Apagado el murmullo de la vida
y llegando tu río a la
mar.
Solo cabe preguntarse qué
misterio,
encerrará este naufragio
al despertar.
Entre tanta agitación y
tanto odio
la agonía te desgarra el
corazón.
Vas dejando tras de ti en
cada jornada
mil etapas sufragadas con
dolor.
¿Qué nos mueve y nos
motiva? ¿Quién nos guía?
¿Cuál es el fin de cada
meta que has de alcanzar?
Si la muerte nos espera
tras la puerta
solo le resta de
improviso, abrir y entrar.
Tu color, tu riqueza, o
religión le dan lo mismo,
seas quien seas le
perteneces.
Ella te busca y te
encuentra
A donde vayas te espera y
te recibe.
Tras cada lucha contra
todo y contra ti
te abraza y te estrecha,
posesiva.
Ves su rostro descarnado y
la interrogas:
¿Qué te importa cuánto
tuve y lo que fui?
Ya naciendo moribundos
somos,
cumpliendo con los años
regalados.
Malgastarlos en vanas
ilusiones nuestro oficio,
dejaremos muchas veces lo
importante por vivir.
De locos es seguir con la
amargura
si pequeños logros no
podemos alcanzar.
De necios el pasar por
este mundo
sin gustar los sabores de
la felicidad.
Un suspiro es lo que
duramos, una brisa
arena venteada en soledad.
cuanta historia perdemos
en vanas cuitas,
para adornarnos de caduca
banalidad.
Nuestros triunfos se
olvidan, nuestros nombres.
Donamos a la tierra lo que
queda,
y después del balance
final ¿Qué nos llevamos?
solo el alma satisfecha
del que amó.
Y en el concluso final de
nuestro último acto,
el eco murmurado de una
oración o unos consejos.
Las lágrimas de nuestros
deudos si es que nos quedan.
¡Y por fin el descanso! Podredumbre
o ceniza.
Frío y soledad
Silencio.
La parca con su guadaña nos cosecha.
La muerte con su
constancia, nos venció.
Derechos de autor: Francisco Moroz