El amor y el odio
grietas son de un
cuerpo sólo ;
el gemido y la risa,
la canción y el
lamento.
Todo se refleja
afuera
y se confunde
adentro.
Mezcla de luz y de
sombra,
todo cerrado y
abierto,
tempestad y calma
paraíso e infierno.
En tenso equilibrio a
veces,
en paciente espera
siempre;
en dualidad armoniosa
o rompiendo el compás
permanente
de la rutina
insidiosa.
Transparencia opaca,
grietas de nieve o de
roca;
brechas que supuran
muerte
y las que destilan
gloria.
Miradas de rencor,
sonrisa luminosa,
lagrimas tristes.
Pasión, penuria, tormento.
Fuentes que derraman
vida a chorros
de aire, de sangre a
raudales.
Desde la entraña
misma en lo profundo,
prosa y poesía eterna.
Heridas que conducen
donde nace el dolor y
nos tortura,
donde se esconde la
angustia y nos desgarra
haciéndonos dudar y
tener miedo.
Sufrimiento y gozo en
lucha continua,
cuerpo a cuerpo en
batalla cruenta
en las que victorias
y derrotas
se fraguan al mismo
tiempo.
Siendo blanco, gris y
negro.
Sin importar el color,
ni la forma, ni el
sabor;
lo mismo frío o
calor,
verano, otoño o
invierno.
Delirio eterno de
existencia
en la que el bien y
el mal están tan cerca y tan lejos.
A veces bien definidos
otras en polos
opuestos.
Locura de piedra y de
viento
danzando en tu
corazón, caminando en tu cerebro.
Donde solo tú decides
cuales son las grietas
por donde mana la
savia
del inconformista
joven
o la del derrotado viejo.
Derechos de autor: Francisco Moroz