Por si me pasa algo, me dijo. Y me enseñó una póliza de seguro de vida donde él era el abajo firmante, y yo la beneficiaria. Todo muy bien especificado con sus clausulas correspondientes, y al detalle los supuestos accidentes, sucesos y contingencias que pudieran ser causas evidentes de un eventual deceso. Un contrato ampliado donde la cantidad a pagar por parte de la aseguradora casi se triplicaba.
Y desde entonces ha sido un sin vivir para nosotros. Toda una serie de fortuitas catastróficas desdichas que no parecen tener fin. Que si una larga hospitalización a causa de quemaduras de tercer grado con aceite hirviendo, Que si una caída por una escalera con múltiples fracturas de huesos. Un envenenamiento por algo que comió en mal estado, pasando por un conato de ahogamiento al resbalar en la bañera y otro de asfixia por escape de gas. Un accidente de coche que le ocasionó diversos traumatismos y un robo con violencia donde le apuñalaron varias veces casi con saña y premeditación.
Pareciera estar bajo el influjo de una maldición. Por ello, después de tanto disgusto, le he propuesto unas vacaciones de aventura. Tirarse en paracaídas, barranquismo, puenting, actividades de ese tipo, para que se relaje y no esté tan tenso. Lo hago solo por el bien de mi insufrible marido. Bueno, también por el mío, que estoy más que harta de clavarle agujas a este muñeco de trapo sin obtener ningún resultado.
Derechos de autor: Francisco Moroz