viernes, 11 de mayo de 2018

Sueño roto





Era nuestro sueño compartido, o eso pensaba yo hasta que me defraudaste.

En su sencillez radicaba todo su encanto. Consistía en que fueras libre, pero te conformaste con lo básico y elemental: El espejismo de la cotidiana seguridad que no era más que una rutina desesperante.

Nunca me consideraste como a una amiga que podría haberte ayudado a escapar del encierro al que estabas sometido.

Me desengañé el día en que dejé como al descuido la puerta abierta y tras unas horas de espera, te volví a encontrar picoteando el alpiste del comedero sin intención alguna de emprender el vuelo.


Derechos de autor: Francisco Moroz



lunes, 7 de mayo de 2018

La historia interminable





Nos enviaban de una patada a las duras calles, siempre emitiendo la misma respuesta: “No hay para todos.”

Al día siguiente nos volvíamos a organizar en grandes grupos y largas filas, nos armábamos de paciencia y esperábamos innumerables horas ante sus puertas. 

Volvían a recibirnos con cordialidad, como a viejos conocidos, para después de remover unos cuantos papeles y pulsar unas cuantas teclas, decirnos lo mismo de ayer pero con distintas palabras: “Volved mañana a ver si hay más suerte con la búsqueda de trabajo”.
Y así, hasta la desesperanza.


Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 27 de abril de 2018

Mensajeras de infortunio




Pesaban muy poco pero aplastaban sueños, borraban futuros y abortaban sonrisas, augurando a su vez malos tiempos.
Corrían más rápidas que el viento y nunca te encontraban preparado para recibirlas, normalmente eran contundentes e inoportunas.

Frías, sin alma, como asesinas. Sin piedad ninguna se ensañaban con lo más íntimo. Te hacían morir, te desgarraban de dolor haciéndote sangrar lágrimas de impotencia.

Así fueron las últimas noticias que íbamos recibiendo desde el frente aquél mes de marzo del treinta y nueve.


Derechos de autor: Francisco Moroz

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