Aquí
estoy yo, aburrida del todo, dejando pasar la vida en uno de esos días en los
que no te apetece compartir nada con nadie ¡Ni un café!
Y lo veo a él. Como sin querer, está apoyado en esa esquina, esperando indiferente a que
yo pase por delante y me fije en sus formas bien delineadas.
No
creo en lo casual, y tengo la sospecha, que este en concreto me acecha desde
hace un tiempo.
Lo
miro de reojo, con indiferencia, no vaya a creer que quiero rollo e interacción.
No soy mujer fácil para cualquiera de estos que se abre de pronto a ti, te ofrece
el corazón y el mundo entero, y en cuanto te descuidas te endiña su propia
historia que puede ser tan soporífera como el peor de los ensayos. Y eso no lo
aguanto de nadie y de ninguno.
Ya
soy talludita y tengo gustos definidos. Como para conformarme con tochitos de estos que te vienen todo
chulitos mostrando su perfil más
atractivo para intentar seducirte.
Los hay que son pura imagen exterior, con mucho pixel y poca chicha y por
dentro más vacíos que las muñecas matrioskas, llenos solamente de ellos mismos.
Estoy escarmentada de esos otros que van de
ilustrados o de modernos. Petulantes de tres al cuarto que pretenden embaucarte
con la milonga de conocer mucho mundo y estar de vuelta de todo. Prometiéndote el oro y el moro si les prestas atención, con el único propósito de llevarte a su terreno para que los admires en su genialidad.
Yo
lo que realmente busco es uno que me haga reír y llorar. Que me haga sentir
viva. Diva en un entorno de ensueño. Que me interrogue, se muestre tierno y amoroso. Que sea un aventurero tenaz e imaginativo, que me haga vibrar en la cama cuando parece que me rindo al sueño y no puedo
dar más de sí… o donde me pillen las ganas de disfrutar de un buen rato ¡Para
que nos vamos a engañar! Soy adicta al placer.
Lo
quiero misterioso, ameno. Elegante de presencia pero con conocimientos de buen maestro que enseña
como sin querer hacerlo. Que me guarde algún secreto y se haga el interesante hasta
el final, para luego, con sorprendente naturalidad hacerme revelaciones que me dejen
con la boca abierta por la sorpresa.
Que sepa ofrecerme lo que busco en cada momento y esté disponible cuando yo lo solicite. Y sobre todas las cosas, que me mantenga en tensión.
También
quiero que me posea toda entera, penetrando todas las fibras de mí ser, mientras
yo me entrego sin remisión y lo devoro con fruición.
Le condiciono a que me deje marcas
indelebles pero ninguna sombra. Emociones a flor de piel junto a recuerdos que me hagan volver a
él una y otra vez para experimentar el amor, la pasión y el deseo. Abrazarnos hasta que me duelan los ojos de tanto mirarlo y los dedos de tanto acariciarlo…
Ahora que recuerdo. Este que me espera apoyado como casualmente en la esquina de la
estantería, creo haberlo leído un par de veces al menos.
Pero ¿Por
qué no disfrutarlo de nuevo? ¡Quizá hoy me sacuda las neuronas o me toque el corazón con su sensibilidad versada o su prosa seductora!
¡Puff!
¡Creo que voy a preparar un café para compartir con sus letras!
Derechos de autor: Francisco Moroz