lunes, 13 de marzo de 2017

Verde verdad




“El malvado Luthor había puesto kriptonita en la bodega”.

Por eso los vinos estaban envenenados y el sospechoso había tenido que romper las botellas, y reventar a hachazos las barricas con la intención de salvaguardar la vida de su admirado Súperman.

Esta es la declaración del vándalo friki al que hemos detenido destrozando los vinos de autor, y los gran reserva que el conde Luthor tenía en los sótanos de su mansión.

Esto de ser policía te depara sorpresas inusitadas y te pone en contacto con dementes de este tipo. Lo que no comprendo es la procedencia de esa fluorescencia espectral de color verde que emana de las paredes.



Derechos de autor: Francisco Moroz


miércoles, 8 de marzo de 2017

Dura lex, sed lex

Dedicado a todas las mujeres tenaces y luchadoras. Fieles a sus principios y a sus convicciones.
Con la esperanza que no haya que celebrar días especiales para recordar lo importantes que son.

Especialmente a mis seguidoras blogueras con todo mi cariño.
¡Y que le den al Gray de las 50 malas sombras!





Esta nueva visita a los juzgados por causa de una denuncia por malversación de fondos públicos, me ha hecho recordar aquella otra en la tuve que personarme para solucionar la querella interpuesta por mi ex-mujer a causa del divorcio. Estaba claro que ella lo quería todo y yo no le pensaba dar nada en absoluto.

Me la tenía jurada desde que la abandoné por una fémina de armas tomar, joven, bonita que además era una abogada de prestigio que me iba a solucionar el fregado en el que me hallaba metido por causa de dicha denuncia. Mi anterior pareja  se lo había tomado muy a pecho y me quería hacer la vida imposible. 
Pero como era hombre de muchos recursos, supe salir airoso del lance utilizando la sapiencia en leyes que ostentaba mi actual compañera...

Recuerdo con aprensión lo insoportable que se me hacía la convivencia con mi mujer. Era sosa y aburrida, siempre estudiando para sacar unas oposiciones a no sé qué, que nunca conseguía superar por las dificultades que tenía a la hora de concentrarse; pues estaba más pendiente de mis continuos devaneos y escapadas que en los libros de texto y los apuntes.

Soy hombre de mundo al que le gusta experimentar nuevas sensaciones, no iba a verme limitado por un matrimonio de conveniencia, y menos por una mujer que no me complacía lo suficiente ni cubría mis expectativas sexuales.

Yo soy un político de éxito que en su momento aprovechó la oportunidad de un emparejamiento con la hija de un director de una de las cadenas de alimentación de renombre, para medrar y prosperar con las influencias y los contactos proporcionados por mi suegro; lo demás me importaba poco, una vez pasada la pasión del romance inicial y después de conseguidos mis propósitos; la relación de pareja se enfrió y me empezó a aburrir.

Me acuerdo de sus lágrimas y sofocos esperando a que apareciese por la puerta tras una larga noche de copas y clubes nocturnos. Era patética en su impotencia. Después vinieron los enfados y recriminaciones, y más tarde las amenazas que terminaban indefectiblemente en largas depresiones y días enteros sin dirigirme la palabra.

Ya tenía todo bien atado de antemano, para que ni un presunto divorcio o una denuncia tan siquiera, salpicase mi meteórica carrera, o pudiese hacer mella en mi economía personal.
Ella juró por lo más sagrado que se vengaría de mí costase lo que le costase. Me reía en su cara al igual que me congratulaba cuando se lo comentaba a los amigos de juergas y trasnochadas o a mis eventuales amantes.

Yo me salía con la mía siempre y a pesar de todo. Esa bruja no me cazaría en sus redes de mujer amargada y resentida que pretendía que siguiese un guión ordenado según su mentalidad pacata e insulsa de fiel esposa entregada.

Como era de esperar y al cabo de los años, hizo lo que se presuponía que iba a hacer tarde o temprano: Pedir el divorcio interponiendo una denuncia en toda regla. Quería sacarme hasta la cerilla de los oídos; pero para eso tenía yo a mi flamante abogada, a la que conocí en el bufete al que acudí para asesorarme sobre el caso que se me presentaba.

No quería pagar ni un euro a la arpía, y la estrategia a seguir iba a llevarse a cabo en el juicio pendiente que tuvo lugar una mañana como la de hoy. Mi abogada había desarrollado un plan para evadirme de toda responsabilidad utilizando toda suerte de vericuetos legales a mi favor que me exonerarían de abonar ninguna cantidad pecuniaria por eso de no tener hijos a los que mantener. Saliendo por otra parte de rositas, de la trampa que presuntamente me quería poner la víbora de mi ex.

Verla en el juicio que se instruyó y mirarla a la cara, fue todo un espectáculo, resultó una gran satisfacción y más, cuando después de las conclusiones y el veredicto del juez vi pintada en su rostro la decepción al no haber conseguido absolutamente nada.
La jugada perfecta tuvo lugar, y vi como sus ilusiones por arruinarme la vida quedaban en una frustración desmesurada cuando mi abogada defensora supo presentar pruebas falsas pero bien urdidas, haciéndola incluso parecer culpable de infidelidad y acoso...

Todo estos recuerdos de ese día memorable de hace unos ocho años en las que gané una batalla más, quedando impune, me han hecho sonreír de nuevo al entrar hoy por la misma puerta, flanqueado por mi imponente, eficiente y apasionada abogada personal. Con una autocomplacencia que se me puede leer  en el rostro al saberme libre de antemano, de las acusaciones de unos estúpidos indignados del ayuntamiento, que me acusan por apropiarme de fondos públicos. 

Quejas, insultos, improperios y abucheos a mi paso. Me entran por un oído y me salen por el otro, eso no me va a hacer sentir culpable, aunque a fe lo sea ¡Y mucho!

Después de echar un vistazo rápido a la sala, la veo allí sentada con cara de pocos amigos y con una sonrisa torcida y lobuna que no presagia nada bueno para mi persona.
Al instante, se me caen los palos del sombrajo a la par que el alma a los pies.
Al final la mala pécora consiguió su propósito. Aprobó las oposiciones, y recordé de sopetón que para mi desgracia, dichas oposiciones eran para juez de lo penal-administrativo. 

Y allí estaba ella, vestida como viuda negra, sentada en lo alto del estrado, dispuesta a destrozarme y hacer de justicia ciega... ciega de odio y sedienta de venganza, de esa que se sirve fría y está a punto de ser aplicada en mi contra, en forma de instrucción judicial con todas las de la ley.
Esta vez presiento, que no saldré airoso como la primera en la que me enfrente a esa mujer, de la que no me dio tiempo a conocer en todas sus facetas. 




Derechos de autor: Francisco Moroz



lunes, 6 de marzo de 2017

Deseo concedido




Cerró los ojos y sopló las velas, y se vio casado con la atractiva compañera del instituto que le gustaba, con la que tenía dos niñas caprichosas como ella, y cuyas necesidades materiales le hacían trabajar de sol a sol como un esclavo, haciéndolo renunciar a su tiempo libre.

Después las frecuentes discusiones, las infidelidades por parte de la pareja y el divorcio. Los juicios, la pensión desorbitada, el insomnio, el estrés, los problemas de autoestima, el psicólogo, el alcohol y el abandono absoluto.

Abrió los ojos y encendió las velas para volver a apagarlas. Cambiaría el deseo. 
No fuese que el anterior se hiciera realidad.



Derechos de autor: Francisco Moroz

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