Un anciano caballero de 90 años recién cumplidos con mucho recuerdo en su memoria,casi tanta como años pesan en su encorvada espalda, se empeña en celebrar continuamente la vida que le toca.
La excusa puede ser nimia y el motivo peregrino, el más pequeño acontecimiento es celebrable a su entender, pues a estas alturas de la película y sin saber lo que le queda por patear esta tierra, se agarra a la felicidad de poder rodearse de los más queridos y reír y cantar y conversar a viva voz, sin cortapisas, ni prohibición que ponga límites a las ganas de querer y sentirse querido, compartiéndose todo él, con los suyos.
Otro abuelo de 89 reseñables aniversarios, de pelo blanco y sonrisa infantil, me dice en su lucidez diáfana de buen seso, cuando el ominoso muro del olvido llamado Alzheimer le deja un respiro: Que todas las mañanas al abrir los ojos, debemos agradecer un día más al creador, se llame como se llame, esa nueva oportunidad que se nos concede para corregir los errores cometidos y restañar heridas infringidas, decir todo lo que amamos y respirar a pleno pulmón el aire que aún nos toca por respirar en este reparto de suerte tan inestable llamado vida.
Y es que hoy somos y mañana no, y de nada sirve que nos recuerden cuando hayamos partido como lo que fuimos o pretendimos al menos ser; marcharemos desnudos igual que cuando nacimos, partiremos solos allá a donde vayamos sin nadie que nos acompañe al más allá o a la vuelta de la esquina para no regresar, y dejaremos alguna estela como el barco que parte de puerto, pero hasta estas se difuminan en la inmensidad de las aguas de la endeble memoria de los deudos, cuando la heredad es repartida.
Es condición inapelable de la vida: la muerte, el que viene acá sabe que deberá partir tarde o temprano y de forma inesperada, de manera impremeditada a no ser que provoquemos la partida, y eso en mentes sanas no es factible.
De nada servirá pues, demandar a la "Parca" un poquillo más de tiempo para despedirnos de lo que dejamos, y esta que es flaca y vieja como la historia del hombre, también lo será sorda a tales demandas caprichosas.
Por eso mismo y como el tiempo pasa irremediable por nuestra piel y nuestra alma, nos pongamos como nos pongamos, dejemos de una vez por todas de hacer posturitas ocasionales de promesas lanzadas cual oriflamas al sol, e incumplidas al rato siguiente por nosotros mismos alegando falta de motivación o precisamente de ese tiempo para realizarlas, el mismo que se nos escurre como arena entre los dedos cada vez que tomamos aliento.
Condenados a muerte estamos desde que nacemos y en esto no hay negociación que valga.
Aprovechemos pues:
Los ratos jubilosos de alegría que son pocos.
Los momentos de felicidad que son menos.
A las gentes que se cruzan en nuestra ruta que es mucha.
A las personas entrañables y queridas, que son contadas con los dedos.
Disfrutemos:
Del camino y del paisaje, del viento la lluvia y los tornados, la tormenta, la brisa y los días luminosos.
Y me refiero a los de dentro y a los de fuera de nuestro cuerpo.
Gocemos:
De los pequeños placeres y detalles que nos depare el destino.
Sepamos avanzar el doble cuando tropecemos y no caigamos, y si cayésemos, a levantarnos con premura y seguir rumbo norte.
El pasado siempre será lo que dejemos atrás como presente vivido en el momento en que lo hicimos, y el futuro se convertirá en presente en el instante que lo alcanzamos. Con lo cual no viviremos nunca de pasado ni futuro y si en presente continuo.
Los antiguos, que en esto de pensar y filosofar nos llevaban amplia ventaja, resumían todo con un latinajo de los suyos:
"Carpe Diem quam minimum credula postero",
que viene a decir algo así:
"Vive el momento y desconfía del mañana".
¡Por cierto!, hay una película circulando por ahí titulada: -In Time- que merece la pena ser visionada por lo que nos haga recapacitar sobre el tema aquí tratado.
El tiempo como moneda de cambio:"El tiempo es oro", el tiempo codiciado y la ambición de la eterna supervivencia.
Señoras, señores, lo de los cursos de inglés y las dietas utópicas de principio de año están muy bien como promesas incumplidas, pero no dejen de sonreír, de ser amables y tolerantes con los demás y consigo mismos, sean pacientes, generosos, comprensivos y muchas más cosas siempre en positivo.
El tiempo pasa y lo que nos llevaremos será lo que amemos y compartamos, lo demás se queda:
Las carreras, los títulos, las Master-Card y los bienes conseguidos.
El reto es el siguiente: si nos han de recordar, que lo hagan como:
- Los que nacimos llorando mientras los de alrededor reían y se marcharon sonriendo mientras los de alrededor lloraban -
Asegurándonos de dejar huellas profundas en las sendas recorridas a lo largo de nuestra propia historia.
Y encontraremos por añadidura todas las excusas habidas y por haber para celebrar que respiramos un día más.
Dedicado a esos dos viejitos tan queridos.