Dentro de un abrazo puedes hacer de todo: sonreír y llorar, renacer y morir.
O quedarte quieto y temblar adentro, como si fuera el último.
(Charles Bukowski)
-El día que
una ola salte más de lo convenido, podrá significar que el mar está cansado de
tanto expolio y de tanta basura pegajosa y negra vertida en él.
El año en
que el sol seque los campos y nos queme la piel en exceso, y el invierno nos
escatime la lluvia, y el aire levante los tejados; será quizás la señal
convenida para que vayamos preparando las maletas para mudarnos.
-¡Por Dios
papá! Deja de asustar a tu nieto contándole esa historia de miedo.
-Miedo hija,
será la última imagen que se verá reflejada en los ojos de los que vivan
todavía, sin haber querido escucharla.
Deja unos puntos suspensivos... de suspense, al pasar por su lado como el que no quiere la
cosa, sin necesidad de decir su nombre. Coloca en el aire unos signos de
admiración donde escribe un ¡Te quiero! y tras un punto y seguido. La abraza como argumento de una trama de amor, y dice con los
ojos tantas cosas que no hay letras suficientes, ni adjetivos con los que
calificar tanta pasión (entre paréntesis).
Volverá a
por ella tras la coma, para comérsela a besos, y dedicarla toda su historia tras un punto sin final.
Tengo el
rango de capitán dentro del equipo conocido como L.E.E siglas de
Localización-Ejecución-Eliminación.
Básicamente somos un comando de élite
destinado en misiones delicadas, especializado en tráfico de estupefacientes y de armas.
Mi nombre es
Mario Rodríguez, aunque todos me conocen como Maro.
Nos
encontramos parapetados junto a unos contenedores que se hallan ubicados en un polígono
cerca del puerto. El francotirador está en posición, trasmitiendo la situación
del escenario donde intervendremos en unos minutos.
Se trata de
una gran nave industrial, supuestamente dedicada a la fabricación de vigas de
acero, pero sabemos que tras el negocio tapadera se esconde uno de los mayores
laboratorios de trasformación de cocaína.
-Gorrión llamando
a Maro ¿Me escuchas?
-Aquí Maro,
alto y claro.
-Hay dos
objetivos. Uno en la cubierta de la nave y otro cerca de la puerta. Espero órdenes
de activación de la operación.
El hombre
apostado en el tejado de un edificio próximo es un tirador altamente
cualificado, está a la espera de la orden, y la orden la daré yo. En el momento en que se haya ejecutado, el resto del equipo saldrá corriendo hacia la puerta en el
momento exacto en que les dé la señal con la mano. El silencio será fundamental
para no estropear el factor sorpresa.
Significará
que los dos elementos exteriores que vigilan las instalaciones, han sido abatidos por el fusil M110 de nuestro
compañero.
No sabemos
la cantidad de sicarios que están dentro y las bajas propias no son un componente con el que contamos habitualmente, dado nuestro alto nivel de efectividad en
las misiones.
Alma Mater es la supervisora. Férrea y disciplinaria, la que constata los tiempos en los
que han de desarrollarse las acciones de campo; el factor temporal siempre es escaso
y dependemos de nuestras pericia para dar resolución rápida y efectiva a las
ejecuciones de dichas intervenciones.
Una hora suele ser el máximo permitido. Si no lo conseguimos habremos
esperar hasta la siguiente ocasión.
Tiempo que emplearemos para el entrenamiento en otras
materias científicas ineludibles, y de esta forma poder obtener los permisos
necesarios para realizar estas otras tareas más arriesgadas.
Observo a
través de los prismáticos de visión nocturna que el individuo que se haya en la
cubierta se mueve como con lógica de computadora: unos cinco pasos a la izquierda,
parada, y otros cinco pasos hacia la derecha y de esta forma como bucle
infinito. El de la puerta sin embargo a penas realiza movimientos. Mueve la
cabeza como buscando algo, mientras da caladas nerviosas a un cigarro que
parece no consumirse nunca.
-Gorrión, en
cuanto los tengas en la mira de tu fusil, los neutralizas.
Por los
prismáticos veo caer consecutivos a los dos vigilantes, y levantando el brazo
levemente hago la señal convenida para salir de nuestro parapeto y avanzar
hacia la puerta.
Somos seis
en total, nunca me gustaron los impares.
Gorrión, el
francotirador, por eso de que siempre está en lo alto. El que da cobertura y
cubre las retiradas.
Temple es el
de más edad, serio y eficiente, como caballero medieval de la orden militar de los antiguos templarios, de ahí un apodo tan carismático.
Casamay es
el apellido, su nombre real es Martín. Se caracteriza por su humor irónico y carácter
extrovertido, muy de fiar, como de la familia, los compañeros se refieren a él como "El primo"
“Golem” es el tocho, el grandullón, el que con su sola presencia impone. En realidad se
llama “José”. Contundente y parco en palabras. No media muchas palabras mientras desarrolla sus cometidos.
“Haraél”
tiene nombre de ángel, aunque en ocasiones parezca desatada furia
del infierno. Sólo oírlo gruñir y protestar asusta. Noble y letal. Rápido en la acción como mil demonios.
Llegamos al
frontal de la nave, sin llevarnos sorpresas ingratas, abrimos la puerta sin
necesidad de forzar la cerradura. Me encanta la ingenuidad y previsibilidad del
enemigo.
Al igual que
afuera, la luz escasea, está claro que el negocio no está en la planta principal sino en
el subsuelo, escondido de eventuales intrusos.
El avance se
hace en silencio, enfundados en negro, con chalecos antibalas, cascos de
protección integral, botas militares, y nuestras FN SCAR, armas de asalto muy
efectivas y mortales de necesidad.
Desplegando
la mano indico a mis hombres que paren, y siempre por señas hago que se
desplieguen dos a derecha y dos a izquierda, yo quedo en la parte central.
Barremos la nave comprobando que no hay obstáculos imprevistos para reunirnos en
las escaleras que conducen abajo; de momento ningún sonido llega a nuestros
oídos.
-Alma Mater
a jefe de operación Maro. -Irrumpe la voz por el intercomunicador de pinganillo.
-Sí, te
escucho perfectamente Alma mater ¿Qué ocurre?
-Media hora
para la finalización de la operación asalto.
Miro
nervioso mi reloj.
El tiempo
pasa de forma ineludiblemente rápida cuando te hayas involucrado en algo que te gusta
hacer.
-Entendido,
corto y cambio.
Debemos de darnos
prisa, si no, toda la estrategia desplegada y las horas de preparación habrán
sido en vano; la eliminación de este laboratorio clandestino se podría
malograr.
-Equipo,
-Comunico a los compañeros. –Sólo media hora, hay que darse prisa.
Veo algún
dedo pulgar levantado en señal de entendimiento y comienzo a bajar en
cabeza, seguido de mis chicos, despacio pero sin parar.
El sudor me
empapa, el refugio de los narcos parece encontrarse en el mismo averno, por
el calor y la profundidad de las instalaciones.
Me encuentro
al fin, con una cortina de tiras plásticas que separo levemente con una de las
manos enguantadas.
Mis sentidos
alerta intuyen que el peligro está al otro lado. Y efectivamente justo después
de pensarlo, siento el impacto de una bala en la pared, al lado de mi cabeza.
Me agacho,
nos estaban esperando. ¿Cámaras internas o filtración de información?
No me da
tiempo para reflexionar. Ruedo por el suelo y me parapeto.
El resto de
compañeros se han ido introduciendo en la amplia nave inferior, intentan localizar al enemigo. Nos ponemos el equipo
de visión nocturna y es entonces cuando el fuego graneado estalla alrededor.
Se trata de
un gran almacén repleto de baldas donde se apilan cajas y paquetes de diversos
tamaños. Corremos cada uno hacia un lado intentando buscar refugio tras los bultos
y las baldas. Los disparos silban de continuo, no dan tregua.
Pero es
entonces cuando retomamos la situación y la iniciativa, empiezo a recordar la dinámica de actuación
casi de forma mecánica, como en un baile de salón: Dos individuos a la
izquierda caen abatidos, al igual que otro más que aparece con imprudente entusiasmo por delante.
Avanzamos. Objetivo a las tres en punto. Disparo, y otro cuerpo sale
despedido con el impacto súbito.
cinco minutos son los que restan para finalizar
con todo. Como siempre, a este ritmo no conseguiremos terminar con el desafío.
-Alma Mater
a Maro….
-¡Si lo sé!
¡Cinco minutos!, no me interrumpas, me desconcentras…
Indico a mis
chicos que hay que acelerar el proceso, avanzar y disparar más deprisa,
arriesgando incluso lo nunca arriesgado.
Hoy deberíamos terminar de una vez con
esta pesadilla.
El tiempo
pasa impertérrito, Temple es herido, pero no gime, simplemente cae y sangra; ya
no podemos contar con él, las prisas nunca fueron buenas.
El resto se
despliega, quizás demasiado precipitadamente.
Pienso que a
estas alturas ya tendríamos que tener a la vista nuestro objetivo; pero por más
que disparamos y abatimos, aparecen más secuaces dispuestos a entorpecer la
acción.
Claro que, si no hubiera imprevistos sería aburrido todo el proceso.
¡Bien! Al fondo
se ve algo de luz, debe de ser allí donde se encuentra el laboratorio.
Nuevos esbirros aparecen: tres por delante, uno por la izquierda. Todos caen muertos de forma aparatosa.
En estas estamos cuando“Haraél”
empieza a protestar furioso, pues esto no cuadra con sus expectativas; es como
si los delincuentes estuvieran preparados para sorprenderles en una inusitada emboscada. El enemigo parece oírle y en su descuido le abaten de un certero disparo que le atraviesa el hombro. Aunque esto no impide que siga emitiendo gruñidos desconcertantes sentado en el suelo. Si muere lo hará protestando. Pero hoy no le toca.
Quedamos
tres en pie. Gorrión no cuenta, se quedó en el exterior guardándonos las
espaldas.
Indico a los camaradas un alto para valorar la situación.
-Alma Mater
a Maro te aviso de la cuenta atrás.
-¡Por Dios!
¡Déjanos unos minutos más! ¡Estamos a punto de conseguirlo!...¡Calla!
Tanta
presión no es razonable.
Mis dos
compañeros se ponen nerviosos cuando ven mi cara crispada por los puros
nervios.
¡Ahí! tan cerca y como siempre, con el tiempo jugando en nuestra
contra.
Hablo con ellos y les comunico que lo tendrán que arriesgar todo en una
acción desesperada, casi a ciegas, disparando a diestro y siniestro.
Para evitar accidentes, les indico que iremos juntos, como piña.
Golem asiente
con un leve movimiento de cabeza, Casamay pone el pulgar y el índice juntos, en
círculo.
Salimos a la
de tres chicos.
-Uno, dos….
-Alma Mater
llamando a Maro. Último aviso, aborta la misión o...
No contesto.
Enfurecido y
desmoralizado salgo con mis dos compañeros, y a causa de la presión y los nervios
pegamos tiros sin ton ni son, sin dar en ningún blanco. Gritando nuestra
desesperación e impotencia.
Los veo caer
acribillados a balazos junto a mí, a los amigos que compartieron tantas cosas.
Yo, también
soy alcanzado por una ráfaga interminable de proyectiles cuyos impactos de necesaria muerte, me impulsan hacia atrás. El chaleco antibalas mengua los daños, pero no me libra de las heridas mortales.
¡Me niego a terminar así!
Con cólera inusitada agarro una de las granadas que llevo colgada del cinturón y quitándole el seguro la arrojo
al fondo de la nave con las fuerzas que le restan a mi nivel de vida.
Un resplandor me ciega mientras caigo al suelo para en él,
desangrarme escandalosamente.
Aún me
da tiempo de pronunciar mis últimas palabras mientras apago el ordenador:
-¡Mamá! ¡Siempre
lo mismo! Me dejas una hora escasa para jugar y me interrumpes con tus avisos
cada dos por tres; y de esta manera no hay forma de concentrarse ni de terminar
nada.
Tendremos que negociar lo de los tiempos de partida. Siempre juego al límite.
-¡Vamos
Mario! La única forma de negociar, es que apruebes las asignaturas que te
quedan pendientes del trimestre. -¡Hala! a la tarea, mi capitán L.E.E.
…¡Si! de esto trata lo que os comenté antes: en esto consiste el tiempo empleado para entrenamiento
en otras materias ineludibles y científicas. Física y matemáticas son el nombre
de estas materias.
Y es ahora cuando doy comienzo a mí verdadera "Misión imposible" entrenamiento para misiones de juego real.
Relato que como no podía ser de otra manera está dedicada a mis queridos hijos.