Nos han mandado en la escuela escribir una redacción, algo sobre nuestra familia.
¿Me
puedes ayudar?
Es
que soy pequeño, y no sé que poner para que la profesora quede contenta con lo
que lea, que no te llame después para hablar contigo y regañarte. Pues las veces
que lo ha hecho, te he visto ponerte triste.
¿Cómo
empiezo?
Puedo
escribir que me quieres mucho y me abrazas todos los días como si fuera a ser
el último. Pero que cuando llego a casa, estas como apurada con mi presencia,
como si no te alegraras de verme o tuvieras miedo. Ya sé que a veces soy un
poco trasto, que me cuesta hacer las tareas; pero es que con los ruidos; sabes que
no me puedo concentrar. Aunque cierres la puerta cuando viene papá, oigo los
gritos y las discusiones. No os enfadéis conmigo, pero es que no me gusta que
os disgustéis por mí culpa. Ya sé que todavía mojo la cama por las noches
alguna vez. Pero es que tengo miedo cuando escucho golpes y cosas cayendo al
suelo. Seguro que entran hombres malos por la noche, cuando nos acostamos; eso
no se lo contaré a los compañeros porque se reirían de mí, y ya se meten
bastante conmigo. Me llaman faldero y enmadrado cuando me acompañas hasta la
puerta de la mano. Me empujan y me dan patadas en las espinillas. Pero no me
duele; lo que me fastidia es cuando me quitan el bocadillo. Sé que te levantas
muy pronto para prepararlo y no me gusta que se lo coma otro sabiendo que lo
hiciste pensando en mi.
Pues eso, que cuando entran esos hombres
malos, yo me tapo la cabeza con la almohada, pero aún así escucho ruidos de
riña. Seguro que es papá peleando con ellos para echarlos fuera de la casa.
Pero
todo el miedo se va cuando me despiertas por la mañana con tus buenos días
llenos de besos. Me siento importante cuando me llamas vida mía, pero tienes
siempre la cara mojada de lágrimas y las gafas de sol puestas. Y si te pregunto
extrañado, me contestas que para estar más guapa. Sabes que eres guapa aunque
no te las pongas mamá.
¿Qué
pongo en esta redacción?
¿Que
a papá no le veo porque trabaja mucho y llega a casa muy tarde?
No
me hace tanto caso como tú; dice que soy un hombre hecho y derecho y que con
tanta caricia me voy a volver una maricona; que no sé lo que es eso.
Algún domingo, me pone la mano en la cabeza y me despeina, y me llama colega y me lleva al bar donde están sus amigos, y me tomo una Coca cola. Yo creo que me quiere, pero cuando está enfadado me asusto porque pone una cara rara como de rabia, y roja como la luz del semáforo que me avisa que no debo cruzar y me mira con los ojos pequeños, esos que pone como los chinos. Y mientras se pone así de feo, me llama consentido y mimado.
Eso
tampoco lo voy a poner, porque no quiero que se entere y se enfade y te agarre
fuerte del brazo por mi culpa y te deje unas manchas moradas que no me gustan. A
mí me gusta el azul, como el cielo que vemos cuando vamos al parque y monto en los columpios.
Lo
que si voy a escribir es que cuando sea mayor me voy a comprar una casa para
que te vengas a vivir conmigo. Y un perro grande para que nos cuide a los dos. Papá
no creo que quiera venir con nosotros, porque nunca estamos los tres juntos. No me importa, tú estás más
contenta cuando él no está.
Bueno,
también voy a poner que quiero mucho a los abuelos que de vez en cuando vienen
a cuidarme cuando tú te vas a tomar unos cafés con tu amiga, la enfermera del
hospital. A veces es un café muy largo, porque tenéis que hablar muchas cosas
importantes; porque tardas mucho. Incluso alguna vez, tres o dos días o así, y
yo te echo de menos y lloro. Pero el abuelo me hace magia y saca caramelos de
mis orejas y la abuela me arropa por la noche y me da unos besos parecidos a
los tuyos. Y se ríen cuando digo tonterías y hago muecas.
Vale
mamá, yo me siento aquí en la silla con el boli y tú me dices lo que puedo
poner para que la profe no me pregunte después cosas que no entiendo y me ponen
nervioso; como que si papá me pega. Porque papá no me pega. Nos quiere mucho a
los dos ¿A qué si?
Si
no escribo la redacción tampoco pasa nada, mañana no voy al cole y le dices a
la directora que estoy un poco pachucho otra vez, con fiebre y mocos.
¿Y
ahora por qué lloras mamá? ¿Es por mi culpa?
La inocencia del niño no le deja ver la cruda realidad que se esconde detrás de las apariencias. De mayor lo acabará comprendiendo, pero quizá ya sea demasiado tarde para salvar a su madre de las garras del maltratador.
ResponderEliminar¿Cuántos niños habrá que vivan la misma experiencia?
Un abrazo.
Qué relato más duro, por dios. Y pensar en la cantidad de casas que se dan esas situaciones y los muchos niños que vivirán una infancia similar, entre el miedo y el desconcierto, pone los pelos de punta. Muy bueno y escrito con mucha ternura.
ResponderEliminarUn beso.
Para un día como el de la Madre que celebramos ayer el relato se las pinta él solo. Madre mía, qué penita más grande me da esa familia, en especial esa madre que sufre lo que no está en los escritos por culpa del chulo de su marido. Me da mucha pena el niño porque en su inocencia desea querer a sus dos progenitores aunque algo ya le dice que mejor estar soles él y mamá porque papá grita, aprieta fuerte el brazo y obliga a mamá a que se esconda detrás de unas gafas oscuras, ¿por qué será?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Javier
Un duro relato de una realidad muy dura que en muchos hogares estoy segura que se da.
ResponderEliminarPobre criatura, cuando crezca y conozca la realidad va a ser muy duro y lo angustiante es que ya nada podrá hacer solo odiar a su padre de por vida, y alejar a su madre de una vida dura muy dura, eso si, el daño de esa pobre mujer es de por vida, el único consuelo su hijo, que triste.
Un abrazo.
¡Qué preciosidad! Con la sencillez de un niño, pero con suma crudeza, has mostrado el maltrato y la violencia a la que se enfrentan muchas mujeres y sus hijos. Una auténtica delicia y toda una denuncia.
ResponderEliminar¡Chapeau!
Un beso.
Me ha gustado muchísimo. Y además acoso en el colegio. ¡Pobre protagonista! Un abrazo.
ResponderEliminarClavas el punto de vista de un niño cuya redacción llena de dudas no deja lugar a ninguna duda: desde su inocencia, intuye que algo no marcha bien en su familia.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Hola, Francisco! Joder, con perdón, desde luego nos has retorcido el nudo de la garganta y anegadas las cuencas de los ojos con este niño al que la vida desde luego le debe una infancia. Estremece visualizar ese momento del niño hablando así a su madre. Jo, es que pone los pelos de punta... Magnífico relato, Francisco. Un abrazo!
ResponderEliminarPobre niño, cuando piensa que son ladrones los que entran por la noche y su padre pelea con ellos. Escalofriante relato de una cruel realidad.
ResponderEliminarAbrazos.
Por favor, Francisco. Casi no puedo ni terminar de leerlo. Rompe el alma, y te deja el corazón hecho pedazos. Qué injusto, y cruel, los niños no deberían perder la inocencia, ya habrá tiempo de que empiecen los miedos y la edad adulta, pero no antes.
ResponderEliminarY las has escrito con tanta ternura, ufff… qué duro.
Un beso enorme.