miércoles, 25 de mayo de 2016

Gracias por tu amor




Una explosión en la carretera al paso de un convoy. Salieron, asustados de la pequeña casa, y vieron desde donde se encontraban los hierros retorcidos y los restos humeantes de lo que había sido hasta hace unos momentos un vehículo semiblindado. 

Soldados armados, salían de otros situados más atrás y miraban desconfiados hacia ellos. Les gritaban en un idioma que no entendían y se acercaban gesticulantes mientras les apuntaban con sus fusiles.

¡No! No era un sueño, era la pesadilla que se representaba allí en medio de la nada, donde ellos habitaban e intentaban sobrevivir al caos de la intolerancia de los dos bandos.

Los soldados se acercaban amenazantes requiriéndoles a que no se moviesen. ¿No veían acaso que eran dos ancianos que no hubieran podido huir aunque quisieran?
Cuando comprobaron que no representaban ningún peligro, trajeron a los heridos que habían sobrevivido al ataque, uno de ellos conmocionado por las terribles heridas deliraba.
La mujer no comprendía lo que decía pero, pidió permiso a los soldados para poder acercarse a él.

Le agarró las manos y empezó a cantar una dulce canción, el joven la miró, llegando a pronunciar solo unas palabras antes de expirar:

¡Gracias por tu amor!


derechos de autor: Francisco Moroz

Relato presentado a:






martes, 24 de mayo de 2016

Tú y yo






La anterior relación le había roto el corazón y la cara en más de una ocasión. Ella recordaba aquellos amargos años en los que el sufrimiento, el sometimiento y el miedo, hacían mella en su espíritu, en su autoestima y en su cuerpo.
Noches de insomnio a su lado, temiendo despertar su violencia y su deseo perturbador de posesión instintiva.
Días de encierro, horas grises deambulando por la casa como prisionera aterrorizada por el regreso de su carcelero.

Todo ello son recuerdos del pasado, piensa aliviada, y mira a su nuevo compañero, sentado a su lado. Con él se siente segura. La protege y la cuida con sumo amor; la entrada en su vida fue el bálsamo que curó progresivamente todas sus heridas. Fue disuasorio para que su agresor se alejara.

Ella aprendió a amar y confiar de nuevo en alguien. Era el compañero, el amigo, el confidente de los momentos pausados mientras tomaba el café.
Le encantaba mirarle a los ojos, esos tan llenos de expectación, de adoración y de fidelidad por ella, solo por ella.

Lástima que no pudiera hablar, y que sus besos fueran húmedos lametones; pero le bastaban para demostrar todos sus sentimientos.



derechos de autor: francisco Moroz


Relato que participa en:




LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...