Le obligaron a sentarse en el sofá y una vez que lo hizo parecieron olvidarse de él.
No es que no estuviera acostumbrado a que le ignoraran, pero después de haberse preparado para este encuentro tan deseado le parecía de muy mal gusto que lo arrinconaran como un trasto inútil; mientras pasaban por delante, como si tuvieran muchas tareas pendientes, sin tan siquiera mirarle ni dirigirle la palabra.
Pensaba mientras tanto en que a lo largo de su existencia nadie le había regalado nada. Recordaba
los muchos sacrificios que tuvo que hacer por ellos, renunciando a tantas cosas
para conseguir sacarlos adelante.
Y
ahora esto. Quietecito y calladito para molestar lo menos posible; como si fuera un cojín arrugado que hiciera
juego con el sofá, sintiéndose como una carga añadida cada fin de semana.
Estaba
a punto de llorar pensando en lo cabrona que es la vida que te deja sufrir de
esta manera; justo unos segundos antes de que un pequeñajo saliera por una puerta, y viniese corriendo hacia
él con los brazos abiertos y una gran sonrisa en la boca, gritando: ¡Abueeeelo!
Y
entonces olvidó todos sus males y sonrió.
Precioso, Francisco. La vida se ensaña con nosotros dejando lo peor para el final: soledad, debilidad, enfermedad y, como visión de futuro, la muerte. Una gran putada aunque los familiares puedan aliviarla un poquito, cosa que no siempre sucede.
ResponderEliminarUn beso.
Así es Rosa, pareciera que el futuro es el regalo envenenado de la vida; que nos deja para el final lo peor. Pero siempre habrá situaciones que endulzaran el amargo sabor de la derrota.
EliminarBesos y disculpas por estos tiempos sin tiempo para estar por aquí cada vez que me apetece.
Un relato agridulce y real desgraciadamente. Aquellos que sudaron para darnos un futuro y una vida mejor, nosotros les abandonamos y les relegamos como seres humanos prácticamente, como si no sirviesen de nada. A la vez en tu relato se atisba ese rayo de esperanza que para ellos es una infinita alegría, el que una nueva generación se acuerde de ellos y más aún si son sus propios nietos.
ResponderEliminarMuchas gracias por el relato y me alegro de volver a leerte Fran. Un abrazo.
Se podría decir que es ley de vida que en el final de nuestras trayectorias, y al dejar paso a la savia nueva de las generaciones que vienen empujando. Se relegue a un segundo plano a aquellos que lo fueron todo en nuestro desarrollo y formación. creo personalmente que es cuestión de justicia, de respeto y amor, el corresponderles con todo lo que se merecen.
EliminarRecibe mi abrazo.
Vaya, ha resultado ser un relato mucho más serio y profundo de lo que me imaginaba a medida que leía. Ya me tienes acostumbrado a una sorpresa final que me hace sonreír, pero esta vez me ha llegado muy adentro. Qué triste es la vida de los ancianos "olvidados" o "aparcados" como un trasto viejo e inútil. Menos mal que en este caso el cariño infantil del nieto le ha compensado esos momentos de soledad. Muy tierno y, desgraciadamente, bastante real.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buenas tardes querido amigo.
EliminarTardo en contestar, pero lo hago; como le decía a rosa, son tiempos convulsos estos que nos tocan vivir y muy agitados y comprometidos para algunos de nosotros.
De pequeños los padres nos llamaban "trastos" cuando hacíamos alguna trastada. Ahora a algunos los hijos los llaman "trastos" pero esta vez sin cariño ni complicidad alguna. Es lo serio de esta historia menguante que después se engrandece en la medida de las cosas importantes.
Larga vida a los abuelos.
Unos abrazo para ti.
Si no fuera por los nietos, más de un abuelo se habría consumido en su propia soledad. La inocencia de los niños es tan pura que saben valorar lo que realmente vale la pena.
ResponderEliminarUn relato sencillo pero con mucha enjundia. Vuelves a la carga con fuerza, amigo.
Un beso.
Hola Paloma. Ni que lo digas.
EliminarEs una de las cosas buenas de ser abuelos; que aunque los hijos te dejen de lado siempre te dan a los nietos que te ofrecen el cariño incondicional que a lo mejor no te dan los que recibieron todo de ti.
Besos
Cuanta ternura hay en tu relato. Ha sido un placer leerte Francisco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tu comentario, es placer es mutuo al recibirte.
EliminarOtro abrazo para ti, Conchi.
Un relato que refleja mucha ternura y a la vez dice mucho de la verdad de la soledad que sienten muchos ancianos. Un abrazo.
ResponderEliminarQuién mejor que tú Mamen, que conociste de primera mano a muchos de ellos en primera persona y supiste de las carencias de afecto que tenían algunos.
EliminarUn abrazo.
Esos abrazos que devuelven la vida y que tanto dan a ambas partes. Un micro muy emotivo, de los que dan pellizcos en el corazón.
ResponderEliminarUn beso enorme
Creo que el abrazo es la expresión más completa que posee el ser humano para demostrar sus sentimientos. Incluso hay una palabra indígena exportada por los españoles que viajaron a las Américas que significa "abrazar con el alma" La palabra en cuestión es: "Apapachar"
EliminarMi beso.