sábado, 2 de mayo de 2015

Miedo a la oscuridad





Desde pequeña era verdadero terror lo que sentía cuando mi madre, me cubría con el cobertor y después de besarme y desearme las buenas noches apagaba la luz. Todo mi cuarto quedaba sumido en la tiniebla más absoluta y atroz y yo creía morir.

Mis ojos veían seres agazapados en las esquinas y me imaginaba criaturas acechantes debajo de la cama y metidas en el armario. Asesinos esperando el momento idóneo para atacarme e infligirme sufrimientos inusitados antes de acabar con mi vida.


Todo ese pavor y desasosiego se acababa cuando alertada por mi llanto o mis gritos, mi madre acudía a mi para consolarme y disipar mis miedos, haciéndome ver que todo eran sueños e imaginaciones mías. Rodeándome con su abrazo y propiciando mi sueño tranquilo.


Esta noche no iba a ser una excepción. Estaba desesperada desde que había oído ese, casi inapreciable sonido que podía haber sido originado por cualquier cosa: el aire en la ventana, un animalillo nocturno, el crujir de una viga, o la dilatación de la estructura de la casa, una tubería...¡Cualquier cosa!¡Ese era el problema! que podía ser cualquier cosa; y yo estaba temblorosa a la expectativa, con mi oído atento cual radar de la NASA para detectar alguna consecución o repetición de ese ruido percibido.


Lo volví a escuchar, quedo, como contenido, para no alertarme, pero eso me creó todavía más ansiedad y sudores fríos. 

¡Dios mio! hoy podía ser la noche definitiva en la que mis terrores nocturnos fueran verosímiles y yo tuviera razón. Alguien me acechaba hacía años y ¡hoy, justo hoy! ese alguien quizá consiguiera su propósito de perpetrar su aberrante delito sobre mi persona.

Me encogí debajo del edredón que imaginaba blindado y resistente ante cualquier agresión exterior; falso presupuesto naturalmente, pero consolador.

Ese sonido se repitió pero de manera diferente, un crujido en la tarima de madera del suelo, como pasos disimulados y cautelosos que parecían provenir del largo pasillo. 

Sudaba, tiritaba a la vez a causa de un frío interno que me recordaba a pasadas gripes y temidos exámenes de fin de curso. 

¡Si! Eran pasos lo que percibía ¡Seguro que lo eran! y cada vez más cercanos. En mi cabeza ya oía gritar a la pequeña niña, conformando las dos únicas sílabas que me daban cierto alivio y me salvaban de la sensación de desamparo: ¡Mamá!

¡Justo entonces! oí el esperado sonido chirriante de la puerta mal aceitada de mi habitación, abriéndose despacio, creando esa tensión de película de mansiones habitadas por espíritus y casas fantasmales. Cubículos donde los secuestradores encerraban a sus víctimas; poniéndole para más I.N.R.I, la música de la escena más conocida de Psicosis.


Los pasos mullidos de animal cazador se acercaban a mi cama, como el de los lobos ante las presas acorraladas; mi sangre estaba a punto de verterse, estaba a unos segundos de dejar de existir. Noté su aliento en mi cara cuando se apoyó en el colchón de la cama y oí sus palabras antes de poner fin a mi vida...


Iba a gritar, era lo último y lo único que podía hacer para crear un paréntesis, una reflexión antes de mi inminente final.


...Escuché sus palabras balbucientes, casi susurradas muy cerca de mi oreja: ¡Mamá, tengo miedo!¿Me puedo acostar contigo?

Entonces se hizo la luz en mi confundido cerebro y recordé que trascurridos algunos años, ahora la madre era yo, y mi niña acudía a mí, como yo recurría en el pasado a mi Mamá, cuando el miedo me paralizaba y necesitaba su seguridad. 

Y es que todos necesitamos una madre que nos proteja siempre, de nuestros días más oscuros.


Dedicado con mi más rendida admiración a mi madre y a todas las buenas madres, en los que su día, debería ser eterno como su inacabable Amor.




  Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 29 de abril de 2015

Buscadme



BUSCADME


En las cosas pequeñas cotidianas,
en el latido de vuestro corazón.
En unos ojos pardos,
como los de la mujer que amé.

Entre las ramas de lo árboles,
siendo mecido por el viento.
En los campos labrados del otoño,
en las olas del mar embravecido.

Arriba en el cielo disfrazado de nube,
enredado en su pelo alborotado.
Agarrado de su mano,
tras la letra de una canción inacabada.

Buscadme en un libro que se abre,
en mi poema preferido.
En el álbum de fotos sonriendo,
al lado de los que amé y sigo amando.

En mi sitio preferido:
que siempre fue su regazo.
Cerca de la eternidad,
bien lejos de los fracasos.







Derechos de autor: Francisco Moroz

domingo, 26 de abril de 2015

El lector del tren de las 6:27

El lector del tren de las 6:27











De: Jean Paul Didierlaurent  




Tentado estuve de dejarlo pasar, mi intuición es poderosa a la hora de desvincularme de las críticas promocionales de cualquier libro que aparece en el mercado de forma tan elogiosa.(Lo repito y no me canso)

Lo anunciaban como: "El pequeño libro que vuelve loco a todo el planeta...Una novela imprescindible."

Un poco desaforado grandioso e incluso petulante este anuncio ¿No? ¡Pues si! mucho ruido para mi gusto y pocas nueces. Pero al grano.


Ya de comienzo no entiendo lo del juego de palabras como posible retruécano, con el nombre del personaje principal, que al parecer tiende a causar cierto complejo de personalidad en nuestro protagonista llamado: "Guibrando Viñol". 36 años de existencia durante los que ha aprendido a pasar desapercibido, a ser olvidable y anodino, un ser por otro lado muy normal... ¡eso parece! Pero a mi corto entender una persona un tanto anti-social como para convivir con sus semejantes, y que además solo admite como compañía y única relación a un pez colorado con nombre propio: "Rouget de Lisle"... pues como que no lo puedo calificar como muy normal ¿O si? 


Trabajador de "STRN" (Sociedad de Tratamiento y Reciclaje Natural) una empresa que se dedica a la destrucción. Maneja una "Zerstor 500". Máquina que parece haberse inventado en el mismísimo infierno: Por su peligrosidad, por el ruido que produce su monstruoso motor diésel, y por su cometido: Toda una genocida de libros.


Sus compañeros de trabajo también conceptuables como gente extraña: "Yvon"  un vigilante jurado que habla solamente en Alejandrinos:( Versos de catorce sílabas  y con rima consonante en todos ellos.)

"Brunner" un arrogante y joven pretencioso que aspira a manejar la máquina y que disfruta con su cometido diario. Machista, xenófobo y extremista.


"Giuseppe" que no hace mucho perdió sus dos piernas a causa de un fallo del mastodonte devorador, machacador, escaldador, amasador, y despachurrador de libros; que busca sus dos miembros inferiores con la esperanza de encontrarlos en forma impresa.


Algo de jaula de grillos pensareis, pero iréis entendiendo con el paso sucesivo de páginas.

"Félix Kowaslski" (Me suena a los pingüinos de Madagascar) Jefe tirano y maniático. Ruge, muge, injuria y grita. Parece ser que lo de las conversaciones normales no son una de las virtudes de este energúmeno.


Esta es la cotidianidad de "Viñol".¡Dios!¡que angustia!





Pero en su vida hay algo que hace extraordinario a nuestro personaje: Él, es el lector extravagante de las "Pieles vivas", las hojas sueltas que no han sido destruidas por la "Zerstor" y que el recopila tras cada jornada de forma subrepticia. Y la lectura la realiza dentro del tren que coge diariamente para ir a su trabajo. El tren de las 6:27 y las lee en alto para los pasajeros, que incluso esperan con deleite el gran momento de recitado.


Incluso dos ancianas hermanas le invitan a leer en otro ambiente más selecto con oyentes entregados y críticos. 


En ese mismo tren, "Viñol" encuentra un Pendrive con un contenido inusitado, que irá cambiando  gradualmente  su concepción existencial y la forma de entender el entorno gris y rutinario en el que cohabita.


" Hace poco tiempo descubrí que existía en este planeta un ser con el poder de hacer que los colores fuesen más vivos, las cosas menos serias, el invierno menos duro, lo insoportable más soportable, lo bello más bello, lo feo menos feo, en definitiva, de hacerme la existencia más hermosa." 


"Julie" puede ser el comienzo de una nueva historia.


Se puede decir que la lectura versa sobre un modo de vida monótona y asonante, sin sobresaltos ni aventura ninguna. Algo así como el electrocardiogra hospitalario de un muerto, osea plano del todo y con pitido ininterrumpido. 


Historia sobre gente muy corriente pero un tanto extrambótica como los de la película de "Amelie".Que personalmente nunca llegué a entender a pesar de que me la explicaron, dándome

fundamentos argumentales como las que dan los grandes chefs a sus platos bien de-construidos y más bien de escasa enjundia y cantidad. ¡Eso si! en plato grande y ostentoso.

Una lectura de la que formarán parte como ingredientes algo insustanciales; los pequeños párrafos y lo que podrían llamarse micro-relatos sin ninguna chispa, deslavazados e inconexos, que "Viñol" leerá en el vagón del tren.


Una narración fluída pero lineal y sin un argumento sólido que la sostenga. No me ha convencido en absoluto, aunque pretenda ser una historia positiva que haga el intento de mostrarnos como podemos salir del grupo de gente corriente para convertirnos en clientes de frenopático.


¡Quizá me he pasado con esta apreciación! Pero sinceramente y "como para gustos los libros y los colores". A mí personalmente, y después de su lectura, este, me ha dejado igual que estaba antes de leerlo, y un poco más convencido de que lo normal a lo mejor no es lo que pensamos que lo es.


Todo un fiasco al que no dedico más renglones. Lo cual no quiere decir que probéis suerte y os lancéis al ruedo; os confieso que hay lectores a los que les ha resultado ¡De lo más cool!   


El único mensaje que he podido extraer esta vez de todo el libro que tampoco es muy extenso, y por esta vez es de agradecer. Es esta cita que nos presenta a modo de subtitulo y que reza:



"La gente corriente esconde un mundo extraordinario"





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