miércoles, 12 de julio de 2017

Vida plena





Estaba seguro que en aquel edificio como en muchos otros no sería bienvenido, le tendrían prohibida la entrada. Pero él se había criado en la calle, tenía un extenso expediente de noches de vigilia y ayuno forzado maullando a la luz de la luna. Se las sabía todas y no estaba dispuesto a perder la oportunidad. Era perro viejo, bueno, en este caso gato. Tenía hambre, y quería ponerse las botas.

Se cuela por la puerta de servicio, por donde sacan la basura, y pegado a las paredes, accede a una sala grande donde unos humanos arrugados, de movimientos lentos y cansinos, se reúnen en torno a una mesa, tirando sobre ella unos cartoncillos muy desgastados con imágenes coloreadas mientras balbucean palabras incoherentes como: “¿Vas a echar carta o esperamos a la medicación?", “Barajea de una vez”, “¿A qué jugamos? ¿Cinquillo, brisca, o chinchón?", “Me tienen que cambiar el empapador, me he mojado entera”, “ Ha salido el palo de bastos”.

Cuando oye lo del palo pega un brinco y se agazapa alarmado. Estos humanos casi siempre se muestran violentos con los de su especie, aunque estos en concreto parecen tranquilos a la vez que indefensos.

Ni lo ven pasar, silencioso como felino y negro como sombra, se parapeta junto a las patas de un sillón. Pero está equivocado, una voz cascada dice de pronto: “Me pareció ver un lindo gatito” y una mano sarmentosa se posa en su cabeza inesperadamente y le acaricia suave. ¡¡Ahhh!! Había olvidado esa sensación de bienestar, empieza a ronronear como cuando era cachorro y se deja llevar por el momento. Confiado levanta los ojos y ve a una mujer viejita que le sonríe dulce y pacífica. Él tuvo una vez un ama que era igual que ella.

Le susurra palabras que no entiende, pero que presiente amistosas, y confiado, se le sube a las rodillas.
Esa noche cena bien y duerme dentro de un armario entre zapatos, calcetines de lana y ropa variada. No le importa, de nuevo se siente querido y aceptado.

En la residencia de ancianos, “Vida plena”, nadie sospecha de su presencia, pero todos presienten que hay gato encerrado cuando de vez en cuando maúlla por lo bajini las noches de luna.

Derechos de autor: Francisco Moroz


viernes, 7 de julio de 2017

Querer es poder






Estaréis de acuerdo conmigo en que hacer gárgaras con vino tinto no os va curar un carcinoma de laringe aún siendo el vino de los caros y con denominación de origen. 
Como tampoco el cantar un bingo o ganar una mano a la ruleta, os vaya a solucionar la vida a nivel financiero. Pero nadie ha demostrado todavía, que esto pudiera ser imposible del todo.

A cada uno de nosotros se nos han planteado en más de una ocasión desafíos que en un principio nos parecieron impracticables, pero que con esfuerzo, tesón, sacrificios, herramientas y medios adecuados fuimos capaces de realizar con resultados satisfactorios. 
Que se lo pregunten si no a las mujeres trabajadoras que además son madres.

Personalmente me hallo en esa tesitura. La de haber recibido un encargo harto dificultoso en su resolución, algo que se presupone casi tan imposible como la teoría geométrica que expone la posibilidad de cuadrar un círculo.

¿Qué en qué consiste el trabajito?

Pues más o menos en lo que os comentaba en un principio: Librar a un hombre de reconocido prestigio, de un cáncer que le está consumiendo, hundiéndolo en la más penosa de las miserias, llenándolo de desesperación.

Dispongo para ello de preparación suficiente para dicho cometido, de motivación e instrumental adaptado a las exigencias pertinentes. 
También de un lugar de trabajo con un entorno sugerente.

Cuando termine, no quedarán huellas de mi paso. Solo el cadáver de la mujer de un banquero, en medio de una sala del gran casino.
Un camarero al que nadie recordará, un vino selecto de autor con restos de arsénico, y un juego interrumpido por la muerte inesperada de una ludópata, que estaba dejando sin fondos la visa oro, de su marido, que curiosamente estaba en el extranjero por viaje de negocios.

El asesinato puede llegar a convertirse en un reto para un artista en búsqueda continua del crimen perfecto. También en un medio para redondear ingresos en mi cuenta corriente de Suiza.

Lo que ya os dije: Extirparé un cáncer con vino del caro y me haré rico gracias al juego de azar. No hay imposibles en esta vida.




Derechos de autor: Francisco Moroz









lunes, 3 de julio de 2017

Tres monos




Cuanto fuego y cuanta guerra
cuanta destrucción y plomo.
Cuanto corazón partido
cuanto fratricidio y morbo.

Los pueblos no son culpables
son las fronteras y el odio,
el odio que es como un virus
que se extiende entre unos pocos.

Aquellos que lo contagian
con arengas temerarias.
Los que se lanzan soflamas
que se convierten en armas
intercambiadas por oro.

Dejarán rastros de crimen
y campos de refugiados.
Ciudades llenas de escombros,
desesperadas mareas
y países enfrentados.

 La cizaña ya se extiende
el trigo muere entre abrojos.
Las victimas van llegando,
con dolorosos pasados.
Hay muertos en nuestras costas
pero no nos inmutamos.

 No nos importa la sangre
mientras la derramen otros.
Descansamos relajados,
con la conciencia tranquila
y cerrando bien los ojos.

No nos concierne el problema
los enemigos son pocos.
No escuchamos las noticias
que trasmiten, que denuncian.
Tenemos nuestros problemas
y hacemos oídos sordos.

No opinamos, no sabemos,
callamos por no implicarnos,
nos evadimos del todo.
Es sabido que al que habla
lo tachan de reaccionario.

Los pueblos no son culpables
son las fronteras y el odio,
también los que estamos quietos
con las conciencias dormidas.
Callados, ciegos y sordos.

Y no como sabios monos.
como necios humanos.

Derechos de autor: Francisco Moroz

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