Darse una vuelta con él resultaba muy gratificante. Era de andar pausado y era fácil seguir su ritmo. Mirábamos el paisaje con delectación; los ocasos nos dejaban sin habla. Siempre juntos. Nos juramos que cada vez que saliésemos a caminar lo haríamos el uno al lado del otro, y como una tradición, perpetuar en el tiempo ver desaparecer el astro por el horizonte.
Pero ese tiempo pasó y a él le resultaba más difícil
mantener la promesa. Aún así se esforzaba y conseguía cumplir el propósito
diariamente, a pesar de la cojera que padecía a causa de su caída y que le produjo una rotura de cadera. Un bastón le ayudaba a lograr su cometido.
Se le fueron agravando los problemas de salud y empezó a utilizar muletas; su tenacidad, y algo de terquedad por su parte fueron motivación suficiente para seguir acompañándome cada fin de jornada para contemplar la puesta de sol.
La silla de ruedas fue su siguiente impedimento y no
obstante no me falló ni una sola vez. Aunque, claro está, tuviera que ayudarle
en el desempeño empujándola con esfuerzo hasta nuestro rincón preferido; aquel mirador arriba de la colina.
Y a día de hoy me sigue acompañando en mis paseos a pesar de tener que llevarle en brazos; el pobrecillo ya no pesa mucho y es fácil llevar. Cuando llegamos lo coloco a mi lado y disfrutamos como siempre de esos cielos encendidos de rojos y malvas.
Cuando volvemos a casa, lo hago con la gratificación de un deber desempeñado con plena satisfacción. Aunque termine agotada después de la caminata.
La única pega son mis dolores de espalda y de brazos; yo también me voy haciendo mayor. Y por ello es, que esté pensando en comprar una urna nueva para transportar sus cenizas. La que me dieron en el tanatorio ya me resulta muy pesada.
Cuánta ternura la que resume ver la puesta la de sol de toda una vida juntos. Una cosita, yo habría terminado el relato con la frase: "yo también me voy haciendo mayor". Lo otro ya está dicho y qué bien se entiende con: ya no pesa mucho y es fácil de llevar... Claro que el autor eres tú, Francisco, y perdona la intromisión. Es un micro tan maravilloso como redondo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buenas tardes María Pilar. Me encanta que opinéis sobre los relatos; faltaría más.
EliminarEl caso es, que cuando escribo que lo lleva en brazos juego con el equívoco de "llevarlo literalmente" no creo que se interprete a la primera que son solo las cenizas las que transporta. Por ello ese final.
Agradecido por tu comentario y tu apreciación sobre el mismo.
Mi abrazo.
Ya se sabe que el amor lo puede todo. En esa pareja, la tenacidad fue, desde luego, suprema, y no habían obstáculos que impidieran hacer lo que se habían propuesto y prometido en vida. Y lo más sobresaliente de esa relación amorosa es que ni la muerte los separó.
ResponderEliminarUn abrazo.
La muerte lo ha intentado, pero la terquedad y la fidelidad ante la promesa hecha por ambos, ha ganado la partida esta vez.
EliminarGracias por pasarte y dejar tu comentario, amigo.
Un abrazo.