domingo, 28 de agosto de 2016

Me pareció ver un lindo gatito (1)

Lo prometido es deuda y aquí tiene su entrada dedicada mi gran amiga: Rosa Berros Canuria del blog: Cuéntame una historia, a la que le entusiasman estos lindos animalitos peludos que saben acompañar las tardes de lluvia; convirtiéndose en terapeutas cuando se dejan acariciar.
Nadie como ella, sabrá apreciar estas letras y estos gatos.





El mundo de los felinos es apasionante.

Para nosotros, los más asequibles y cercanos son los gatos, esos bigotudos amigos domésticos que se dejan acariciar solo cuando a ellos les apetece y que cuando no, te ignoran como si fueses un gran desconocido, o parte del mobiliario casero.

Muchas veces se les compara con las mujeres caprichosas que consiguen lo que quieren, pues se ponen zalameras y ronroneadoras con esos ojillos tiernos que parecen interrogarnos diciendo: ¿De verdad que no harías esto por mí?

-¡Pues yo sí! lo haré! ¿El qué? 

Explicaros una serie de frases hechas en las que se hace referencia a los maulladores mininos.

La primera que me viene a la mente es esa de:

Llevarse el gato al agua” con la que nos referimos al individuo que ha conseguido un logro difícil de llevar a cabo, a pesar de todas las dificultades, peligros, zancadillas y sacrificios que ha tenido que asumir.

Su origen es incierto en cuanto a que unos hacen referencia al poco gusto que tienen los gatos por el agua, y por lo tanto la dificultad que entraña el llevarles cerca de la misma. Confirmo a ciencia cierta que se convierten en demonios de Tasmania, sacando tantas uñas y dientes y bufando de tal manera, que nos pareciera que esta criatura peluda estuviera siendo poseída por un ser del inframundo.

La otra versión es la que nos trasmite un tal: Rodrigo Caro y que hace referencia al tiro de la soga, esa actividad que se empezó a practicar en el ejercito, como ejercicio de entrenamiento para los soldados y que después, como casi todo, fue asimilado como recreo, y juego popular en las fiestas y yincanas con el nombre del tira y afloja.
Dos equipos se enfrentaban entre sí cada uno en lados opuestos de una soga, y en medio un charco, cauce de río, pilón, alberca o abrevadero de mulas.

Lo más fuertes a base de tirar y aflojar precipitaban a los contrincantes al agua y muchos terminaban “a gatas” lo demás vino por similitud verbal, comparativa, lógica e imaginación.

Por cierto como curiosidad os cuento que fue deporte olímpico durante las dos primeras décadas del siglo XX.

Poner el cascabel al gato”  es la segunda de las frases. En cuantas ocasiones no habremos asistido a debates televisados tanto políticos como sociales, en los que los contertulios disciernen sobre problemas fundamentales a resolver: La crisis, el paro, la economía, La sanidad, la educación… y a todos se les ocurren mil maneras de atajar y resolver dichos problemas. Pero ¡Tate! aquí hay tomate. Cuando se piden voluntarios para llevar a cabo las reformas todos hacen mutis por el foro abandonando el barco que se hunde, como ratones cobardes, alegando excusas e imposibilidades para realizar tan ardua tarea.

Y la frase tiene su origen en la fábula incluida en un libro del siglo XIII titulado: -El libro de los gatos- de un tal: Odo de Sherington. Y más adelante la utilizaría otro autor cuentista del siglo XVII llamado Fontaine en su fábula: -El gato y los ratones-

Ambas se refieren a ese discurso que mantenían unos ratones para dirimir quién sería el bravo que se atrevería a ponerle el susodicho cascabel, a su depredador natural, y de esta forma poder ser avisados con tiempo de la presencia del felino; para poner patas en polvorosa y evitar ser devorados. 

Continuará...



Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 26 de agosto de 2016

Ella, siempre fiel




Federico no había pasado un buen día, los problemas cotidianos ya de por sí le agobiaban, pero este que se cernía sobre su cabeza como espada de Damocles lo traía por el camino de la amargura.

Había contactado con amigos y conocidos con los que tenía la suficiente confianza como para trasmitirles sus cuitas, por si a alguno se le ocurría alguna idea con la que paliar y dar solución a esa problemón que lo tenía preocupado.

Estos le remitieron la sugerencia de comunicárselo a algún especialista, cuyos gabinetes siempre andaban expectantes de posibles clientes como él, que esperanzados con la búsqueda de posibles soluciones se dejarían un considerable peculio de tiempo, dinero y decepción.
¡No! Ese atajo no lo tomaría.

Andaba de un lugar para otro intentando evadirse del peso de la preocupación, a buenas horas se le había ocurrido tomar esas decisiones tan desacertadas que ahora resultaban ser un perjuicio para su conciencia y su economía.

Pensó y pensó, y al final la recordó a ella, siempre dispuesta a acoger sus quejas, amarguras y decepciones.
Ella había sido siempre su fiel consejera, la que de forma lúcida le dirigía los pensamientos por el camino correcto y la senda adecuada y más conveniente. Casi nunca le había fallado, y encima le reconfortaba.

Jamás le pidió nada a cambio de su acogida, la sentía íntima y cercana, lo más parecido a una madre sin serlo.
Le gustaba reposar en su regazo mientras la contaba el resumen diario y le trasmitía sus ansiedades e inquietudes. Daba igual lo que compartiera con ella, era discreta, e indefectiblemente quedaba entre ellos dos. Tarde o temprano la solución llegaba por si sola, como después de repetir un mantra te sobreviene la iluminación. Sentía, como bajo su influencia, se le recolocaban los chakras y su mente se le despejaba, pudiendo tomar esas decisiones lúcidas que necesitaba. 

Estaba pues decidido. No hablaría con nadie más. Ellos nunca llegaban a comprender del todo lo que les comunicaba, y menos acertaban a darle una solución o un consejo que le sirviese para algo.

Con lo cual, una vez más, esperó con ansiedad la noche para meterse en la cama, apagar la luz, y mientras se relajaba abrazándola, consultar todos los dilemas  con su almohada.


derechos de autor: Francisco Moroz


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