La
niña vio el cortejo desde detrás de un muro ruinoso de un aprisco cercano.
Nueve
hombres caminando hacia el cementerio. Tres maniatados con soga de costal, seis
con los fusiles terciados, celosos vigilantes de los que ya parecían ser
cadáveres demacrados y cabizbajos vestidos de pobres labradores.
Los
pusieron contra la tapia, apuntaron y dispararon a escasos metros para no
fallar.
Después del tiro de gracia algunos de ellos
encendieron un pitillo. Alguien soltó un improperio grosero y entre algunas
risas, se marcharon despreocupados de la muerte ajena que dejaban atrás.
La
niña corrió al pueblo para contar lo que había visto. Muchos no quisieron oír y
la dieron la espalda. Otros callaron por temor a represalias. La mayoría la ignoraron
como chiquilla que era, mirándola con indiferencia o desprecio por ser hija de quién
era.
No
hubo flores para un funeral ni tan solo un recuerdo.
Veinte
años después una muchacha se acerca a un árbol y permanece en silencio. Medita,
reza, reflexiona y llora.
Cuarenta
más tarde la misma mujer con un hombre y tres muchachos que corretean alrededor
de un almendro en flor.
La
vida la trató bien después de todo. Creció en un Orfanato; estudió lo que pudo
y aprendió a coser para ganarse la vida. Se enamoró de un buen hombre que le dio
esos tres preciosos hijos y se siente afortunada de tener un secreto jamás revelado
a personas ajenas.
Con
ochenta y siete años apenas puede moverse. Sentada en su silla de ruedas cuenta a sus nietos como lo hiciera antes a sus hijos, aquella historia de muerte y dolor.
Cuando con sus ojos de niña vio como mataban a tres hombres junto al campo
santo.
Los enterró
con sus propias manos bajo aquel árbol pequeño, cuando nadie más quiso hacerlo.
Fueron
su padre y sus dos hermanos los que murieron aquel día por asistir a misa.
Siempre
tuvo el consuelo de que cada primavera, fueran los primeros en tener flores rosáceas de almendro sobre sus tumbas.
La
memoria histórica fue solo la suya. Las guerras se han de olvidar junto al odio,
pero nunca a los muertos que deja entre unos y otros.
Derechos de autor: Francisco Moroz
Relato presentado en la comunidad: Relatos compulsivos Con la temática de "Flores para un funeral"