de algunos directivos sin escrúpulos, que ofrecían productos preferentes envenenados, a inocentes jubilados que invirtieron en ellos todos sus ahorros.
De la misma manera negociaron con insolventes, créditos con desmedidos intereses y propiedades embargadas.
A él,
como director de uno de esos bancos, le tocó marcharse por la puerta falsa de la
entidad, contratiempo que le permitió redescubrirse, y comprobar que con el
dinero que le ofrecieron como compensación por sus años de dedicación a la
empresa y al cliente, y con lo que le quedaba de jubilación anticipada, tenía
para vivir holgadamente el resto de su existencia.
¡En
fin! Tras el escándalo todo seguía su curso, y él estaba encantado de haberse
conocido. Se sentía un privilegiado y un hombre con suerte. Por ello hoy, se
iba a pasar por la inmobiliaria para apalabrar la compra de una parcela de dos
mil quinientos metros cuadrados con piscina, y una casa de tres plantas con
vistas a la montaña en la localidad de Mira Sierra. No sin antes recoger en la joyería,
el Rolex Cosmograph Daytona que estrenaría para la ocasión.
Arrancó
el BMW deportivo y se marchó silbando como si nada, la melodía de " If I were rich" mientras pensaba a qué
dedicar los fondos de inversión que había levantado con tanto denuedo, por si
llegaban tiempos difíciles.
Derechos de autor: Francisco Moroz