lunes, 7 de noviembre de 2016

Tertulia


Con este relato presentado al concurso de Edupsique termino la semana dedicada a los difuntos ¡Que ya está bien con tanto muerto! Dejémosles descansar, al menos hasta el año que viene.





En el pueblo donde paso el día de todos los santos, no hay mucho que hacer: O bar, o mus. Y ni bebo ni juego.

De atardecida los campos están solitarios y hoy que hace bueno apetece pasear.
Andando llego al cementerio y por curiosidad entro a ver el ambiente que en otras temporadas del año es más bien lúgubre y tristón.
Hay  movimiento en uno de los sectores, donde las lápidas prácticamente brillan por su ausencia, socavadas estas por el paso del tiempo y el olvido de los vivos.

Allá me voy por ser cortés con los tres paisanos que andan por allí.

– ¡Ave María purísima señores!

– ¡Sin pecado concebida! caballero.

– ¡Qué! ¿Matando el tiempo?

–Bueno, más bien el tiempo nos mata a nosotros ¿No cree? –responde uno de los contertulios que frisaría los 87 años; con esa solera de los viejos filósofos que encontramos en todos los villorrios.

– Sabias palabras, le espeto.

– Bueno – me dice otro un poquito más joven. De sabios están las tumbas llenas igual que el mundo de tontos.

– ¿Ha pasado mucha gente por aquí?

–Pá ser el día que es y lo que se celebra, más bien escaso personal, tenga en cuenta que solo quedan abuelos, y según van cayendo vienen aquí a perpetuidad; con lo cual, hay aquí adentro más que allá afuera.

– Da cierta tristeza pensarlo ¿Verdad?

– ¡Bah! Una vez que eres difunto no aprecias el que traigan flores; muchos de los que las traen ahora, en vida del finado ni se acordaban de visitarle.

El tercer abuelillo hace un gesto ambiguo a los otros dos y les dice:

– ¡Ea compadres! vamos a descansar un poco, que se hace tarde y mañana hay que rendir.

Y diciendo esto se retiran a dormir parte de su sueño eterno, cada cual a su sepultura. 



Derechos de autor: Francisco Moroz



sábado, 5 de noviembre de 2016

Con la muerte nos iremos



Apagado el murmullo de la vida
y llegando tu río a la mar.
Solo cabe preguntarse qué misterio,
encerrará este naufragio al despertar.

Entre tanta agitación y tanto odio
la agonía te desgarra el corazón.
Vas dejando tras de ti en cada jornada
mil etapas sufragadas con dolor.

¿Qué nos mueve y nos motiva? ¿Quién nos guía?
¿Cuál es el fin de cada meta que has de alcanzar?
Si la muerte nos espera tras la puerta
solo le resta de improviso, abrir y entrar.

Tu color, tu riqueza, o religión le dan lo mismo,
seas quien seas le perteneces.
Ella te busca y te encuentra
A donde vayas te espera y te recibe.

Tras cada lucha contra todo y contra ti
te abraza y te estrecha, posesiva.
Ves su rostro descarnado y la interrogas:
¿Qué te importa cuánto tuve y lo que fui?

Ya naciendo moribundos somos,
cumpliendo con los años regalados.
Malgastarlos en vanas ilusiones nuestro oficio,
dejaremos muchas veces lo importante por vivir.

De locos es seguir con la amargura
si pequeños logros no podemos alcanzar.
De necios el pasar por este mundo
sin gustar los sabores de la felicidad.

Un suspiro es lo que duramos, una brisa
arena venteada en soledad.
cuanta historia perdemos en vanas cuitas,
para adornarnos de caduca banalidad.

Nuestros triunfos se olvidan, nuestros nombres.
Donamos a la tierra lo que queda,
y después del balance final ¿Qué nos llevamos?
solo el alma satisfecha del que amó.

Y en el concluso final de nuestro último acto,
el eco murmurado de una oración o unos consejos.
Las lágrimas de nuestros deudos si es que nos quedan.
¡Y por fin el descanso! Podredumbre o ceniza.

Frío y soledad
Silencio.
La parca con su guadaña nos cosecha.
La muerte con su constancia, nos venció.



Derechos de autor: Francisco Moroz



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