Se
levanta temprano sin hacer mucho ruido, se asea y se dirige a la cocina para
desayunar. Mientras lo hace, coloca encima de la mesa los tazones, las
cucharillas y las servilletas de su marido y sus dos hijos. Las magdalenas que
compró ayer; porque hoy es domingo. El
cacao junto al café y el azúcar. Después se acerca a las habitaciones y muy quedito besa en la frente con ternura a cada uno de los miembros de su familia para no
despertarlos.
En
la entrada y antes de salir, se pone el disfraz que visten las héroes
verdaderos en estos días tan extraños que vivimos. Los guantes, la mascarilla y
la ropa de trabajo de una cadena de alimentación. Se pone en el pecho una chapita
con su nombre y cierra la puerta pensando que un día más luchará a brazo
partido contra el villano que se coló amenazante y peligroso por la puerta
falsa.
Sus
labios dibujan una sonrisa mientras baja en el ascensor, al pensar que forma
parte de un equipo que con su servicio salva vidas a base de horas y dedicación
frente al público.
A
las ocho de la tarde desde el balcón cuando suenen los aplausos, todos pensaremos
en los médicos, enfermeras y auxiliares. bomberos,unidades de emergencia, policías y farmacéuticos ¿Pero
cuántos recordarán a los basureros, transportistas, repartidores y funcionarios de correos. Voluntarios
de cáritas, cruz roja y servicios sociales. Taxistas, reponedores de supermercado, cajeros y dependientes?
Todos ellos se lo merecen igualmente. También
están al pié del cañón, con el gesto amable de los que luchan en primera línea
de combate a pesar del agotamiento, el dolor, la angustia y en algunas
ocasiones, la pérdida.
Esperemos
que la sociedad una vez que pasen estos tiempos tan insólitos, siga valorando como
se merecen a sus auténticos campeones a pesar de no jugar la liga, ni subir a
ninguna tribuna ni escenario o salir en programas de tele basura.
Derechos de autor: Francisco Moroz