Estaba seguro que en aquel edificio como
en muchos otros no sería bienvenido, le tendrían prohibida la entrada. Pero él
se había criado en la calle, tenía un extenso expediente de noches de vigilia y
ayuno forzado maullando a la luz de la luna. Se las sabía todas y no estaba
dispuesto a perder la oportunidad. Era perro viejo, bueno, en este caso gato.
Tenía hambre, y quería ponerse las botas.
Se cuela por la puerta de servicio, por
donde sacan la basura, y pegado a las paredes, accede a una sala grande donde
unos humanos arrugados, de movimientos lentos y cansinos, se reúnen en torno a
una mesa, tirando sobre ella unos cartoncillos muy desgastados con imágenes
coloreadas mientras balbucean palabras incoherentes como: “¿Vas a echar carta
o esperamos a la medicación?", “Barajea de una vez”, “¿A qué jugamos?
¿Cinquillo, brisca, o chinchón?", “Me tienen que cambiar el empapador, me he
mojado entera”, “ Ha salido el palo de bastos”.
Cuando oye lo del palo pega un brinco y
se agazapa alarmado. Estos humanos casi siempre se muestran violentos con los
de su especie, aunque estos en concreto parecen tranquilos a la vez que indefensos.
Ni lo ven pasar, silencioso como felino y
negro como sombra, se parapeta junto a las patas de un sillón. Pero está
equivocado, una voz cascada dice de pronto: “Me pareció ver un lindo gatito” y
una mano sarmentosa se posa en su cabeza inesperadamente y le acaricia suave.
¡¡Ahhh!! Había olvidado esa sensación de bienestar, empieza a ronronear como
cuando era cachorro y se deja llevar por el momento. Confiado levanta los ojos
y ve a una mujer viejita que le sonríe dulce y pacífica. Él tuvo una vez un ama
que era igual que ella.
Le susurra palabras que no entiende, pero
que presiente amistosas, y confiado, se le sube a las rodillas.
Esa noche cena bien y duerme dentro de un
armario entre zapatos, calcetines de lana y ropa variada. No le importa, de nuevo se siente querido y
aceptado.
En la residencia de ancianos, “Vida
plena”, nadie sospecha de su presencia, pero todos presienten que hay gato encerrado cuando de vez en cuando maúlla por lo bajini las noches de luna.
Derechos de autor: Francisco Moroz
Jijiji últimamente solo leo vidas gatunas. Se ve que se han adueñado de las almas de los escritores para dejar constancia de su vida.
ResponderEliminarMe ha encantado esta vida felina.
Un besillo.
Ya sabes María, uno de esos retos literarios donde los gatos debían de alguna manera formar parte del relato.
EliminarGracias por tu encantamiento.
¡Miau! y besos
Me ha encantado este relato donde el gato es un protagonista y sobre todo el final. Y fíjate que los gatos y yo no nos llevamos muy bien, mas bien hemos acabado mal, él huyendo y yo arañada, y mira que como la señora mayor de tú relato siempre los acariciaba pues nada, en fin. Un abrazo. TERE.
ResponderEliminarHay gatos ariscos y desconfiados por haber recibido muchos palos. El de mi relato se deja querer por la viejita. Una buena vida y una buena vejez la deseamos todos, y si es en buena compañía mejor.
EliminarBesos Teresa.
Qué bonito!! Pensé que se lo iban a comer, tal y como te las gastas, temía por el lindo gatito. Así me gusta mucho más el relato.
ResponderEliminarUn beso.
No soy tan drástico, sobre todo cuando se trata de animalillos que buscan algo de cariño.
EliminarDe todas las maneras no siempre va a haber relatos con finales sorpresivos y con cierta dosis de violencia soterrada.
Pero viendo que así te gustan, tendré que escribir con más finales felices.
Besos, amiga.
Francisco, qué delicioso paseo por la mirada de este simpático chico de siete vidas. Me encantó!!
ResponderEliminarAbrazos!!
Es una visión desde un punto de vista de ojos almendrados y astutos. buscaba comida y encontró algo más valioso.
EliminarGracias por pasarte y comentar Diana.
Un fuerte abrazo.
Qué curioso Mamen Píriz colgó en su blog un relato sobre gatos que van a la residencia de ancianos, supongo que es algún reto sobre ese tema o si no ¡qué casualidad!
ResponderEliminarBonita historia.
Sí se trataba de un reto en el que tenían que aparecer palabras obligatorias, y entre ellas "Gato" y "Residencia" y las musas traviesas hicieron coincidir las temáticas.
EliminarGracias Paloma, eres muy amable.
Un beso.
Un bonito relato contado con gracia y con sabor a cuento y con final feliz.
ResponderEliminarEsta vez me has engañado, fíjate tú, pues esperaba un mal final. Como sueles reservarnos una sorpresa final, dándole a la historia un giro inesperado, pues eso, que creía que el pobre minino sufriría algún percance. Me alegro no haya sido así. No soy muy amante de los gatos en particular pero sí de todos los animales en general.
Un abrazo.
En este caso el final puede ser previsto con facilidad, no quise rizar el rizo y quise contar un cuento amable que nos reconcilia con esa parte de humanidad de los animales y ese punto amoroso de los humanos que son como niños.
EliminarRecuerdo que leí en algún sitio que la terapia con animales es una de las más efectivas, y es que cuando la parte afectiva entra en liza, las emociones afloran y estas indudablemente son curativas.
Un abrazo Josep.
Qué tristes los viejillos, sus pañales... En fin... Parece que se lo toman a broma. Un abrazo.
ResponderEliminarQue tristeza la vejez no los viejitos. Los hay que llegan con una dignidad y humor envidiable a pesar de todos los achaques y limitaciones. La naturaleza es cruel en los años finales de la existencia, de eso no cabe la menor duda.
EliminarAbrazo.
Genial historia, como siempre. Abrazos.
ResponderEliminarEres muy amable Marisa, no creo que siempre consiga una buena historia, pero que lo intento bien lo sabe Dios.
EliminarGracias por tu valoración.
Un abrazo.
Tus historias de gatos o no siempre sorprenden, y el final esperaba otro de los que acostumbras, pero lo hicistes más suave. Esta vez el reto se cumplió. Un abrazo
ResponderEliminarCuando los animales están por medio es más fácil contar historias menos cruentas. Tristemente somos los únicos seres que hacemos daño de forma voluntaria e innecesaria.
Eliminarque menos que describir a un minino amoroso que se deja querer por otro ser inocente.
Un abrazo Mamen.
Bien por la abuela que ha acogido a ese gato.
ResponderEliminarAbrazo!!!!
Ya somos dos los que alabamos esa decisión que favorecerá a los dos, receptora y receptado.
EliminarAbrazo también para ti.
Como fan de los gatos que soy, creo que has descrito a la perfección las actitudes gatunas tan particulares de estos seres maravillosos.
ResponderEliminarMiauu.
Saludos!
Que alegría vete por aquí después de conocerte de otros foros. Se bienvenida a este, donde además de amar a los gatos y otras criaturas, se aman las letras más o menos bien formadas.
EliminarUn abrazo y gracias también por quedarte.
Me encanto el relato.Saludos
ResponderEliminarGracias Betty.
EliminarUn abrazo.
¡Qué tierno Francisco!
ResponderEliminarPobrecito gatito, tanta desconfianza necesitada de amor.
Ahora seguro que recibirá muchas atenciones.
Besos.
Cuando se busca se encuentra o eso dicen. lo bueno es encontrar lo inesperado cuando damos por perdida toda esperanza.
EliminarEse gato tiene una nueva oportunidad de ser amado como solo merecen pocos.
Besos mi querida Irene.
Me ha parecido una historia Tan bonita y tan tierna que... Como buena felina, no he podido controlar el impulso de colarme ante esta caricia gatuna.
ResponderEliminarTe felicito... Me has hecho sonreír de ternura.
Mil besitos y feliz día.
Encantado de tenerte por aquí y con tu comentario.
EliminarNo sabía que fueses felina, la catwoman de este rincón, una heroína a tener en cuenta.
Presiento ternura y simpatía a partes iguales. Para ti esa caricia compartida y un abrazo de mi parte.
Eres bienvenida siempre.