miércoles, 27 de junio de 2018

Intrusos





Los dejaremos entrar sin preguntarles quienes son ni de dónde vinieron. Tampoco nos importarán las razones que tuvieron para venir hasta nuestra casa. Es algo que no nos incumbe, bastante tenemos cada uno con nuestros problemas.

Les dejaremos andar entre nosotros como si fueran de los nuestros, pero miraremos hacia otro lado cuando nos crucemos con ellos, no sea que se tomen ciertas licencias que no les corresponden y empiecen a forjarse ilusiones que no se cumplirán. Es de justicia, y si no que no hubieran venido abandonándolo todo por una quimera.

Les negaremos los papeles que les convierte en legales.


Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 15 de junio de 2018

Abandono







Prefiero las ratas antes que tu hedionda presencia de carcelero. Las elegiría a ellas correteando por mi cuerpo antes que tu manoseo que pretende ser caricia, a tus exigencias y conductas imprevisibles. Escojo sus gritos antes que los tuyos, sus mordiscos antes que tu violencia injustificada que socava mi sueño y mi dignidad.

Las soportaría mejor que a tus golpes, o el tener que ver tus coléricos gestos que te transforman en un loco incontrolable.

Estoy cansada de tenerte miedo.

Como las mismas ratas cuando el barco se hunde, he decidido abandonar esta cloaca en la que me pudro, sometida a un encierro forzado por tu voluntad de tirano. He decido liberarme. y entre matarte o morir elijo la tercera de las opciones:

¡Aquí tienes! Los papeles del divorcio.

Derechos de autor: Francisco Moroz



lunes, 11 de junio de 2018

Isabel



Habían pasado dos años desde que recibieron la noticia que trastornó sus rutinas cotidianas. La misma que les conmocionó e hizo peligrar sus convicciones. 
La que más tarde les incitó a recapacitar sobre el valor justo y el necesario orden de las cosas, sobre las prioridades cotidianas, y lo excepcional de los detalles que pasan desapercibidos por la mayoría de mortales insensatos.

Isabel se incorpora de la cama, se estira remolona y todavía soñolienta piensa en el día que tiene por delante. Le llega ese sabroso olor a café recién hecho y a tostadas crujientes que provocan que la boca se le haga agua. Se dirige a la cocina donde Ángel la espera y la recibe diciéndola:

–Buenos días preciosa. Qué guapa te has levantado esta mañana. La verdad es que te sienta bien.

– ¿El pijama? –Contesta Isabel.

–No, tonta, la sonrisa. La tienes linda y te aprovechas de ella para conquistarme todos los días, ¡Y lo sabes! Y abusas de mis debilidades por tus encantos.

– ¡No seas bobo y zalamero! Sabes que me tienes en el bote desde que te conocí.

Mientras lo dice, acerca la mano a su mejilla y él aprovecha entonces para agarrarla de la cintura y darle un largo beso en los labios. Cuando se separan ella le devuelve el piropo.

–Creo que hoy no me echaré azúcar en el café, después de este beso tengo dulce de sobra.

Ángel la abraza con ternura y la mira a los ojos con devoción de enamorado adolescente.

–Me tengo que ir, y mira que lo siento, esto empezaba a ponerse interesante; pero a la fuerza ahorcan, y hay que ganarse los garbanzos del puchero, que dice mi madre. 
Te veo a la noche, cuidaos mucho mi amor, que cuando regrese os cuidaré yo. Y sal a la calle a dar una vuelta que te sentará bien y de paso regalarás con tu presencia a los que tengan la fortuna de cruzarse contigo.
Sigo certificando que te levantaste preciosa. ¡En fin! ¡Adiós!

Isabel cierra la puerta despacio regresando a donde le espera el desayuno para disfrutar de uno de los mejores momentos del día. Con calma, envuelta en sus pensamientos más amables.
Le queda por delante una pesada jornada, pero no por ello renuncia a tomarse el tiempo que es consciente le pertenece.

Piensa en su compañero, en el hombre que la hace feliz solo con su presencia. Solamente con saber que él está ahí, para acompañarla, sin presionarla ni acapararla le basta.

El hombre que va a ser padre dentro de unos meses si todo sale bien y de acuerdo con sus ilusionados planes. Un hijo, es lo que más desean desde hace seis años, y los dos mantienen viva la esperanza en que lo conseguirán a pesar de todas las vicisitudes.

Cuando termina, Isabel mete la taza y el plato en la pila y se dirige al cuarto de baño para ducharse.
Se desnuda y se pone de perfil ante el espejo acariciándose su abultado vientre de embarazada mientras sonríe preguntándose si será niño o niña.

Isabel lleva dos años intensos, desde que le dieron la noticia. Se pone de frente y se acerca a su reflejo a la vez que se pasa la mano por la cabeza rapada al cero.

Es entonces cuando le invade la congoja y traga saliva mientras se le escapa una lágrima furtiva. 
Se acuerda de su periódica sesión de quimioterapia. Todavía está preocupada por su futuro hijo y por si dispondrá del tiempo suficiente para dejarle a su esposo el mejor de los regalos.


Derechos de autor: Francisco Moroz



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