Cuanto fuego y cuanta
guerra
cuanta
destrucción y plomo.
Cuanto
corazón partido
cuanto
fratricidio y morbo.
Los pueblos
no son culpables
son las
fronteras y el odio,
el odio que
es como un virus
que se
extiende entre unos pocos.
Aquellos que
lo contagian
con arengas
temerarias.
Los que se lanzan soflamas
que se
convierten en armas
intercambiadas
por oro.
Dejarán
rastros de crimen
y campos de
refugiados.
Ciudades
llenas de escombros,
desesperadas
mareas
y países
enfrentados.
La cizaña
ya se extiende
el trigo
muere entre abrojos.
Las victimas
van llegando ,
con dolorosos pasados.
Hay muertos
en nuestras costas
pero no nos
inmutamos.
No nos
importa la sangre
mientras la
derramen otros.
Descansamos relajados,
con la
conciencia tranquila
y cerrando bien los ojos.
No nos
concierne el problema
los enemigos
son pocos.
No
escuchamos las noticias
que trasmiten, que denuncian.
Tenemos nuestros problemas
y hacemos
oídos sordos.
No opinamos,
no sabemos,
callamos por
no implicarnos,
nos evadimos del todo.
Es sabido
que al que habla
lo tachan de
reaccionario.
Los pueblos
no son culpables
son las
fronteras y el odio,
también los
que estamos quietos
con las
conciencias dormidas.
Callados,
ciegos y sordos.
Y
no como sabios monos.
Sí como necios humanos.
Sí como necios humanos.
Derechos de autor: Francisco Moroz