jueves, 14 de abril de 2016

Recuérdame




Su mirada me serena, es lo mejor de ella, me calma y acuna cuando está cerca. Me dibuja de nuevo el mundo que olvido de continuo, al igual que los nombres y los rostros del pasado. El suyo siempre está presente y cercano; ella tan generosa con su tiempo dedicado por completo a mi persona, me mira a los ojos y sonríe simplemente. 

Ella no arrincona los recuerdos de lo que fui. Sé que me ama con ese amor callado y sufrido de los que no quieren sentirse derrotados, y se esfuerza en demostrarlo aun no pudiendo por sus escasas fuerzas y las propias limitaciones de sus dolores articulares.

Yo sufro mi aflicción y la suya cuando no la reconozco; me pierdo en ella cuando me llama por mi nombre y me besa en la frente y me llama cariño… con tanta dulzura.

Ella me enamoró en cuanto la vi por vez primera bajando a la fuente, pero nunca me atrevía a decirle cuanto la amaba, mi corazón se alborotaba cada vez que la veía asomar por aquella esquina; yo, parapetado tras los visillos de aquella ventana de la casa de mis padres, esa que daba a la plaza y me permitía contemplarla sin que ella lo sospechase siquiera. Era tímido y me avergonzaba de lo que pudieran pensar los demás, siempre vigilantes, enclaustrados en sus falsas e hipócritas morales.

Evitaba saltarme las normas atávicas de mis mayores, y sé que por eso mismo me perdí mucho de lo que la vida me ofrecía. Eran otros tiempos y el miedo se confundía con el respeto.

Pero después de muchos años haciéndonos los encontradizos, pasó lo que tenía que pasar sin remedio: Unimos nuestras vidas con un ¡Sí quiero! Y a partir de ese momento los problemas fueron siempre la mitad de problemáticos y las alegrías el doble de alegres.
Más tarde vinieron los hijos y fuimos ricos en sentimientos compartidos, emociones, y momentos hermosos.

De vez en cuando lloro a escondidas, porque desde mi cárcel de esta desconcertante enfermedad me siento inútil, no sé cómo decirle cuanto la amo, cuanto la añoro y la echo de menos. Me gustaría ahorrarle sufrimientos, ayudarla en las tareas más sencillas, pero estoy tan ausente estando tan cerca, que los momentos de lucidez los empleo únicamente para mirarla a los ojos y expresarla lo que no sabría decirle con mis palabras balbuceantes, Pues al rato me habré olvidado de su presencia tranquilizadora, y no sabré reconocerla aunque la busque de continuo cuando note que no se encuentra cerca.

Es mi puerto y mi refugio, hasta que me vaya silencioso, como siempre estoy, desde que la oscuridad involuntaria de esta dolencia me aprisionó haciéndome ignorar tantas cosas, y todas tan queridas.



Sus ojos azules me llenan de sensaciones nunca olvidadas, lo veo aparecer de repente de su exilio y me vuelvo a enamorar como una chiquilla. 
Sin palabras, siento su agradecimiento por mi dedicación exclusiva a él. No quiero perderle del todo, me aferro a los recuerdos más queridos de los que él forma la mayor parte. Fue para mí La referencia ante lo desconocido, y la casa  que habitaba cuando arreciaba la tormenta. Ambos nos hicimos fuertes y nos completábamos como esas piezas que encajan y que mientras no lo hacen no sirven para nada.

Él, me enamoró cuando bajando a la fuente lo presentía tras la ventana de la casa de sus padres. Yo me avergonzaba al sentir sus ojos puestos solo en mi persona, ignorando a las demás muchachas que como palomas blancas festejaban cerca de los caños del agua. Nunca quise mostrarle mi amor en público, había que guardar el decoro, y los galanteos no estaban bien vistos. Ni los encuentros, ni las miradas, ni nada. Eran tiempos difíciles para el romance y el cortejo. Para el amor verdadero todo eran vetos.

Pero con el trascurrir de los años fue inevitable que a pesar de todos los avatares, malentendidos y maledicencias; los dos ríos no fuesen a parar al mismo mar, y en un altar austero y con pocos invitados resonó aquella promesa que mantengo no por obligación, ni como costumbre, sino por puro amor a su persona: "En la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en las tristezas y las alegrías, hasta que la muerte nos separe."

De vez en cuando lloro mi impotencia sin que me vea, me siento tan limitada ante su indefensión y su falta de memoria. Veo al niño que fue, que no guarda testimonio de su propia historia.

En muchas ocasiones me pregunta quién soy yo, que le cuido y le quiero tanto. Entonces es, cuando guardándome las lágrimas únicamente para mí, le digo: Soy esa muchacha que bajaba a la fuente y de la cual te enamoraste, aquella por la que sacrificaste tanto tus propios intereses, para que a ella y a sus hijos no les faltara de nada.
Ten por seguro mi vida, que nunca me faltó lo más importante: Tú.

Ahora agarro sus manos arrugadas tan trabajadas, y veo su rostro tan querido, y no puedo dejar de experimentar aquello sentido hace 62 años cuando le di un sí  para toda la vida: ese mismo cosquilleo de la emoción al emprender una aventura o un viaje deseado pero desconocido, lleno de misterios por descubrir juntos.

Tu olvido involuntario me hace más fuerte en mi voluntad por rememorar quienes fuimos y quienes seguimos siendo detrás de nuestros ojos y nuestras miradas: Dos enamorados, supervivientes de los tiempos aquellos, en que el amor no era un sentimiento pasajero de usar y tirar. Ni las promesas eran palabras que se pronunciaban en vano. 

"Es injusto que el amor sea eterno y nosotros no."


Derechos de autor: Francisco Moroz

Código de registro: 1605087457984



                                          Dedicado a mis padres después de 62 años compartidos.









martes, 12 de abril de 2016

Último aviso




-El día que una ola salte más de lo convenido, podrá significar que el mar está cansado de tanto expolio y de tanta basura pegajosa y negra vertida en él.

El año en que el sol seque los campos y nos queme la piel en exceso, y el invierno nos escatime la lluvia, y el aire levante los tejados; será quizás la señal convenida para que vayamos preparando las maletas para mudarnos.

-¡Por Dios papá! Deja de asustar a tu nieto contándole esa historia de miedo.


-Miedo hija, será la última imagen que se verá reflejada en los ojos de los que vivan todavía, sin haber querido escucharla.


derechos de autor: Francisco Moroz

Código de registro: 1605087458011

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...