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martes, 6 de diciembre de 2022

Lágrimas en la lluvia

 

 



El bueno de Roy, quien lo iba a imaginar.

Un exiliado que se convirtió en el nuevo inquilino de la puerta de enfrente. Un año, nueve meses, seis días y ocho horas desde que forma parte de esta comunidad de vecinos.

Nuestro amigo.

&

El primer café isotónico con nutrientes me lo tomo antes de marchar a trabajar, de madrugada, como siempre. Solo, en la cocina. No me gusta estar solo, pero ella no muestra ningún interés en acompañarme.

Cuando me levanté, mi pareja seguía leyendo tumbada en la cama. Juraría que no había dormido en toda la noche; está obsesionada con su nueva lectura. Imposible entablar una conversación con ella desde aquél desafortunado accidente, que sufrió a bordo de un trasladador electromagnético. 

Destrozadas muchas partes de su cuerpo no ha vuelto a ser la misma; me figuro que la experiencia le dejó secuelas postraumáticas irreversibles. 

Afortunadamente la nanotecnología suplantó sus miembros y órganos destruidos. Se convirtió en una cybort. Pero su mente había quedado dañada; como si su parte afectiva se hubiera esfumado.

Me acerco suavemente donde ella está y la incorporo con cuidado para no romperla – ese es mi miedo-. Mientras le digo:

–Cariño, tenemos que hablar.

Vuelve su cabeza y consigo ver como dos lucecitas encendidas en sus pupilas que se extinguen a continuación silenciosamente.

–Dime ¿Qué necesitas?

Cuando dice esas dos palabras me parece oír también un pitido infinito e irracional. Incomprensible dentro de mi cabeza. Una señal de alarma que me avisa de que algo no funciona.

–Solo te necesito a ti, parece que últimamente no me conoces. Es como convivir con una desconocida. Como si estuvieras a miles de kilómetros de aquí. En otra galaxia lejana. Ni un solo abrazo, ni un fugaz beso. Te extraño mi amor.

–Bueno, me responde fríamente, a lo mejor es que me condiciona el libro que tengo entre las manos. Me tiene como abducida. Es muy interesante. No puedo dejar de leerlo una y otra vez. Añoro algo, pero no sabría decirte qué.

– ¿Cómo se titula?

– ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

No la respondo, desconozco el libro en cuestión. No sé donde lo ha podido conseguir. Pues ese tipo de soporte dejó de utilizarse hace décadas.

Recuerdo de pronto que sí visioné la antigua película que se basó en él, pero con otro título –Blade Runner- si no me equivoco. A ese enigmático androide. Su inolvidable alegato mientras agoniza en la azotea de un edificio. Empapado por la lluvia; como ahogado en una laguna de lágrimas. Lágrimas comparables a nuestra existencia mortal. Rememoro esa especie de testamento final.

Me pregunté entonces, como un ser que era puro código y algoritmos, clemas, tarjetas electrónicas y circuitos integrados recubiertos de fibra orgánica parecida a la piel, podía interactuar con los seres humanos. Androides, a los que les faltaba alma para sentir. Incapacitados para la emoción. Que no envejecen y en apariencia no sufren, pues desconocen el dolor. Pero que inexplicablemente ansiaban su propia libertad.

Sacudo mi abstracción momentánea y la miro a los ojos. Está como desconectada. La dejo suave, para que siga a lo suyo. Me entristezco, quiero hacerla feliz y me siento impotente por no saber hacerlo.

Me marcho descorazonado. Abro la puerta y en el descansillo me encuentro con el nuevo vecino. Me saluda sonriente alzando su palma abierta. Nos deseamos un buen día y marchamos juntos hasta el portal.

De pronto se ladea, me agarra del brazo sin violencia y me interpela a bocajarro:

–No se te ve feliz.

Y no sabría decir porqué maldita inercia, le respondo:

–Es por mi compañera. –y a partir de ahí se inicia una agradable, lúcida y discreta conversación.  Roy tiene una especie de carisma que magnetiza. Su mirada quizá, la modulación de su voz. Sus palabras…

Nos despedimos. Y antes de separarnos le digo:

–Pásate por casa y así conoces también a Altair. Es el nombre de mi pareja.

&

Altair y Roy parecieran conocerse de toda la vida, enseguida conectan. Ella muestra un interés por todo lo que sale de sus labios. Está pendiente de él, como hechizada. Me pongo celoso de repente, siento envidia de ese desconocido que ha sabido conquistar a esa mujer parcheada con dispositivos y artefactos protésicos, a la que estoy perdiendo.

Hablan de la música de las esferas, de viajes por el universo, de lecturas inabarcables, de códigos desconocidos para mí. Roy parecíera saberlo todo.

Cuando en un momento él le indica que su nombre es el mismo que posee una estrella ubicada en la constelación del águila. Que significa “vuelo” ansias de libertad. Ella rompe a llorar.

Veo aturdido como la atrae hacia sí abrazándola con delicadeza inusitada, mientras acaricia la despejada cabeza de Altair que desahoga todo su dolor entre los brazos de nuestro vecino, que la acuna con ternura.

&

Mi concepto de este mundo gris llamado tierra, que se precipita en el abismo de la deshumanización, ha cambiado a partir de conocer a Roy, un replicante. Él no me arrebató nada. Me dio sin embargo la esperanza de que no todo está perdido. Habrá futuro, en tanto esa fuerza más grande que la que aporta la fractofusión se imponga. Mientras el origen de la energía más potente que la de los rayos solares se manifieste. El amor y la sonrisa.

La nebulosa se despejó ante mis ojos cuando dijo:

–“Yo he visto cosas que vosotros nunca creeríais" Es hora de vivir.

 

Derechos de autor: Francisco Moroz 


 

 A lo largo del relato me he permitido hacer dos guiños. Uno al libro de Philip K. Dick y otro a la película de Ridley Scott.

Os invito a que los descubrais.

~~~~

Efectivamente, alguno de vosotros reconocisteis el nombre de Roy como el del replicante de la película -Blade Runner-  "Roy Batty". Esa era el guiño a la película. junto con la frase final: "Yo he visto cosas que vosotros nunca creeríais".

¿Y la referencia al libro? 

Pues justo al comienzo del relato donde pone Un año, nueve meses, seis días y ocho horas"  "1968" el año en el que se publicó el libro -¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?-

viernes, 14 de octubre de 2022

Sentimiento oculto

 



Al día siguiente, en cuanto llega el remplazo, disimulo lo mejor que puedo mis emociones. Como que nada ha pasado, cada uno en su papel. No hay que ir dando pistas a los prejuiciosos que pueden poner en peligro tan delicada misión. Hay vidas en juego y no conviene que nuestra relación salga a la luz a causa de alguna indiscreción puntual que levante sospechas.

 

Soy uno de los dos agentes encargados de la vigilancia de Azima. Ella es una mujer de hermosos rasgos árabes. Recatada y comedida; aunque un tanto tradicionalista, como buena musulmana. 

Posee una cualidad que me tiene prendado; y es la de ser una excelente conversadora; algo que se agradece sobre manera considerando las largas jornadas que permanecemos los dos encerrados en el piso franco. Estas misiones se caracterizan por la cantidad tediosa de horas muertas que pasamos con nuestros protegidos.

Hacía unos pocos meses que Azima, estaba incluida en un programa de protección a testigos. Había sido extraída durante el abandono de las tropas Estadounidenses. Cuando Afganistán era un polvorín a punto de estallar; casi en el último momento de ser tomado el aeropuerto por los fanáticos talibanes que buscaban hasta debajo de las piedras a nuestros colaboradores para eliminarlos.

La misericordia de Alá no se aplica en estos casos y menos con las mujeres.

Azima posee información valiosa y por ello ha de ser custodiada como la corona de la reina de Inglaterra. En este caso se trata de una joya humana; aunque igual de atractiva, delicada, y me atrevería a decir que excitante por su enigmático encanto femenino; por esa especie de aura casi mística que parece enmarcarla convirtiéndola  en un ser especial. Quizá la tenga algo idealizada por causa de esas antiguas leyendas españolas que cuentan del embrujo de las reinas moras que habitaban por esas tierras. 

Algo magnético tiene esta mujer que me tiene hechizado. Será por la sangre latina que corre por mis venas.

Soy una persona racional debido a mi entrenamiento y por tanto,no acabo de comprender la intolerancia. Nunca he concebido como el color de la piel, la religión, la cultura, la condición sexual o las ideas, son capaces de influir y promover el enfrentamiento de unos contra otros. Por ello, en mi afán de conocer otras culturas y aprovechando la oportunidad que me brinda esta mujer tan inteligente, y los puentes que hemos sabido tender a base de mutua confianza, se ha originado una interesante comunión en la que intercambiamos conocimientos y algunos detalles más íntimos de nuestra vida personal. Se podría afirmar que hay cierta complicidad entre ambos.

Lo malo es que esta conexión concluye, en el momento que aparece  mi compañero de guardia por la puerta. Durante el relevo aparentamos que todo marcha según los parámetros convencionales establecidos de antemano, durante exactamente las catorce horas que dura mi turno. Intercambiamos alguna mirada cómplice, una sonrisa y poco más. Nuestros gestos son comedidos y explícitos. No nos conviene a ninguno de los dos, que el tercero en discordia sospeche que estamos profundamente enamorados el uno del otro. Que tenemos un vínculo emocional que nos une en mutuo afecto.

Nuestro objetivo de protección es prioritario y no nos podemos permitir el menor desliz de cara a la agencia. Tanto él como yo hemos de ser prudentes y aguantar esas imperantes ganas que tenemos de besarnos delante de ella. De momento Azima no parece haberse percatado de la pasión que nos desborda.


Derechos de autor: Francisco Moroz





jueves, 16 de junio de 2022

La culpa es de Poe





Es oscura la noche en la que se acerca a la iglesia; como todas las que recuerda desde que era niño.

Cree estar poseído por una maldad congénita que le domina cada cierto tiempo. Guiado por un ser infernal que le dicta actos abominables, que él, ejecuta con fría naturalidad.

Una pesadilla diaria y recurrente cada vez que se duerme. Por ello, torturado por los sueños que le aterrorizan, no lo hace desde hace meses y su cabeza debilitada por la falta de descanso se deshace en jirones rayanos en una locura que le hace confundir los espejismos con la realidad.

 Cuando su rostro se refleja, descubre el ser aberrante en el que se ha convertido. La gente le rehuye instintivamente, como presintiendo el peligro latente que subyace en su persona. Sus ojos trasmiten, la desesperación del eterno condenado a las ardientes llamas del averno.

 Y sin embargo busca la salvación de su alma. Quiere el consuelo que requiere todo ser. Necesita reposar de tanta infamia.

Más, desde el momento en que una chispa de lucidez se aloja en su cabeza, y su ánima baja la guardia después de una jornada de tensión, vuelve el sueño y con este, el enviado de Belcebú; un ser siniestro y negro.


&


–Padre, necesito que me escuche en confesión. Llevo veinticinco años apartado de la iglesia. Me negué a regresar a ella a los ocho. Me alejé de Dios faltando al primero y segundo de los mandamientos de su ley. Soy un mal creyente; pero es la última esperanza que me queda para liberarme de mis terrores nocturnos y por eso recurro a usted.

 

–Tú dirás hijo, aquí estoy para aliviar tu peso y ayudarte.

 

–Necesito el perdón para hallar descanso y redención.

 

–Pues confía en el que siempre escucha, comprende y perdona. Dime qué es lo que te angustia hijo mío.

 

–Fui engendrado en el mal, padre, y estoy purgando por ello desde que tengo uso de razón.

 

–De niños, todos cometimos alguna travesura; no te sientas culpable por ello.

 

–Yo maltrataba animales, los torturaba, los mataba con saña.

 

– ¿Qué es lo que te instigaba a hacerlo?

 

–Fue desde el momento en que un perro me mordió, se me empezó a aparecer un ser negro, dictándome todo aquello que debía hacer. Lo sigue haciendo padre, para mi desesperación.


– ¿Un demonio?

 

-No padre, un gato. El mismo al que le saqué un ojo con una cuchara, el mismo al que decapité con el hacha que encontré en la leñera. 

Desde el primer momento se pronunció como mi instructor.

El que me sugirió contravenir el tercero de los mandamientos.

 

– ¿Acaso no amas a tus padres?

 

– Respóndame ¿A unos individuos que maltratan y agreden a una criatura indefensa, los podría amar usted?

 

–Pues…

 

–En cuanto pude defenderme los eliminé mientras descansaban de sus iniquidades. Con ello, directamente taché de mi lista el cuarto y el quinto mandamiento y todos los demás por añadidura. Soy campo abonado con el estiércol del demonio desde entonces; aunque hubo momentos en los que pensé que el otro ser alado que se me aparecía en los sueños podría salvarme algún día.

 

– ¿Un ángel luminoso, quizá?

 

–Más bien uno negro, como el gato. Se trata de un cuervo, que después de cada crimen monstruoso me dice: “Nunca más”. Me hacía recobrar la cordura suficiente para ocultar las pruebas, los cadáveres. Esconderme una temporada, e intentar escabullirme de la justicia.

Es el quinto mandamiento en el que más reincido. Y estoy cansado de tanta sangre y violencia.

 

– ¿Y por qué no te arrepientes, te entregas y redimes tu culpa? La prisión y la falta de libertad son duras, pero imagino que no tanto como el calvario por el que estás pasando y haces pasar al prójimo.

 

–Si padre, eso pensé hacer antes de que apareciera el gato de nuevo y me recordara que debo resolver un asunto que nunca conseguí olvidar.

 

–Sé que me horrorizará conocer el motivo, pero adelante querido hijo, desahógate y ábreme tu corazón.

 

–Consigo oír las palpitaciones aceleradas del suyo padre ¿A caso está asustado? A lo mejor le he recordado la maldad que se esconde tras cada ser humano? ¿La de esos individuos, que deberían ser ejemplo de honestidad, pero que anteponen sus deseos, parapetándose bajo un manto de dignidad, refugiándose en el estatus social que parece elevarles por encima de la justicia? Esa justicia a la que según usted debo entregarme.

¿O le trae a la mente a esos otros que roban, desfalcan, engañan, trafican, explotan y especulan; aprovechándose de la bondad de las personas decentes?¿O Aquellos que pisotean la inocencia confiada de los niños y los abusan, por ejemplo? A esos ¿Quién los juzgará? ¿Dios?

 

–Hijo, me estás haciendo temblar de miedo con lo que dices.

 

–No padre, no tiemble por lo que escucha de mis labios impuros, más bien tiemble cuando piense en el inminente castigo por incumplir el noveno de los mandamientos.

 

– ¿A qué te refieres? Creo que deberíamos terminar con esta sinrazón.

 

–Sí, cierto. Tengo fe en que esta será la última prueba; después me será indiferente todo lo que me ocurra. Quiero descansar lo que me reste de vida. Quiero que el negro cuervo se me aparezca de nuevo y que sus palabras sean proféticas y definitivas. “Nunca más”.

¿Ya me recuerda padre?...ese monaguillo de ocho años que le ayudaba en misa.

 

El corazón del sacerdote lo delata cesando sus latidos.



Derechos de autor: Francisco Moroz


Para este reto utilicé tres referentes de las obras de Poe; y de ahí el título que inspiró el relato.
El cuervo.
El gato negro.
El corazón delator. 




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