sábado, 2 de abril de 2016

Al límite






Tengo el rango de capitán dentro del equipo conocido como L.E.E siglas de Localización-Ejecución-Eliminación.
Básicamente somos un comando de élite destinado en misiones delicadas, especializado en tráfico de estupefacientes y de armas.

Mi nombre es Mario Rodríguez, aunque todos me conocen como Maro.

Nos encontramos parapetados junto a unos contenedores que se hallan ubicados en un polígono cerca del puerto. El francotirador está en posición, trasmitiendo la situación del escenario donde intervendremos en unos minutos.

Se trata de una gran nave industrial, supuestamente dedicada a la fabricación de vigas de acero, pero sabemos que tras el negocio tapadera se esconde uno de los mayores laboratorios de trasformación de cocaína.

-Gorrión llamando a Maro ¿Me escuchas?

-Aquí Maro, alto y claro.

-Hay dos objetivos. Uno en la cubierta de la nave y otro cerca de la puerta. Espero órdenes de activación de la operación.

El hombre apostado en el tejado de un edificio próximo es un tirador altamente cualificado, está a la espera de la orden, y la orden la daré yo. 
En el momento en que se haya ejecutado, el resto del equipo saldrá corriendo hacia la puerta en el momento exacto en que les dé la señal con la mano. 
El silencio será fundamental para no estropear el factor sorpresa.

Significará que los dos elementos exteriores que vigilan las instalaciones, han sido abatidos por el fusil M110 de nuestro compañero.

No sabemos la cantidad de sicarios que están dentro y las bajas propias no son un componente con el que contamos habitualmente, dado nuestro alto nivel de efectividad en las misiones.

Alma Mater es la supervisora. Férrea y disciplinaria, la que constata los tiempos en los que han de desarrollarse las acciones de campo; el factor temporal siempre es escaso y dependemos de nuestras pericia para dar resolución rápida y efectiva a las ejecuciones de dichas intervenciones.

Una hora suele ser el máximo permitido. Si no lo conseguimos habremos esperar hasta la siguiente ocasión. 
Tiempo que emplearemos para el entrenamiento en otras materias científicas ineludibles, y de esta forma poder obtener los permisos necesarios para realizar estas otras tareas más arriesgadas.

Observo a través de los prismáticos de visión nocturna que el individuo que se haya en la cubierta se mueve como con lógica de computadora: unos cinco pasos a la izquierda, parada, y otros cinco pasos hacia la derecha y de esta forma como bucle infinito. El de la puerta sin embargo a penas realiza movimientos. Mueve la cabeza como buscando algo, mientras da caladas nerviosas a un cigarro que parece no consumirse nunca.

-Gorrión, en cuanto los tengas en la mira de tu fusil, los neutralizas.

Por los prismáticos veo caer consecutivos a los dos vigilantes, y levantando el brazo levemente hago la señal convenida para salir de nuestro parapeto y avanzar hacia la puerta.

Somos seis en total, nunca me gustaron los impares.

Gorrión, el francotirador, por eso de que siempre está en lo alto. El que da cobertura y cubre las retiradas.

Temple es el de más edad, serio y eficiente, como caballero medieval de la orden militar de los antiguos templarios, de ahí un apodo tan carismático.

Casamay es el apellido, su nombre real es Martín. Se caracteriza por su humor irónico y carácter extrovertido, muy de fiar, como de la familia, los compañeros se refieren a él como  "El primo"

“Golem” es el tocho, el grandullón, el que con su sola presencia impone. En realidad se llama “José”. Contundente y parco en palabras. No media muchas palabras mientras desarrolla sus cometidos.

“Haraél” tiene nombre de ángel, aunque en ocasiones parezca desatada furia del infierno. Sólo oírlo gruñir y protestar asusta. Noble y letal. Rápido en la acción como mil demonios.

Llegamos al frontal de la nave, sin llevarnos sorpresas ingratas, abrimos la puerta sin necesidad de forzar la cerradura. Me encanta la ingenuidad y previsibilidad del enemigo.

Al igual que afuera, la luz escasea, está claro que el negocio no está en la planta principal sino en el subsuelo, escondido de eventuales intrusos.

El avance se hace en silencio, enfundados en negro, con chalecos antibalas, cascos de protección integral, botas militares, y nuestras FN SCAR, armas de asalto muy efectivas y mortales de necesidad.

Desplegando la mano indico a mis hombres que paren, y siempre por señas hago que se desplieguen dos a derecha y dos a izquierda, yo quedo en la parte central.

Barremos la nave comprobando que no hay obstáculos imprevistos para reunirnos en las escaleras que conducen abajo; de momento ningún sonido llega a nuestros oídos.

-Alma Mater a jefe de operación Maro. -Irrumpe la voz por el intercomunicador de pinganillo.

-Sí, te escucho perfectamente Alma mater ¿Qué ocurre?

-Media hora para la finalización de la operación asalto.

Miro nervioso mi reloj.
El tiempo pasa de forma ineludiblemente rápida cuando te hayas involucrado en algo que te gusta hacer.

-Entendido, corto y cambio.

Debemos de darnos prisa, si no, toda la estrategia desplegada y las horas de preparación habrán sido en vano; la eliminación de este laboratorio clandestino se podría malograr.

-Equipo, -Comunico a los compañeros. –Sólo media hora, hay que darse prisa.

Veo algún dedo pulgar levantado en señal de entendimiento y comienzo a bajar en cabeza, seguido de mis chicos, despacio pero sin parar.

El sudor me empapa, el refugio de los narcos parece encontrarse en el mismo averno, por el calor y la profundidad de las instalaciones.

Me encuentro al fin, con una cortina de tiras plásticas que separo levemente con una de las manos enguantadas.
Mis sentidos alerta intuyen que el peligro está al otro lado. Y efectivamente justo después de pensarlo, siento el impacto de una bala en la pared, al lado de mi cabeza.

Me agacho, nos estaban esperando. ¿Cámaras internas o filtración de información?
No me da tiempo para reflexionar. Ruedo por el suelo y me parapeto.

El resto de compañeros se han ido introduciendo en la amplia nave inferior, intentan localizar al enemigo. Nos ponemos el equipo de visión nocturna y es entonces cuando el fuego graneado estalla alrededor.

Se trata de un gran almacén repleto de baldas donde se apilan cajas y paquetes de diversos tamaños. Corremos cada uno hacia un lado intentando buscar refugio tras los bultos y las baldas. Los disparos silban de continuo, no dan tregua.

Pero es entonces cuando retomamos la situación y la iniciativa, empiezo a recordar la dinámica de actuación casi de forma mecánica, como en un baile de salón: Dos individuos a la izquierda caen abatidos, al igual que otro más que aparece con imprudente entusiasmo por delante.

Avanzamos. Objetivo a las tres en punto. Disparo, y otro cuerpo sale despedido con el impacto súbito.
cinco minutos son los que restan para finalizar con todo. Como siempre, a este ritmo no conseguiremos terminar con el desafío.

-Alma Mater a Maro….

-¡Si lo sé! ¡Cinco minutos!, no me interrumpas, me desconcentras…

Indico a mis chicos que hay que acelerar el proceso, avanzar y disparar más deprisa, arriesgando incluso lo nunca arriesgado.
Hoy deberíamos terminar de una vez con esta pesadilla.

El tiempo pasa impertérrito, Temple es herido, pero no gime, simplemente cae y sangra; ya no podemos contar con él, las prisas nunca fueron buenas.

El resto se despliega, quizás demasiado precipitadamente.
Pienso que a estas alturas ya tendríamos que tener a la vista nuestro objetivo; pero por más que disparamos y abatimos, aparecen más secuaces dispuestos a entorpecer la acción.
Claro que, si no hubiera imprevistos sería aburrido todo el proceso.

¡Bien! Al fondo se ve algo de luz, debe de ser allí donde se encuentra el laboratorio.

Nuevos esbirros aparecen: tres por delante, uno por la izquierda. Todos caen muertos de forma aparatosa.

En estas estamos cuando“Haraél” empieza a protestar furioso, pues esto no cuadra con sus expectativas; es como si los delincuentes estuvieran preparados para sorprenderles en una inusitada emboscada. El enemigo parece oírle y en su descuido le abaten de un certero disparo que le atraviesa el hombro. Aunque esto no impide que siga emitiendo gruñidos desconcertantes sentado en el suelo. Si muere lo hará protestando. Pero hoy no le toca.

Quedamos tres en pie. Gorrión no cuenta, se quedó en el exterior guardándonos las espaldas.

Indico a los camaradas un alto para valorar la situación.

-Alma Mater a Maro te aviso de la cuenta atrás.

-¡Por Dios! ¡Déjanos unos minutos más! ¡Estamos a punto de conseguirlo!...¡Calla!

Tanta presión no es razonable.
Mis dos compañeros se ponen nerviosos cuando ven mi cara crispada por los puros nervios. 
¡Ahí! tan cerca y como siempre, con el tiempo jugando en nuestra contra.

Hablo con ellos y les comunico que lo tendrán que arriesgar todo en una acción desesperada, casi a ciegas, disparando a diestro y siniestro.

Para evitar accidentes, les indico que iremos juntos, como piña. 

Golem asiente con un leve movimiento de cabeza, Casamay pone el pulgar y el índice juntos, en círculo.
Salimos a la de tres chicos.

-Uno, dos….

-Alma Mater llamando a Maro. Último aviso, aborta la misión o...

No contesto.

Enfurecido y desmoralizado salgo con mis dos compañeros, y a causa de la presión y los nervios pegamos tiros sin ton ni son, sin dar en ningún blanco. Gritando nuestra desesperación e impotencia.

Los veo caer acribillados a balazos junto a mí, a los amigos que compartieron tantas cosas.
Yo, también soy alcanzado por una ráfaga interminable de proyectiles cuyos impactos de necesaria muerte, me impulsan hacia atrás. El chaleco antibalas mengua los daños, pero no me libra de las heridas mortales.

¡Me niego a terminar así!

Con cólera inusitada agarro una de las granadas que llevo colgada del cinturón y quitándole el seguro la arrojo al fondo de la nave con las fuerzas que le restan a mi nivel de vida.

Un resplandor me ciega mientras caigo al suelo para en él, desangrarme escandalosamente.

Aún me da tiempo de pronunciar mis últimas palabras mientras apago el ordenador:

-¡Mamá! ¡Siempre lo mismo! Me dejas una hora escasa para jugar y me interrumpes con tus avisos cada dos por tres; y de esta manera no hay forma de concentrarse ni de terminar nada. 
Tendremos que negociar lo de los tiempos de partida. Siempre juego al límite.

-¡Vamos Mario! La única forma de negociar, es que apruebes las asignaturas que te quedan pendientes del trimestre. 
-¡Hala! a la tarea, mi capitán L.E.E.

…¡Si! de esto trata lo que os comenté antes: en esto consiste el tiempo empleado para entrenamiento en otras materias ineludibles y científicas. Física y matemáticas son el nombre de estas materias.
Y es ahora cuando doy comienzo a mí verdadera  "Misión imposible" entrenamiento para misiones de juego real.





Relato que como no podía ser de otra manera está dedicada a mis queridos hijos.


               

                                              Derechos de autor: Francisco Moroz

                                                        Código de registro: 1604277331554

miércoles, 30 de marzo de 2016

Malabares de tinta



Corazón de bohemio y de poeta
constructor de sueños y suspiros,
romántico arlequín y saltimbanqui
tejedor de sentimientos consentidos.

Quiero darte dadivoso mi regalo,
presente de un artista de camino:
un corazón consagrado enteramente
a la musa inspiradora de este mimo.

Por ser tu funambulista se me nota,
  colgado en la cuerda floja de tu abismo.
Malabares hago en carismático equilibrio,
con tu perfecto amor y mi loco aventurero desvarío.

Dedicado en este circo de la vida
a escribir con tinta lo vedado al alma.
 Pulsando en el aire cimbreante,
arpegio enamorado con letras de guitarra.

Soflama venturosa agradecida 
por gozar la dicha de tenerte.
Sabiendo que este carrusel en que giramos
te ofrece en cada vuelta lo perdido.

Y agradezco tu magia,
los esbozos de bailarina que me brinda
la delicada ternura domadora,
capaz de aplacar a la fiera que me hiere.

En velados rasgos de amor impenitente
siempre tuyo, tu hechicero mago.
Relator ausente de inciertas historias,
pero de ciertos y felices trazos que le honran.



Derechos de autor: Francisco Moroz.

Código de registro: 1605087458042






lunes, 28 de marzo de 2016

Menudo personaje.


Relato para la propuesta literaria del Círculo de escritores: El Marciano.




Cuando pusimos el pie por primera vez en este orbe, nos sobrecogimos a causa de la inmensidad de la nada y nos mareó ese único color que predominaba hasta el horizonte. Si hubo alguna vez agua en este planeta, tuvo que ser hace millones de años de los de nuestro cómputo terrestre. Es inimaginable viendo la sequedad y la erosión de las elevaciones y la profundidad de algunos cráteres. Las tormentas de arena son altamente agresivas y veloces. El planeta no está muerto en lo que se refiere al movimiento permanente de sus dunas.

Me acuerdo aún cuando de niño visionaba películas y veía fotos referidas al planeta, me quedé prendado de esa belleza casi mística; estuve atento cuando mandaron las primeras misiones no tripuladas a este lugar en el que ahora nos encontramos mis dos compañeros y yo. Me parece mentira haber alcanzado mis sueños de llegar a donde quería llegar. Pero ahora estaba decepcionado, lo que me parecía idílico en sus comienzos, resultaba ser únicamente desolación a nuestro alrededor. Es imposible que nuestros científicos más reseñables pensasen que aquí pudiera haber vida.

El caso es, que los gigantescos telescopios electrónicos de última generación, alcanzaban en su barrido, distancias inconmensurables que hasta hace algunas décadas eran impensables, y algo tuvo que captar la atención de aquel selecto y cualificado grupo de hombres de ciencia, como para haber puesto en movimiento una misión tan costosa y de carácter urgente como aquella, en la que me hallaba involucrado.

Nuestro entrenamiento fue duro, disciplinado y agotador. Nos dijeron que teníamos que estar preparados para la sorpresa, para lo inédito. Y con ello se referían a que podríamos encontrar vida en este mundo; no vida en forma de partículas, microorganismos, células o átomos dispersos ¡No! Vida completa, como la entendíamos en el planeta del que procedíamos.

Algo habían visualizado las cámaras a través de las inmensas lentes instaladas en el Monte Palomar. Querían asegurarse que no habían sido interferencias u ondas contaminadas a causa de las tormentas electrostáticas espaciales.
Y aquí estábamos, con nuestros equipos de eco localización, radares sofisticados que nos alertarían de movimientos inusitados en el entorno inhabitable en el que nos hallábamos en ese instante. Antenas que detectarían cualquier sonido ajeno al que pudiéramos hacer nosotros.

Pero de momento todo era silencio e incertidumbre.

Fue entonces, durante una de mis salidas en solitario, mientras mis compañeros dormitaban en sus habitáculos, cuando aquello que era imposible que ocurriese, ocurrió.
La nave se encontraba posada a unos quinientos metros de la zona en la que me encontraba, una conocida con el nombre de Home Plate.
En su lecho rocoso lo vi por primera vez, agachado, como rebuscando algo que se le hubiese perdido. Levantó su cabeza y me vio a su vez, pero no hizo ademán de huir ni esconderse; y aunque la distancia no me permitía la percepción de los detalles, creí leer en su rostro un gesto de sorpresa mientras se acercaba sin miedo.
Cuando estuvo a mi lado comprobé que se trataba de un personaje que me preguntó en mi propio idioma:

-¿Has venido en tu avión?

Antes de poder responderlo me volvió a preguntar:

-¿Has traído el cordero que te pedí?

A punto del colapso y ante mi incomprensión el personaje me aclaró que seguía su lucha particular contra las semillas de baobab.

-¿El Principito? -Le interrogué.

De pronto una gran conmoción y un pitido agudo me arrancaron de mi recurrente sueño. Uno de mis compañeros me informó que se habían activado los sensores y que un pequeño ser, se acercaba a la nave. 
Haríamos historia.


Derechos de autor: Francisco Moroz

Código de registro: 1605087458066



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