Cinco y media, suena el despertador. Me
levanto soñoliento. Arrastro los pies hasta el cuarto de baño. Me lavo la cara
y me despejo solo a medias.
Entro en la cocina y abro la nevera. De
repente se enciende una luz que me ciega y deslumbra.
Empiezan a entrarme sudores fríos, un leve
mareo, arcadas. La tensión se me dispara, el corazón se acelera al igual que mi
respiración. Los músculos de todo mi cuerpo se tensan. Tan solo consigo centrar
mi mirada en el tetrabrik de leche mientras oigo una voz que dice mi nombre
desde el fondo del electrodoméstico.
–Buenos días Gonzalo, campeón ¿Qué tal has
empezado la jornada?
Perplejo y anonadado respondo con palabras
confusas causadas por la sorpresa.
–Bien... bien ¿Pero quién eres?
–Una aparición mariana; como las de Fátima
y Garabandal pero actualizada; para acompañar a los tiempos que corren.
¡Vaya! una aparición 2.0 que es como llamáis a las versiones mejoradas.
– ¿Y qué quieres de mi?
–Nada especial, charlar un rato con
alguien; que hace una eternidad que no me aparezco a ningún pastorcillo y me
aburro soberanamente.
De repente otra voz a mis espaldas me
interpela.
–Pero Gonzalo ¿Qué haces con la nevera
abierta, temblando como un flan y contemplando anhelado el envase de la leche?
Es María, mi esposa. Respondo:
–Viendo el periodo de caducidad querida,
sabes que mi cibofobia me atormenta.
– ¡Ah, pues vale!
Cuando se aleja oigo la otra vocecita que
me dice:
– ¡Pssst! ¡Aquí! Detrás del limón pocho.
- Muestran una obsesión irracional por los alimentos, lo que les lleva a leer compulsivamente las etiquetas para conocer las fechas de caducidad, los ingredientes, etc.
- Rechazan tomar algunos alimentos por el temor a que estos sean dañinos para su salud. Se trata de una idea fija que les impide tomar alimentos perecederos o que no están excesivamente cocinados por miedo a que contengan sustancias tóxicas o que puedan causar alguna enfermedad. Tal es así que suprimirán de su dieta productos de origen animal como el pescado, debido a la contaminación, o salsas como la mayonesa.
- Rehúyen comer platos preparados por otras personas. El rechazo a comer determinados alimentos hace que solo confíen en aquellos platos elaborados por ellos mismos. De ahí que no coman en sitios públicos o no tomen nada que haya cocinado otra persona, aunque sea un familiar cercano.
- Evitan consumir alimentos preparados anteriormente. El temor que tienen a intoxicarse o a consumir algo en mal estado les lleva a desperdiciar comida que habían preservado previamente, a pesar de que solo lleve un día en el frigorífico.