miércoles, 1 de febrero de 2017

El hambre se conforma




Hoy comeré según lo que me pongan en el plato,
según su contenido. 
Me sobran si me apuras los cubiertos de plata, 
incluso siendo sincero, 
la servilleta de hilo.

Según lo que me echen, así comeré.
Que me conformo,
que no tengo preferencias ni gustos severos 
ni peco de casquivano y minucioso.
Pues todos los días son inciertos
con su pizca de desazón y de misterio gastronómico.

Estoy acostumbrado
a la inclemencia de los tiempos que corren, 
nunca fueron mejores ni en el siglo de oro. 
Menos, ahora, que es siglo de latoncillo. 
Como comensal, 
cada vez que me ubico,
siempre lo hago arrinconado por principio.

Cuando hay apetencia
me acuerdo a cada momento de la nana de la cebolla
de Miguel Hernández. 
Del pícaro Guzmán, del letrado lazarillo.
De la frase ciceroniana que reza: 
“El hambre es el mejor condimento".
Eso decía mi madre cuando ponía lentejas.
¡Férreo alimento por cierto!

Hoy comeré 
según lo que me echen en el plato, 
y no soy sibarita ni exigente; 
soy del montón. 
Pertenezco
a un círculo selecto de comensales de las calles donde habito,
que buscan diligentes, 
el local donde se venda barata la comida. 

Me es indiferente
sentarme en una mesa con manteles blancos;
me basta con las amplias vistas a un jardín,
sentado en cualquier banco. 
Si me urges, 
renuncio a los manjares surtidos. 
Me sobran las copas pulidas y los transparentes vasos
y el vino que los llena.

No soy de los que esperan impacientes a ser servidos, 
por camareros y fámulos estirados, 
pues me arreglo con mis manos
y me sobra criterio para comer lo debido. 
Soy hombre de principios,
con tener algo con que comenzar me basta.
Suficiente razón
para llevar a buen puerto el cometido 

En lo que realmente fundamento mi esperanza
con paciencia infinita,
es en que un alma sensible y bondadosa
deje caer unas monedas en mi plato. 
Y según el valor de las que haya, 
el comer como un rey tengo fechado. 
si la suerte es esquiva y no me alcanza,
comeré como pobre vasallo las migajas.

Hoy comeré
según lo que me pongan en el plato.
que nunca hubo pan duro para el hambre
¡Yo lo creo y certifico! 



Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 30 de enero de 2017

Metafóricamente hablando





Este fin de semana he desconectado de la realidad, y no he encontrado manera más relajada de hacerlo que ordenando las estanterías donde cohabitan mis libros más queridos.

Mi biblioteca es un habitáculo donde los tomos cubren las paredes de parte a parte, remedio eficaz para no tener que pintarlas, pues quedan totalmente forradas con madera y cartoné, y toda la sabiduría de mis autores favoritos.

Algunos quedan a siete alturas sobre el nivel del suelo y necesito por tanto, una pequeña escalera para alzarme sobre ese dechado de conocimiento escrito y convenientemente empolvado.

De esta manera, puedo acariciar con un trapo húmedo y de forma personaliza a cada uno de los inquilinos depositados en las baldas, que parecen convertirse ante mis ojos, en gatos mimosos.

Me subo, limpio y doy esplendor como lo hace la Real Academia de la lengua española. Sacando brillo con tesón y empeño; hasta que por culpa de un descuido y algún tornillo flojo, y de forma estrepitosa, se me viene encima la sección de cuentos clásicos y cómics. La de novela contemporánea y la histórica, dando un nuevo significado a eso de: “La caída del imperio romano”.

En el suelo se forma un pequeño caos de efecto mariposa con ley de Murphy incluida. Hojas desparramadas sin ser otoño, portadas abiertas de forma impúdica mostrando sus textos más íntimos y… Unas telas revueltas de color vivo (a pesar del golpe) 

¡Gran misterio este!

Pues ignoraba que a parte de los marca-páginas y las flores secas que guardo entre folios para recordar renglones significativos; pudiera haber introducido tejidos tan voluminosos.

Me bajo del escabel, me acerco y descubro el misterio.

Las capas carmesí de Caperucita y Superman se mezclaron con las del emperador Tiberio en Ben-Hur y la del torero Espartero de la novela Sangre y arena. Y todas ellas con las de los capas rojas de…

…Voy a tomarme un café cargadito de azúcar y solucionaré el desaguisado. Daré a cada uno lo suyo, y “al César lo que es del César”.

¡Menos mal que el Quijote quedó en su sitio ¡ ¡Si no!
¡Menuda locura!



Derechos de autor: Francisco Moroz


Escrito presentado en la comunidad "Relatos Compulsivos" en el reto de tres palabras: 
Carmesí-Desconectar-Azúcar.
que ha conseguido el tercer puesto




sábado, 28 de enero de 2017

Iqbal Masih. Lágrimas, sorpresas y coraje



IqbalMasih. Lágrimas,sorpresas y coraje



                         De: Miguel Griot

















Llevo bastante tiempo sin reseñar un libro por razones variopintas que no vienen al caso explicar. Pero este, que llegó a mis manos de forma inesperada como un regalo de navidad, no puede esperar para ser presentado a mis amigos seguidores por lo contundente de su contenido.
Se trata de un libro dirigido a jóvenes, a jóvenes que se interrogan, a jóvenes con inquietudes, iniciativas y ganas de aportar su grano de arena y positivismo en esta sociedad que se ahoga en desesperanza, prejuicios, necedad e hipocresía.
Un pequeño libro con una magnitud en sus letras sencillas que apabulla al lector y lo descoloca.

¡Pero no os equivoquéis! También está escrito para los adultos pues no es un cuento, es una biografía muy real y cruda en la que se dan la mano la ternura, el amor y el humor, con la tristeza, el dolor y el miedo.
La esencia de la corta existencia de un niño, escrita de modo periodístico y ameno pero no carente de emotividad. El autor ha sabido dar protagonismo a todos y cada uno de los personajes que aparecen; todos hablando sobre ese niño. La historia será contada casi de continuo en segunda persona, consiguiendo con ello que nos sintamos interrogados e inmiscuidos en el relato.
Más de una vez literalmente nos dirán ¿Qué habrías hecho tú?¿Qué piensas sobre ello?

“Su vida te será contada como perlas esparcidas sin ordenar. Serás tú quien las una y las convierta en collar”

Ya os he puesto en el brete de la curiosidad ¿A que sí?

Pues os cuento un poco más.
La historia es la de un niño común y corriente llamado Iqbal Masih, que vive en una localidad de Pakistán, un pueblo llamado Lahore, donde se confeccionan las mejores alfombras del país que son muy cotizadas en el resto del mundo.

Pero Masih aun siendo el protagonista absoluto de este libro no hablará. Como os dije antes otros hablarán por él: los que guardan sus recuerdos como si fueran hilos de colores con los que irán tejiendo el tapiz que después nosotros gozaremos con la perspectiva que nos dará el relato de su vida en general. Pero sobre todos los narradores destacará uno. Mudena, que hará de guía en nuestro peculiar periplo a lo largo de esta aventura existencial.

Y es que Iqbal Masih era un niño de los millones que en el mundo son explotados laboralmente. Un tejedor de alfombras que no será sometido por sus patrones a la esclavitud y a la miseria, hipotecando su futuro. No pudieron hacerlo pues no contaban con su espíritu rebelde e inconformista que desbordaba su menudo cuerpo de luchador.

“El amor dio al débil el impulso necesario para ganar el pulso al fuerte”

Su madre, sus primos, sus amigos, patronos, compañeros de trabajo, tutores, educadores…
Todos ellos nos irán desgranando sus distintos puntos de vista. Y con narración limpia de polvo y paja darán brillo y contraste a la corta existencia de este pequeño que luchó; no solo para liberarse de su trabajo forzado, sino también, para denunciar de manera contundente la condición en la que millones de pequeños son utilizados como mano de obra barata en favor del enriquecimiento de unos cuantos empresarios sin escrúpulos. Que incluso vieron como una traición el que alguien como él se saltara las normas establecidas y aceptadas a la fuerza, que solo les favorecían a ellos. Mostrando al mundo las condiciones insalubres, ominosas y de explotación a las que son sometidos niños como él.
Se convirtió en abanderado de todos ellos.

A mi modo de ver hay algo que realza si cabe un poco más este libro, dándole un valor añadido. Se trata del alto sentido reflexivo que es capaz de trasmitir únicamente con ciertas frases que iremos encontrando como señales. Hitos que nos indicarán lo verdaderamente importante, el sentido de las cosas, la sencillez de lo complicado y las puertas que se nos abren ante el desespero.
Este es uno de esos libros que se leen con emoción a flor de piel. De esa que desgarra o acaricia, apabulla o acuna.

A mi entender es una lectura que merece su tiempo, aunque solo sea porque nos ayudará a despertar esa conciencia adormecida por la droga del bienestar y el placer inmediato que nos suministra esta hipócrita sociedad para desviar nuestra atención de lo verdaderamente importante, como son los derechos humanos y más los de nuestros pequeños, que representan el porvenir de la humanidad.

El 16 de Abril de 1995 fecha en la que Iqbal moría, la Unicef decidió honrarle dedicando dicho día a conmemorar los derechos de la infancia.

“A veces lo más triste y auténtico es el espacio que queda entre algunas palabras”

Si tenéis la oportunidad y el placer de encontraros con este niño. Parar un poco el ritmo ¡Escuchar lo que tiene que decir! Pues:

“Escuchar a alguien que ha escalado la montaña con los pies descalzos, nos ayuda a subir la cuesta”

No será un tiempo perdido, os lo aseguro ¡Muy al contrario! Os indicará el camino de la coherencia, del desarrollo personal del respeto debido a los débiles sea su condición la que sea.
Pues como dijo el propio Iqbal Masih:

“El camino que he recorrido es solo mío, pero la dirección en la que voy para que los demás y yo seamos libres, también puede ser la que sigas tú”

Cuando pasemos la última página ocurrirán dos cosas: Sabremos el porqué del subtitulo "Lágrimas, sorpresas y coraje" y nos será difícil olvidar a este pequeño tejedor y gran luchador que se llamaba Iqbal Masih







                                                                         Derechos de autor: Francisco Moroz


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