Gordiano:
Cuenta la leyenda que en Gordio se encontraba el carro
de Gordias. La lanza de este carro estaba atada con un nudo muy complicado,
donde no se podía ver los cabos de la cuerda.
La expresión nudo gordiano procede de esta
leyenda griega según la cual los habitantes de Frigia (región de Anatolia, en la actual Turquía) necesitaban elegir rey, por lo que consultaron
al oráculo. Este respondió que el nuevo soberano sería quien
entrase por la Puerta del Este, acompañado de un cuervo posado sobre su carro.
El que cumplió las condiciones fue Gordias, un labrador que tenía por toda riqueza su carreta y
sus bueyes. Cuando lo eligieron monarca, fundó la ciudad de Gordio y, en señal de agradecimiento, ofreció al templo
de Zeus su carro, atando la lanza y el yugo con un nudo
cuyos cabos se escondían en el interior, tan complicado que nadie podía
desatarlo. Según se dijo entonces, aquel que lo consiguiese conquistaría el
Oriente.
Cuando Alejandro Magno (356-323 a. C.)
se dirigía a conquistar el Imperio persa,
en el 333 a. C., tras cruzar el Helesponto, conquistó Frigia, donde le enfrentaron al reto de desatar el nudo.
Solucionó el problema cortándolo con su espada, diciendo (según la narración
de Curcio Rufo): «Es lo mismo cortarlo que desatarlo». Esa noche
hubo una tormenta de rayos que simbolizó, según Alejandro, que Zeus estaba
de acuerdo con la solución.
Arrebol:
1-Color rojizo que toman las nubes al atardecer, por efecto del sol.
2-Color, también rojizo, en otros objetos, pero sobre todo en el rostro de una mujer.
3-Producto cosmético con el que las mujeres dan a sus mejillas un tinte sonrosado o rojizo
Pleonasmo:
Figura retórica de construcción que consiste en añadir enfáticamente a una frase más palabras de las necesarias para su comprensión con el fin de embellecer o añadir expresividad a lo que se dice.
Facundia:
Abundancia
y facilidad de palabra.
Ende:
Palabra que se utiliza en la locución
adverbial por ende, que
indica que una cosa que se dice es consecuencia de otra dicha anteriormente.
Texto:
Esta
mujer, me deja en el estómago una
sensación de nudo gordiano cada vez que mantenemos una conversación. Nada tiene
que ver con esa otra de mariposas aleteando; que sienten los arrebolados
enamorados cuando se miran a los ojos.
Esto
es más bien, un pleonasmo de retórica construcción de emociones superpuestas y
concatenadas, donde el amor es el amor y el odio es el odio. En un continuo sube
y baja de afección mareante de montaña rusa.