Lleva
quince días abrumado por el dolor de la pérdida, y el único sitio que parece proporcionarle
cierto consuelo es la playa.
Por
ella pasea todas las mañanas, mirando el mar y las enormes olas que se alzan a
causa del temporal que agita las aguas; que no parece tener la intención de
amainar, como para recordarle de forma perenne el episodio desgarrador que tuvo
lugar allá a lo lejos.
Él y
sus tres compañeros salieron a faenar como todos los días, teniendo en cuenta la
previsión meteorológica que por la tarde anunciaba fuertes borrascas con viento
racheado del norte que podrían representar cierto riesgo.
Decidieron por ello, no alargar mucho la jornada de
pesca y regresar temprano a puerto. El fenómeno les sorprendió al mediodía, en
plena faena, de tal manera, que a pesar de su experiencia, la maniobra se les
complicó.
Temiendo
por su seguridad avisaron a salvamento marítimo, pero cuando estos llegaron era
demasiado tarde para sus compañeros, que se fueron al fondo golpeados y
enredados con los aparejos. El barco se perdió junto con sus cuerpos.
Él
fue rescatado, pero gustosamente se hubiera cambiado por ellos. Pues parece
haberlo perdido todo desde aquella tragedia.
Sus
recuerdos se van difuminando en su cabeza según pasan los días, las personas a las que conocía
no le saludan como antes hacían, como si no le vieran. Parecen echarle en cara la muerte de sus
amigos por haber sido el patrón del barco naufragado. Su mujer y sus hijos ignoran su presencia, parecen
sufrir mucho llorando de continuo, echa de menos sus abrazos.
Se disponen a abandonarle definitivamente.
Se
siente desolado por la incomprensión ¿Qué culpa tuvo él del maldito suceso, si
intentó poner a salvo a su pequeña tripulación? ¿Si abandonó la embarcación el último, cuando no tuvo más remedio al ver todo perdido?
La
playa se ha convertido en su único refugio…
…En
casa de un pescador están de duelo por el naufragio de un pesquero hace quince
días. Una mujer llora, a punto de marchar con sus dos hijos pequeños rumbo a la
ciudad.
Su
hogar, ese remanso de armonía que era, se ha convertido en una tumba desde que
el hombre al que amaba pereció ahogado.
Era el patrón del barco, de
los cuatro tripulantes, el único que no pudo ser salvado.
Derechos de autor: Francisco Moroz