jueves, 15 de diciembre de 2022

Cocinillas

 


 

Unos buñuelos de viento son unas bolas de masa elaborada con harina de trigo, manteca y huevos, que se fríen en aceite caliente. 

A mi abuela le salían de maravilla. Me enseñó a prepararlos cuando era pequeña. Yo siempre trasteando en la cocina con los ingredientes, mientras me indicaba con detalle los pasos a seguir para confeccionarlos.

El primer día que me dejó hacerlos a mi sola, fue también el último que los hice. Y es que me falta paciencia; principal condición para elaborarlos.

Recuerdo con detalle el momento en el empecé a aborrecer todo lo relacionado con la cocina. Fue justo en el que metí las manos en el aceite hirviendo para ver si los buñuelos estaban en su punto.


Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 6 de diciembre de 2022

Lágrimas en la lluvia

 

 



El bueno de Roy, quien lo iba a imaginar.

Un exiliado que se convirtió en el nuevo inquilino de la puerta de enfrente. Un año, nueve meses, seis días y ocho horas desde que forma parte de esta comunidad de vecinos.

Nuestro amigo.

&

El primer café isotónico con nutrientes me lo tomo antes de marchar a trabajar, de madrugada, como siempre. Solo, en la cocina. No me gusta estar solo, pero ella no muestra ningún interés en acompañarme.

Cuando me levanté, mi pareja seguía leyendo tumbada en la cama. Juraría que no había dormido en toda la noche; está obsesionada con su nueva lectura. Imposible entablar una conversación con ella desde aquél desafortunado accidente, que sufrió a bordo de un trasladador electromagnético. 

Destrozadas muchas partes de su cuerpo no ha vuelto a ser la misma; me figuro que la experiencia le dejó secuelas postraumáticas irreversibles. 

Afortunadamente la nanotecnología suplantó sus miembros y órganos destruidos. Se convirtió en una cybort. Pero su mente había quedado dañada; como si su parte afectiva se hubiera esfumado.

Me acerco suavemente donde ella está y la incorporo con cuidado para no romperla – ese es mi miedo-. Mientras le digo:

–Cariño, tenemos que hablar.

Vuelve su cabeza y consigo ver como dos lucecitas encendidas en sus pupilas que se extinguen a continuación silenciosamente.

–Dime ¿Qué necesitas?

Cuando dice esas dos palabras me parece oír también un pitido infinito e irracional. Incomprensible dentro de mi cabeza. Una señal de alarma que me avisa de que algo no funciona.

–Solo te necesito a ti, parece que últimamente no me conoces. Es como convivir con una desconocida. Como si estuvieras a miles de kilómetros de aquí. En otra galaxia lejana. Ni un solo abrazo, ni un fugaz beso. Te extraño mi amor.

–Bueno, me responde fríamente, a lo mejor es que me condiciona el libro que tengo entre las manos. Me tiene como abducida. Es muy interesante. No puedo dejar de leerlo una y otra vez. Añoro algo, pero no sabría decirte qué.

– ¿Cómo se titula?

– ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

No la respondo, desconozco el libro en cuestión. No sé donde lo ha podido conseguir. Pues ese tipo de soporte dejó de utilizarse hace décadas.

Recuerdo de pronto que sí visioné la antigua película que se basó en él, pero con otro título –Blade Runner- si no me equivoco. A ese enigmático androide. Su inolvidable alegato mientras agoniza en la azotea de un edificio. Empapado por la lluvia; como ahogado en una laguna de lágrimas. Lágrimas comparables a nuestra existencia mortal. Rememoro esa especie de testamento final.

Me pregunté entonces, como un ser que era puro código y algoritmos, clemas, tarjetas electrónicas y circuitos integrados recubiertos de fibra orgánica parecida a la piel, podía interactuar con los seres humanos. Androides, a los que les faltaba alma para sentir. Incapacitados para la emoción. Que no envejecen y en apariencia no sufren, pues desconocen el dolor. Pero que inexplicablemente ansiaban su propia libertad.

Sacudo mi abstracción momentánea y la miro a los ojos. Está como desconectada. La dejo suave, para que siga a lo suyo. Me entristezco, quiero hacerla feliz y me siento impotente por no saber hacerlo.

Me marcho descorazonado. Abro la puerta y en el descansillo me encuentro con el nuevo vecino. Me saluda sonriente alzando su palma abierta. Nos deseamos un buen día y marchamos juntos hasta el portal.

De pronto se ladea, me agarra del brazo sin violencia y me interpela a bocajarro:

–No se te ve feliz.

Y no sabría decir porqué maldita inercia, le respondo:

–Es por mi compañera. –y a partir de ahí se inicia una agradable, lúcida y discreta conversación.  Roy tiene una especie de carisma que magnetiza. Su mirada quizá, la modulación de su voz. Sus palabras…

Nos despedimos. Y antes de separarnos le digo:

–Pásate por casa y así conoces también a Altair. Es el nombre de mi pareja.

&

Altair y Roy parecieran conocerse de toda la vida, enseguida conectan. Ella muestra un interés por todo lo que sale de sus labios. Está pendiente de él, como hechizada. Me pongo celoso de repente, siento envidia de ese desconocido que ha sabido conquistar a esa mujer parcheada con dispositivos y artefactos protésicos, a la que estoy perdiendo.

Hablan de la música de las esferas, de viajes por el universo, de lecturas inabarcables, de códigos desconocidos para mí. Roy parecíera saberlo todo.

Cuando en un momento él le indica que su nombre es el mismo que posee una estrella ubicada en la constelación del águila. Que significa “vuelo” ansias de libertad. Ella rompe a llorar.

Veo aturdido como la atrae hacia sí abrazándola con delicadeza inusitada, mientras acaricia la despejada cabeza de Altair que desahoga todo su dolor entre los brazos de nuestro vecino, que la acuna con ternura.

&

Mi concepto de este mundo gris llamado tierra, que se precipita en el abismo de la deshumanización, ha cambiado a partir de conocer a Roy, un replicante. Él no me arrebató nada. Me dio sin embargo la esperanza de que no todo está perdido. Habrá futuro, en tanto esa fuerza más grande que la que aporta la fractofusión se imponga. Mientras el origen de la energía más potente que la de los rayos solares se manifieste. El amor y la sonrisa.

La nebulosa se despejó ante mis ojos cuando dijo:

–“Yo he visto cosas que vosotros nunca creeríais" Es hora de vivir.

 

Derechos de autor: Francisco Moroz 


 

 A lo largo del relato me he permitido hacer dos guiños. Uno al libro de Philip K. Dick y otro a la película de Ridley Scott.

Os invito a que los descubrais.

~~~~

Efectivamente, alguno de vosotros reconocisteis el nombre de Roy como el del replicante de la película -Blade Runner-  "Roy Batty". Esa era el guiño a la película. junto con la frase final: "Yo he visto cosas que vosotros nunca creeríais".

¿Y la referencia al libro? 

Pues justo al comienzo del relato donde pone Un año, nueve meses, seis días y ocho horas"  "1968" el año en el que se publicó el libro -¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?-

domingo, 20 de noviembre de 2022

Vendrán en la noche

 


Una ermita románica en medio de un campo baldío. En sus buenos tiempos, testigo de peregrinaciones, devoción popular y amor desmedido por una sencilla talla de madera, de una virgen con niño del siglo XII.

Descuidado el edificio, casi rayano con la ruina. Patrimonio nacional tiene joyas de más renombre a las que dedicar los fondos de la comunidad  Europea.

Aprovecho la oscuridad sin luna, descerrajo con palanqueta la oxidada cerradura de la puerta. Entro como saqueador de tumbas. Me he convertido de repente en un profanador.

Acercándome al altar me santiguo; lo cortés no quita lo valiente. Soy respetuoso con los objetos de interés cultural. Más, con los que parece no apreciar nadie.

Agarro la talla de la virgen casi con veneración; percibo la mirada triste del niño que tiene en brazos; como pidiéndome que no haga daño a su madre.

La introduzco en una bolsa del Ikea y salgo subrepticiamente sin hacer ruido. Encajo el portón  para que no se note el robo al menos durante unos días. El ayuntamiento no invierte en la vigilancia de su acervo; solo en fiestas patronales.

Pasados quince días salta la noticia en la comarca: “Una banda de criminales especializados, han robado una talla de incalculable valor. Atentando contra bienes históricos de interés artístico”.

Lo que no saben estos incompetentes, es que estoy en pleno proceso de restauración de esta preciosa talla abandonada a su suerte. Soy estudiante de bellas artes, y no soporto la pérdida de tanta riqueza por simple dejadez.

 

Derechos de autor: Francisco Moroz
 
 
 

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...