lunes, 4 de junio de 2018

El olvido de la Parca





La muerte se ha olvidado de nosotros, ella que corría tras nuestros pasos y nos llenaba de miedo con su nombre.

Ella que nos acechaba y nos emboscaba para sorprendernos en un descuido por si podía arrebatarnos la vida. El tesoro más deseado por su codiciosa guadaña.

Ahora que reposamos, es cuando no muestra interés alguno por nosotros. Desentendiéndose, ignorando nuestra presencia quieta, fría y desolada.

Ahora que nuestros huesos blanquean la fosa del campo santo, es cuando pasa de largo y se niega a hacernos compañía.

Derechos de autor: Francisco moroz

miércoles, 30 de mayo de 2018

Mi pequeño hombrecito




Hoy domingo es un día especial, celebramos el cumpleaños de nuestro pequeño Fabián.

Mientras preparo la tarta rememoro aquellas etapas de su niñez pasada en la que fuimos tan felices, tanto su padre como yo. Sus primeros balbuceos y llantos, los biberones trasnochados y de madrugada. Los juegos compartidos tirados en el suelo de su cuarto, las pataletas cuando lo llevaba al colegio.

El día en que dio sus primeros pasos,  fue en el que nos hizo sentirnos tan orgullosos; pues era la señal de que empezaba a valerse por sí mismo, a descubrir su autonomía y a depender menos de nosotros.

El tiempo pasa inexorable sin tener en cuenta el sentimiento de los padres, no queremos que los hijos se hagan grandes, pues presentimos el peligro que corren lejos de nuestro amparo y nuestros brazos protectores. Tememos las malas compañías y los entornos conflictivos en los que ellos se habrán de valer sin nuestros cuidados.

Pero gracias a Dios Fabián es muy responsable y él sabe que en casa tendrá siempre a su madre que velará por su bienestar. Se siente a gusto conmigo y apenas sale de casa. Lo justo para ver a sus amiguitos, para compartir con ellos alguna fiesta.

Ahora mismo está en la cama, esperando a que vaya y le despierte con un achuchón y algunos  besos en los mofletes. 
Hoy es un día de celebración y alegría, pero sin embargo siento tristeza al recordar todo lo que ya ha pasado por nuestras vidas, sabiendo que muchos momentos entrañables y algunas personas ya no volverán; como por ejemplo su padre que nos abandonó prematuramente, agotado por tanta responsabilidad, cansado de trabajar de sol a sol para mantener a la familia.

Estoy segura, que en el instante en que mi pequeño sople las velas se me encogerá el estómago y se me hará un nudo en el corazón al adquirir conciencia de que llegará tarde o temprano ese día en que decida abandonar el nido, con deseos de formar su propia familia y un nuevo hogar. En esa coyuntura, sentiré como un puñal me traspasa las entrañas y por ello no deseo que llegue nunca.
Tendré que hacer un esfuerzo para que él no detecte que he llorado ni me vea apenada a causa de mis negativos pensamientos.

Me seco las manos en el mandil y agarro las muletas para dirigirme al cuarto de mi hijo y despertarlo con delicadeza y cariño. Son las doce y cuarto del mediodía, y si me descuido se le va a juntar el desayuno con la comida.

Cuando abro la puerta y subo la persiana me doy cuenta que su sueño es profundo; me acerco quedito y aparto sus muñecos de peluche, le doy unos cuantos besos, y cuando abre los ojos le sonrío y le abrazo con la fuerza que me deja mi artrosis y el dolor de espalda.

Y mientras se despereza le digo: -Buenos días ¡Feliz cumpleaños mi niño!
y observo confusa, las arruguitas que se le formaron en la frente y que junto a unas ojeras que le llegan al suelo, fruto de la trasnochada del sábado con los coleguitas del barrio, le hacen parecer mayor.

No en vano mi niño se está haciendo todo un hombrecito, creo recordar, a pesar de que he perdido mucha memoria, que hoy precisamente cumple cincuenta y seis añazos…

¡Ay! sin darnos cuenta como  se nos escurre el tiempo entre los dedos.




Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 28 de mayo de 2018

Divino tesoro





Cuando éramos jóvenes no teníamos paciencia ni límites a la hora de afrontar los retos cotidianos. Nos precipitábamos en la toma de decisiones sin dudar si la elección era arriesgada.

Estas son las palabras que transmito desolada a la paciente cajera del híper-mercado, mientras con manos temblorosas cuento las monedas despacito, una a una, y le pregunto sobre la conveniencia de haber seleccionado la leche sin lactosa y los yogures con bífidus activos, y de paso, explicándola con detalle parte de los achaques que sufro en silencio.

Derechos de autor: Francisco Moroz



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