Te
despojaré de tu ropa vistiéndote con letras,
escribiendo
en la piel desnuda mis deseos,
los
anhelados sueños convertidos en renglones
en
el folio palpitante de la intimidad entregada de tu cuerpo.
Los transcribiré en caracteres, en signos y grafemas,
haciendo
un listado de adjetivos merecidos
que
consigan retratarte enteramente
sin epítetos, hipérboles o silogismos.
Solamente
tú al natural, con ausencia de sofismas,
arropada
con palabras de lenguaje universal y transparente.
Sin metáforas ni adornos, sencilla como eres.
Pues
solo así sabré leer la historia que quieras transmitirme.
La
trama argumentada de tu esencia,
el
vibrar de sentimientos y emociones lingüística perfecta.
Abrazando tu alma de mujer literalmente, sin inflexiones ni dudas.
Con
la pasión que despierta lo admirado, sin interrogante alguna.
Besaré
con premura, las líneas escritas con trazo
enamorado.
Los
renglones torcidos, tus curvas placenteras.
Acariciaré
cada verbo que conjugue, todas las formas de amarte.
Aceptaré
cada preposición propuesta por tus labios.
Me
posaré en cada adverbio de lugar donde reposes
y donde
escuche tu nombre, versaré mi prosa.
Permaneceré gustoso el tiempo que quieras ofrecerme
cual
regalo generoso de musa inspiradora.
Te
dedicaré mi obra, y la vida entera que cueste el realizarla.
Sin
comas ni suspiros, que no fueren los que salgan de tu boca.
Sin
pausas que condenen, en un punto y aparte nuestro encuentro,
ni
ponga en suspensivos el futuro perfecto.
El
epígrafe que fuiste en un comienzo
grabaré en mi corazón como epigrama.
Con tinta indeleble, como aquellas oraciones trascendentes
que
no pierden su carisma si las nombras, ni desgasta el tiempo, ni el olvido borran.
lo que digo vuela, lo escrito permanece
los incisos sobran.
Derechos de autor: Francisco Moroz