Soltó la pluma con desesperación; ya que por enésima vez tenía que rascar el costoso pergamino para volver a escribir en él.
No encontraba las palabras
exactas para dar comienzo al texto que tenía en mente y eso le contrariaba
sobremanera. No era hombre que abandonara fácilmente sus empresas y se
conformara con menudencias. Era pertinaz en sus objetivos y terco por añadidura.
Por ello se levantó de la silla y deambuló por la estancia; impenitente y
dispuesto a pasar en vela la noche aquella, con tal de hallar la fórmula
exacta.
En esas, llamaron con insistencia
a la puerta, el ama abrió presurosa. Regresó para anunciar a su señor que un
mensajero traía recado de palacio.
–El rey le requiere con urgencia;
le dijo sudorosa, nerviosa y balbuceante.
Allá vemos correr a nuestro
personaje por las calles de Madrid. Deslavazado y subiéndose las raídas calzas.
Ajustándose el jubón deslucido y recolocando la gorguera desfruncida y mal
plegada.
Ya en presencia del monarca de
las Españas, se le anuncia que sus desvelos serán recompensados. Que el
servicio a su majestad no caerá en olvido. Ni serán baladís las heridas
conseguidas en la gloriosa jornada guerrera a las órdenes de Don Juan de
Austria.
Ya en las Indias, y en la
seguridad de las prebendas que le otorga su cargo de funcionario; reflexiona Miguel, durante una de esas tardes
tediosas frente a la escribanía. Que no hubiera sido mal comienzo un enunciado
que dijese: “En un lugar de la Mancha...”
El punto Jonbar
“En mayo de 1590, Cervantes solicitó al rey Felipe II, de España, la adjudicación de alguno de los puestos de funcionario de la administración en las Indias.
Su petición fechada el 21 de mayo de 1590 se encuentra registrada en el Archivo de Indias, en Sevilla, España
La primera parte de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", fue publicada en 1605; la segunda en 1615.
La primera parte se imprimió en Madrid, en casa de Juan de la Cuesta, a finales de 1604.