sábado, 26 de septiembre de 2015

Ok corralito


Relato presentado en el concurso que promueve:
 Círculo de escritores, con la temática de el extraordinario Oeste





Soy compañero del Marshall, llevo años haciendo mi trabajo junto a él  y no conozco a nadie tan incorruptible ni tan eficaz.

Su fama se ha extendido por la región y los maleantes ponen millas entre sus personas, y su rifle que es el que suele ladrar, más que hablar su boca.

Cuando concluye alguna de las misiones encomendadas a satisfacción y esto significa siempre justicia; es habitual verle en su rostro por lo normal inexpresivo, una mueca que en un rictus pretende ser sonrisa con la que da por zanjado su faena.

A mi compañero le caracteriza su sombrero de ala ancha que ladea para ocultar en parte sus ojos guiñados, como los de buen cazador, también un sempiterno cigarro que pende de sus labios, y eso que lo del fumar ya no está de moda y las leyes son bastante restrictivas al respecto; pero es de esos tipos duros a los que no se les puede disuadir con algo tan trivial. Lo que en realidad nos importa a los dos, es a lo que nos dedicamos: poner orden en este mundo de criminales solapados, tahúres y sinvergüenzas, estafadores, ladrones y caraduras.

Cuando las noticias sobre algún desaguisado realizado en alguna localidad por alguna de las muchas bandas operativas llegan a nuestros oídos; allá nos presentamos los dos, sobre nuestros caballos, con el cinto lleno de balas y las pistolas preparadas y cargadas por si se requiere su servicio expeditivo.

Pocas son las ocasiones en las que debemos desenfundar, pues estos majaderos criminales a los que nos enfrentamos son un atajo de pisaúvas sin valor ni entereza de auténticos hombres. 

Carecen de principios y de cuajo, son cobardes por naturaleza, se sienten escudados por las leyes que manipulan a su antojo. Garrapatas chupasangres seguidas de una cohorte de picapleitos que como buitres les rodean para defenderles de posibles ataques de la gente de bien, que intenta sin éxito hacerles frente.

Ellos se ríen de los ciudadanos indefensos, pero cuando ven recortarse en el horizonte nuestras siluetas, huyen despavoridos como hienas carroñeras que son, por temor a ser investigados y desposeídos de todo lo esquilmado, y miedo a perder su libertad inmerecida. ¡Forajidos es lo que son!

Tristemente es una labor ardua la nuestra y poco agradecida, pero llena de satisfacciones personales cuando conseguimos atrapar a alguno de estos delincuentes que prosperan en este país llamado "Far jauja"

Individuos justicieros como nosotros deberían abundar para que entre todos pudiéramos poner las cosas en su sitio y a cada cual donde le correspondiese. 
Sabemos de grupos que ya se van organizando y bregan duro contra bancos y sociedades, nosotros trabajamos por libre, tenemos ganado un respeto y una fama. Ellos se hacen llamar: Los indignados.

Mi nombre es Frank, y el de mi compañero de fatigas Clint Eastwood  y ponemos orden y llevamos la rectitud allá donde los jueces no pueden o no quieren hacerlo.

Que tiemblen los petimetres y los políticos corruptos, los especuladores, los que alzan bienes y desvían fondos reservados, los de las preferentes y los de la burbuja inmobiliaria…

Haremos de vuestras vidas la peor de las pesadillas, un desierto sin escapatoria, a donde ni el séptimo de caballería acudirá en vuestra ayuda.

En mis mejores sueños no saldréis ninguno indemne y si os ponéis bravos alguna vez, como aquel famoso río del Oeste Americano; me aliaré con Vito Corleone para que la lucha contra vosotros sea entre mafias y no podáis alegar nunca, que jugabais con desventaja.



Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 22 de septiembre de 2015

Principios para no tener final




Admiro la sensatez en lo pactado

y la obviedad de lo elegido.
Eso hace prudentes a los hombres
y da honorabilidad al enemigo.

No estoy con el que alaba al poderoso

o el que arrulla con prolíficas mentiras.
El que cambia conciencias vulnerables
enunciando imaginadas ambrosías.

Rechazo plenamente al que con velado arte

engaña al inocente confiado.
Del que ondeando banderas respetables
oprime con deudas a los desfavorecidos.

Del que explota y tiraniza al que trabaja

cambiándole el alma por dinero.
queriéndole vender como riqueza
aquello que esclaviza y que seduce.

Me asusta el que prioriza lo absoluto

defendiendo una única verdad indemostrable,
disfrazando de fe los fanatismos
usando con saña suicida la violencia y el chantaje.

Me alegro sin embargo plenamente 

del esfuerzo y del trabajo de unos pocos.
Los que actúan en conciencia y con justicia
y piensan que la paz es el camino.

Me sumo a los que escuchan con paciencia

me resto de los que utilizan el insulto.
Desprecio a aquellos que con encendida arenga
prenden mechas de guerras fratricidas.

Me fío del que canta, y el que sonríe

y no del gesto adusto e intransigente.
Me gusta la educada forma del que pide
censuro la exigencia del más fuerte.

Creo en el ser humano ¡Creo!

En el que adereza su corazón con alegrías
y vierte lágrimas solidarias de tristeza,
a la vez que tiende mano tolerante al abatido.

Evito al que destruye y envenena,

al que vende el futuro por míseras monedas.
Al ególatra tenaz que solo vela por lo suyo,
al que nunca es capaz de cumplir lo prometido.

Me seduce el que construye de la nada realidades, 

y náusea el que especula y dilapida.
Me enerva el traficante que con muerte se enriquece,
me fascinan las personas con valores e ideales.

 Si se he de amar, será a los buenos padres que me educan, 

a los jóvenes de altruistas corazones.
Si se he de odiar será al que mancille a un niño, 
escupiendo a su vileza y mísera podredumbre.

Me sobrecoge el sacrificio y la anónima renuncia,  

hasta la muerte la lucha, de muchas mujeres y hombres.
Aplaudiré a los que piensan, que más que sangre lo que une
es ejercer el respeto, que al ser humano engrandece. 





Derechos de autor: Francisco Moroz

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