miércoles, 22 de febrero de 2017

Detrás de la máscara





¿Qué es lo que se esconde tras la máscara de los carnavales? ¿Cuáles son sus orígenes?

Como la mayoría de las tradiciones y fiestas populares, esta, no es una excepción, y con ella quedan claras las intenciones del ser humano que por naturaleza gusta de saltarse las normas convencionales y las prohibiciones que concitan a la mesura y la corrección. Festejar disfrutar y despendolarse sin vergüenza está grabado en los genes de toda la humanidad.

No en vano el carnaval es una de las celebraciones más participativas y globales de todas las conocidas. No sabe de fronteras, ni razas ni culturas, pues todas ellas han sabido adaptarla y trasformarla según sus necesidades. Con personal idiosincrasia en sus atrezzos y modos.

Nos remontamos a sus orígenes y vemos que naturalmente, como todo lo divertido, procede de lo pagano. 
De esos pueblos que a pesar de sus dioses o gracias a ellos, podían ventear al menos una vez al año su placer por el baile, el canto y la música, y los placeres carnales como eran y son, la comida, la bebida y el sexo.

Y del primero de esos pueblos de los que no queda constancia documentada es el sumerio, que hace unos 5000 años ya andaba metido en estas lides de disfrazarse y salir a las calles a desmelenarse sin inhibición
Estos, junto a egipcios, griegos y romanos fueron los organizadores de eventos multitudinarios donde se olvidaban las castas, el poder, los títulos, la riqueza o la categoría personal de los ciudadanos que participaban.

De entre ellos, los romanos fueron los más destacados cuando celebraban las lupercales y saturnales que si recordáis, fueron también el origen de las navidades, año nuevos etc.

Estando el dios Baco, o el Dionisio griego por medio ya os podéis imaginar las bacanales y las orgías que se montaban a todos los niveles. 
Y como los romanos se hicieron dueños de toda Europa y parte de Asia y África, pues extendieron el elenco cultural de sus tradiciones por todos los territorios conocidos en la antigüedad. 
Después serían los españoles y portugueses en el siglo XV los encargados de llevar a América estos festejos tan vitales y alegres.

El vocablo “Carnaval “proviene de la lengua romance neolatina. Los romanos llamaban a estas fiestas simplemente: “Festum” que en su traducción viene a significar "Festín o festejo", aunque algunos autores defienden que pueda proceder del término “Carnem levare” recuerdo de otros dioses-as como la celta “Carna” o el indio “Karna”.

Este término viene a significar algo así como “ Quitar la carne” y se debe al cristianismo; que permitía ciertas licencias y relajamiento en las costumbres de sus fieles, tiempo antes de empezar con las celebraciones cuaresmales que se iniciaban el miércoles de ceniza, donde se les recordaba que solo eran polvo y ceniza y por lo tanto tenían que evitar todo roce con lo mundano y sensitivo para alejarse de la órbita del maligno.

El vocablo italiano “Carnevale” ha sido aceptado por goleada en la mayoría de los países donde se celebra, en contra de las otras acepciones con las que se le conoce en España: “Carnal”,“Carnestolendas” o “Astruejo”, palabreja que define el periodo que comprende los tres días anteriores al miércoles de ceniza.

Tres días, donde casi todo estaba permitido bajo el anonimato de las máscaras y el salvoconducto de los disfraces que garantizaban en cierta medida, la impunidad del individuo.

En la actualidad los carnavales pueden alargarse toda una semana comenzando en un jueves denominado “Lardero” que proviene de “Lardarius” y significa “Tocinero”. En la península ibérica hay un dicho que reza: “Jueves lardero, longaniza en el puchero”.

Todo ello representaba una despedida a la carne de todo tipo, pues la cuaresma que empezaba posteriormente, suponía la abstinencia y el ayuno de estos elementos, añadiendo penitencias, ayunos y oración que constituían los únicos alimentos del alma, que no del cuerpo.

En la Edad Media entre otras cosas, el carnaval constituía una ocasión inestimable para poder realizar críticas a los gobernantes, nobleza y clero, denunciando sus abusos, excesos e hipocresía; ya que nadie, dentro de este contexto podía ser castigado por ello.
En el lado opuesto y en tiempos de Carlomagno, el no cumplimiento de la abstinencia durante las cuaresma, era castigado con la muerte. Ni más ni menos.

El máximo esplendor de estos festejos llegará en el siglo XVI en las cortes europeas, despuntando entre todas la de la ciudad de Florencia gobernada por los Medici; cuyos carnavales eran significativos por sus elaboradas máscaras, lujosos vestidos, y el esplendor de sus largos desfiles de maravillosas puestas en escena con carros (Actuales carrozas) alegóricos sobre diversos temas. 

Eran aprovechados de igual manera para deshacerse de opositores, dirimir pendencias a lo bravo y cometer asesinatos impunemente. Las intrigas y las conjuras proliferaban durante los festejos. 

Hoy en día los carnavales más famosos son los que tienen lugar en Brasil (Río de Janeiro) donde aparte de los elementos tradicionales, se suman peculiaridades añadidas por el acerbo cultural de los antiguos colonos y esclavos, siendo uno de los más vistosos en el ámbito global, habiendo alcanzado un récord guinness en participación, duración y vistosidad.

El de Venecia siempre sorprenderá al visitante por sus elaboradas máscaras y trajes, que son objeto de culto de algunos coleccionistas y objetivo de innumerables fotógrafos.
En Colonia, Alemania, esta fiesta es uno de los acontecimientos más relevantes de los que se celebran en el país, dando especial importancia a las mujeres, que ese día se convierten en las protagonistas y portadoras de las llaves de la ciudad. 
Es denominado: “La quinta estación del año”.

Y no podemos olvidar los carnavales de Cádiz con sus comparsas burlescas, cuyas charangas y chirigotas son consideradas patrimonio regional y nacional, convirtiéndose las coplas en auténticos pasquines sonoros de denuncia contra el gobierno corrupto, los políticos y el famoseo inmerecido de algunos; comidilla de programas del corazón y deportivos.

Otros lugares donde estas celebraciones son conocidas a nivel internacional son: Santa Cruz de Tenerife, y Águilas en Murcia. Oruro en Bolivia, Barranquilla en Colombia. Niza en la rivera francesa. Nueva Orleans. Sitges en Cataluña y Notting Hill en Londres, con la peculiaridad este último, de celebrarse a finales de agosto.

Los carnavales se han visto ampliamente reflejados en obras de teatro, sainetes, poesía y novela.
Cervantes en su famosa obra de -Don Quijote de la Mancha- citó las carnestolendas cuando Sancho era manteado por los gañanes. 
De sobras conocida la lucha entre don Carnal y doña Cuaresma incluido en -El libro del Buen Amor- del Arcipreste de Hita. Valle Inclán escribió la trilogía de los llamados “Esperpentos” titulados: -Martes de carnaval-.
Entre otros destacados autores podemos citar a Rubén Darío y su poema: -Canción de carnaval-. Los artículos periodísticos de Gustavo Adolfo Bécquer y Mariano José de Larra y relatos costumbristas de Mesonero Romanos.

Y no os canso más, que también las fiestas y las letras en exceso aburren y empachan. 
De hecho ya lo decían los propios romanos:

“Post festum, pestum et post coitum, tedium”

Cuya traducción nos viene a decir que:

“Después de los festejos viene la fetidez y después del coito el tedio”.



¡Felices Carnavales a todos!



Derechos de autor: Francisco Moroz







lunes, 20 de febrero de 2017

La búsqueda





“En el lugar más recóndito de la isla está escondido el tesoro”.

Ese era el mensaje que estaba escrito en el plano que había encontrado debajo de mi almohada junto a otra serie de pistas.

Empecé la búsqueda desesperada de lo que más ansiaba en aquellos momentos, me ayudaron mis padres y mi hermano mayor ¡Y lo encontré!

Hoy, veinticinco años después de aquella aventura, recuerdo con cariño el mejor de los regalos que me hicieron en mucho tiempo: Aquella edición en tapa dura de una historia de piratas escrita por un tal Robert Louis Stevenson.

Significó, un antes y un después.



Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 17 de febrero de 2017

Naufragio





Lleva quince días abrumado por el dolor de la pérdida, y el único sitio que parece proporcionarle cierto consuelo es la playa.
Por ella pasea todas las mañanas, mirando el mar y las enormes olas que se alzan a causa del temporal que agita las aguas; que no parece tener la intención de amainar, como para recordarle de forma perenne el episodio desgarrador que tuvo lugar allá a lo lejos.

Él y sus tres compañeros salieron a faenar como todos los días, teniendo en cuenta la previsión meteorológica que por la tarde anunciaba fuertes borrascas con viento racheado del norte que podrían representar cierto riesgo.

Decidieron  por ello, no alargar mucho la jornada de pesca y regresar temprano a puerto. El fenómeno les sorprendió al mediodía, en plena faena, de tal manera, que a pesar de su experiencia, la maniobra se les complicó.
Temiendo por su seguridad avisaron a salvamento marítimo, pero cuando estos llegaron era demasiado tarde para sus compañeros, que se fueron al fondo golpeados y enredados con los aparejos. El barco se perdió junto con sus cuerpos.
Él fue rescatado, pero gustosamente se hubiera cambiado por ellos. Pues parece haberlo perdido todo desde aquella tragedia.

Sus recuerdos se van difuminando en su cabeza según pasan los días, las personas a las que conocía no le saludan como antes hacían, como si no le vieran. Parecen echarle en cara la muerte de sus amigos por haber sido el patrón del barco naufragado. Su mujer y sus hijos ignoran su presencia, parecen sufrir mucho llorando de continuo, echa de menos sus abrazos.
Se disponen a abandonarle definitivamente.

Se siente desolado por la incomprensión ¿Qué culpa tuvo él del maldito suceso, si intentó poner a salvo a su pequeña tripulación? ¿Si abandonó la embarcación el último, cuando no tuvo más remedio al ver todo perdido?

La playa se ha convertido en su único refugio…

…En casa de un pescador están de duelo por el naufragio de un pesquero hace quince días. Una mujer llora, a punto de marchar con sus dos hijos pequeños rumbo a la ciudad.
Su hogar, ese remanso de armonía que era, se ha convertido en una tumba desde que el hombre al que amaba pereció ahogado.

Era el patrón del barco, de los cuatro tripulantes, el único que no pudo ser salvado. 




Derechos de autor: Francisco Moroz

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