lunes, 27 de enero de 2020

El orden del día





En el ascensor.

–No me apetece nada tener que ver de nuevo al animal del Primero-A. Menudo gallito de corral que está hecho, siempre vigilante de su corte de gallinitas a cuál más clueca y fea.

–¡Claro! de tal palo tal astilla, que la madre no es ninguna joya pulida, es una ¡Co,co,cotilla! que cacarea cualquier rumor del vecindario, exagerando y adornándolo con elementos de su propia cosecha. A lo mejor “Don gallo” no quiere darse cuenta que ya tiene a la zorra dentro del gallinero. Que las hijas tampoco son unas santas. Esas sí que han sido pulidas.

–Joé como os pasáis. ¿Pero qué opináis de la del Primero-C? Tampoco la perdáis de vista.

–Yo la conozco como la vaca.

–Pero si es flaca como sarmiento y más plana que una torta gazpachera.

–La denominación se la he puesto porque tiene ¡Muuuu! mala leche la ¡Muuuu! jodía, ya sabéis, siempre sembrando discordia como buena cizañera que es.

–Y además su marido le pone los cuernos con la ¡Co,co, cotilla! Del Primero A.

–¡Mira! Eso no lo sabía, y mira que estoy al quite de lo que pasa en el rellano.

–¿Y qué me decís de los del Segundo-D, los que viven de alquilados?

–Que son una piara de cerdos de mucho cuidado, que yo creo que no saben lo que es el agua y que van dejando a su paso más rastro que una página pornográfica en un historial de internet. Gruñendo cuando se les llama la atención y berreando como gorrinos en día de matanza cuando hacen coros, con la música heavy que ponen a todo trapo y a cualquier hora.

–Y dios nos libre de los del Segundo-B. Él un vago redomado que como perro que es, se pasa todo el día tumbado a la bartola o en el bar, sin mucho afán de buscar trabajo.

–Y que ladra más que habla, cuando no está de acuerdo con la mayoría, creando polémicas innecesarias en las reuniones.

–¿Y su pareja qué? Doña perfecta. Sin mácula, como la virgen María, que únicamente se relaciona con quien la reverencia y le baila el agua. Menuda perra está hecha con esas ínfulas de superioridad. Ni que fuera la condesa del “Porlosco”.

–¿A esta también se la pule el del Primero-C?

–Pues no te extrañe, menudo verraco en celo que está hecho ese…

En el portal.

–¿El del Tercero-A no trabajaba en la construcción?

–¡Sí! presumía de ganar un pastizal, pero eso fue antes de la crisis. Después vino el despido y tuvo que vender el chalet adosado para venirse a vivir a este edificio.

–Pues el dinero no le dio educación ni cultura. La prueba es como rebuzna el muy asno a su pobre mujer y como ignora los saludos de los vecinos en la escalera. Lo mismo que un borrico.

–¡Ja, ja, ja! Eso es por la carga de la frustración que arrastra como mula.

–¿Bajará hoy el patoso del Tercero-C?

–¿El tartaja que no se entera de la misa la mitad?

–Ese mismo, el "pato Donald". Hay que repetirle todo por activa, pasiva y perifrástica. Es un cansino de mucho cuidado que retrasa todas las reuniones. Siempre con sus ¿Cua, cua, cuándo hay que pagar? ¿A cua, cua, cuánto asciende la cuota? ¿Cua, cua, cuáles las causas de la derrama?

–El que me mosquea es el ganso del Segundo-A.

–¿A quién te refieres a ese que vive solo y que tiene más pluma que un palomo cojo?

–¡Ese, mismo!

–Pues menudas yeguas entran en su casa, parecen modelos de pasarela.

–No te fíes, también entran pavos muy vistosos.

–Bueno a ver quién aparece en la reunión de vecinos hoy, que después se quejan los que menos participan después que somos pocos los que hablamos y lanzamos propuestas.

–Es cierto, solo protestan en “Petit comité” como viejas del visillo.

–Y ponen en entredicho lo que decidimos los demás. ¡Menuda fauna! ¡Solo saben criticar al resto! Habrá que cantarles las cuarenta algún día y dejar las cosas claritas.

–Parece que baja el ascensor…

–¡Hola vecinos, muy buenas tardes! ¿Qué tal todo?

–¡Bien bien!

–Que estábamos hablando aquí, que de hoy no pasa. O lo solucionamos ya en esta junta o esto se nos alarga en el tiempo.

–¿A qué os referís?

–A cambiar de administrador de una maldita vez.

–¡Justo de lo que veníamos hablando en el ascensor! ¿Verdad?

–¡Verdad, verdad! ¿Y cua, cua, cuándo le comunicamos la decisión?

–Pues hombre ya iremos viendo sobre la marcha a ver quién le pone la puya al toro..

–Es que menudo inútil que está hecho. Si hiciera su trabajo en vez de convocarnos a tanta reunión otro gallo nos cantaría. Por cierto ¿Qué tal su mujer y sus preciosas hijas?

–Bien gracias. ¿Y a usted cómo le fue la entrevista de trabajo que tenía pendiente esta semana?

–¡Shsss! Ya viene por ahí el administrador de la finca.

–Hoy nos rebelamos y lo mandamos al carajo ¿Eh?

–¡Mirad! Trae la misma cara de un buey gallego tirando de un carro…

 Mientras se va acercando, el administrador piensa:

–¡Madre mía! Esta comunidad es como la granja de George Orwell. Y estos, un rebaño de cabrones dispuesto a ponerse de acuerdo para complicarme la vida. Tengo unas ganas de jubilarme para irme a vivir a la casa del pueblo. Al menos allí estaré entre borregos de verdad.

–¡Buenas tardes señores! Veamos el orden del día.


Derechos de autor: francisco Moroz




viernes, 24 de enero de 2020

Mucho garbanzo suelto






Se me acumulan los garbanzos, las lentejas y las judías, pareciera que las legumbres hubieran invadido la casa. Sin embargo otros alimentos antes habituales en la cocina han desaparecido. El jamón, los chorizos, los huevos, el queso y hasta la leche de vaca ¿Será cosa de magia?

¡Pues no! la culpa es solo de mi hija y de esa nueva forma que tiene de no comer; la dieta vegana, esa que consiste en no comer casi de“ná” y en la que te quedas casi siempre con gana. 
Creo que esto es peor que el ayuno y la abstinencia. Yo le añadiría a esa palabreja una "n" entre "ve" y "ga" y una "z" antes de la última "a". "Venganza"
Algo le habré hecho a la niña para que me haga víctima con los daños colaterales.



Derechos de autor: Francisco Moroz

domingo, 19 de enero de 2020

Durante el mes de abril





Sus hijos sospechábamos que la perdió a mediados de abril del año pasado, pero ninguno podía certificar que así fuera en realidad; por ello cogí un álbum de fotos familiares que tenía en casa y empecé a hojearlo con detenimiento.

Sí, en las primeras fotos todavía aparecía adornada con ella, bien bonita, muy cerca de papá, de la mano los dos. Se les veía pletóricos y felices, con un brillo especial en la mirada que parecía hablar por sí sola de todo el futuro que pretendían construir juntos y cómplices. En un blanco y negro que no opaca la luminosidad que irradian ambos.

Se repite durante las siguientes hojas, hasta llegar a las que aparecen mis hermanos, mayores que yo. Dos varones mellizos que a parte de sus trastadas, eran dos cachos de pan de los que sentirse orgullosa, y eso lo certifican las imágenes en las que aparecían inocentes, retratados en un estudio fotográfico y en esas otras sacadas en entornos naturales, casas rurales, a la orilla del mar, o en el pueblo de los abuelos. Los cuatro unidos por el vínculo no solo de la sangre; algo más fuerte que parecía habitar entre ellos, de la misma manera que cuando llegué yo a sus vidas; la tercera en discordia, la pequeña. La niña de sus ojos y el juguete preferido de mis hermanos. A la que hacer rabiar escondiéndole los juguetes o utilizar como princesa prometida en sus juegos de piratas y caballeros.

Y con la misma rapidez que voy volteando las páginas del álbum pasa la vida, y nuestros padres seguían apareciendo rodeados de nosotros tres, siempre cómplices de abrazos o besos. Esas manos sobre los hombros y en la cintura de los otros o colocando esos rebeldes mechones de pelo cano de nuestros progenitores para que salieran guapos.

Siento, como el amor incondicional me desborda. La sensación vibrante que no se ve, pero que se percibe con tal intensidad que todavía hacen que me conmueva cuando las visualizo. Impresiones en tinta de color, donde el flash dejó atrapados para la posteridad no solo gestos, personas y paisajes. También recuerdos que se entrelazan en un antes y después del disparo de la cámara que marcaron mi bagaje personal.

La historia sigue adelante, según yo voy dejando el pasado atrás, según paso las hojas y me acerco al presente, donde empieza a haber personajes nuevos que llegaron. Unos para quedarse en el entorno íntimo de la familia, otros eventuales, como pasajeros de un tren al que subir y del que apearse. 
Las parejas de mis hermanos, sus hijos. Mi pareja y los míos. Todos, ampliando un grupo que suma y sigue. 
Pero la misma vida que te da y te añade al principio, empieza a restar y a quitarte con el paso de los años.

Se ven las sillas que dejaron vacías los abuelos, huecos que ahora ocupa el aire frío de la ausencia. Espacios que se les reserva mentalmente al ser añorados. Se despidieron para siempre dejando huellas indelebles en las almas que nos habitan.
De la misma forma están desocupados los lugares de los que se van lejos por necesidad, pero que cuando regresan de vez en vez, los llenan con nuevas experiencias y emociones distintas. Siempre dispuestos a celebrar el encuentro, cualquier cosa que sirva como excusa para estar juntos y seguir compartiendo. 

Cuando por fin mis dedos se detienen como en una leve caricia sobre el rostro de mi padre en una de las últimas imágenes en las que aparece, me doy cuenta, que es poco después de aquello que mi madre sufrió su pérdida. 
Mi padre nos abandonó después de una penosa enfermedad, durante la cual, y a pesar del íntimo dolor, todavía nos fotografiamos juntos los que pudimos estar a su lado. Alrededor de la cama donde convalecía, en su sillón preferido, sentado a la mesa con la mirada perdida.

Ahora veo a mi madre en los más recientes fotogramas, y puedo asegurar sin temor a equivocarme que ella perdió su sonrisa durante el mes de abril. Soy consciente que aunque las fotografías son en color, vuelven a predominar en su rostro como sin querer, los tonos grises.


Derechos de autor: francisco Moroz


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