viernes, 8 de septiembre de 2017

Normas de convivencia




La casa ha comenzado a llenarse de hormigas desde que el inquilino desapareció.

Me alertó el que dejará de ingresar el alquiler en mi cuenta corriente.
Ha dejado atrás perchas con ropa usada, productos de limpieza e higiene personal, un par de zapatillas bajo la cama y una maleta vacía.

Le prohibí hacer reformas y aún así, veo restos de argamasa y ladrillo en una de las habitaciones. Justo donde va a parar, la interminable hilera de himenópteros que campan por sus respetos saliendo por el balcón con lo que parecen ser ¿Trocitos de carne?

¡Me va a oír este individuo cuando me lo eche a la cara!


Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 4 de septiembre de 2017

Veladas excitantes






En un principio no quería y se resistía, pero terminaba por ceder a la tentación como Eva. Se dejaba arrastrar por sus dos demonios preferidos. 
Se dejaba llevar por la pasión más desenfrenada que jamás hubiera podido concebir. Se prometía una y otra vez que esa sería la última, pero volvía a reincidir a pesar de los avisos que le enviaban su cuerpo y su mente. Por las noches necesitaba descansar, pero se empeñaba en alargar esas estimulantes y apasionadas veladas 

En el comienzo todo era negación por un lado, por el otro, reafirmación de sus convicciones más arraigadas basadas en el conocimiento de sus debilidades y limitaciones.
Al inicio se opuso con obstinación a ser seducida por ellos y luchó contra sus apetencias básicas, sus ganas, su deseo, el placer que presentía iba a recibir, y su hedonismo desaforado.

Pero sucumbía a su naturaleza de mujer sensible y emocional, al instinto más primitivo, salvaje y básico de su ser. Se dejó arrastrar por el primero, como por la marea. Impulsada por su fuerza, su color moreno, sus dulces maneras y las excitantes expectativas de saber a ciencia cierta, que le dejaría un buen sabor de boca después de disfrutarlo con calma. Y por añadidura sabía presentarse deseable y caliente.
El otro la entretenía con su culto bagaje. Tenía un cuerpo contundente y era capaz de calmar sus ansias. En cuanto la abrazaba se sentía en paz, sosegada. Recuperaba la calma al instante. Además sabía contarle unas historias que eran capaces de transportarla a otro plano existencial.
¡Tal era su virtud! que conseguía que ella se desnudase, entregándose entera, dejándose poseer por él sin limitación alguna.

A ella siempre le gustó lo de hacer tríos aunque lo negara por temor al escándalo y al qué dirían los que se enterasen de sus encuentros nocturnos.
Pero sobre todo, ocultaba con celo la certeza de querer ser siempre la protagonista de esas relaciones tan contundentes, placenteras y continuadas. Le gustaba ser la que recibiera todo el placer de esos intercambios tan esperados como deseados.

Todo lo que empezó como un entretenimiento se había convertido en una necesidad física y emocional en la que cada vez se implicaba y daba más de sí misma, hasta el punto de sentirse muchas veces abducida, perdiendo el control del tiempo que pasaba con sus amores. 
Se sentía el personaje principal, siempre en medio de los dos: Del café que la excitaba y de un buen libro que se le entregaba entero para su deleite exclusivo y personal.


Sabía que lo pagaría más tarde con desvelos, cansancio y nerviosismo; pero era inevitable. Era tan voluble a esas intensas aventuras nocturnas que no estaba dispuesta a renunciar fácilmente a ellas.



Derechos de autor: Francisco Moroz


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