miércoles, 1 de noviembre de 2017

Un Halloween para celebrar





Me acuerdo todavía como si fuera ayer, aunque ocurriera hace ya unos cuantos años, coincidiendo con las fechas en que la celebración de Halloween nos proporcionaba a los estudiantes, la excusa perfecta para desmelenarnos y montar fiestas para disfrutar de una noche de juerga en mitad del curso universitario.

Recuerdo que mi disfraz de bruja era de lo más original. El negro me favorecía, y el rímel destacaba estos ojos verdes del que todavía se quedan atrapados los hombres como en una tela de araña.

A todos los que se me arrimaban aquella noche, con la intención de hacer conmigo, conjuros en la oscuridad del parque donde estábamos reunimos para beber, cantar, y hablar a voces. A todos ellos, les di calabazas y les hice perder toda esperanza como a los que entran en el infierno de Dante. Yo me reservaba para un ser superior.

Pero la bebida, la juventud y la insensatez, no son precisamente los elementos de una fórmula magistral, y aquella noche me dio por mezclar alcohol como si preparara pócimas mágicas que me permitiesen volar con la escoba que portaba como complemento de mi disfraz. Estudiaba químicas, y tendría que haber sabido que esto, como lo de la piedra filosofal, es algo imposible.

Llegó un momento en que las carcajadas parecían provenir de seres malignos que me rodeaban de manera siniestra, las luces desvaídas de las farolas parecían indicarme un camino sin retorno, e incluso la música heavy que sonaba, la oía como los ladridos del cancerbero que guarda las puertas del reino de los muertos.

Perdí el control de mi cuerpo, cayendo al suelo estrepitosamente golpeándome en la cabeza con el borde de un parterre. Pero eso lo sé porque me lo contaron a posteriori.
Algún compañero llamó al Samur y una unidad me trasladó al hospital más cercano.

Cuando desperté me encontré en una habitación donde dominaba el color blanco, hasta las luces fluorescentes me parecieron ese túnel que antecede a los que se despiden de la vida. Cuando mi mente comenzó a centralizar y ordenar los datos, mis ojos enfocaron a un ser luminoso vestido con el uniforme que deben vestir los seres celestiales que habitan al otro lado, donde van aquellos que no son tan malos como aparentan.

Me miraba fijamente a la cara y me sonreía como dándome la bienvenida a otro plano trascendental más perfecto, donde es imposible sentir dolor ni inquietud. En donde la seguridad era prioritaria y la felicidad alcanzable.
Sus primeras palabras fueron:

–Parece que la brujita Samantha regresa de su viaje astral por mundos etílicos imaginarios.

Y yo como muchacha ingenua y algo atolondrada le pregunté:

– ¿Cómo sabes mi nombre y de donde vengo? ¿Eres un ángel?  –enmudeciendo a continuación muy sorprendida cuando me respondió que era mucho más que eso.
Pensé para mis adentros que ese era el ser superior que me correspondía, y que la casualidad no existía.

Y de esta forma es como conocí a Gabriel, vuestro padre. Por entonces un joven médico de urgencias con la carrera recién terminada. Y es por ello que os llamamos como os llamamos de forma cariñosa.


Pues de la unión de un Arcángel y una bruja solo pueden nacer diablillos inquietos como vosotros.

Derechos de autor: Francisco Moroz

sábado, 28 de octubre de 2017

Mi tirano favorito




De forma continuada pretendes que me someta a tus caprichos, que forme parte de un juego entre dos que nunca quieres que se acabe. Y yo me canso, pues miro por ti más que por mí. Y tú actúas como si nada te importasen mis necesidades ni mis gustos. Eres ladrón de mi tiempo y de mi sueño.

Nunca te sacias de mi presencia y a veces desespero y rabio queriendo liberarme de tu acaparadora atracción. Cuando te interesa, despliegas todas tus armas de seducción.
No soy capaz de negarte nada, me tienes atrapada en un bucle de encuentros y desencuentros, de llanto y sonrisa. 

Algo más fuerte que el orgullo me empuja a quererte tal y como eres: egoísta, exigente, tirano y algunas veces maltratador.

Porque a pesar de todo siento que las entrañas se me desgarran cuando no te tengo cerca, que eres la luz que me alumbra y el sentido de mi vida. Te amo de veras y me desvelo por darte gusto.

Aunque hoy, ante tus requerimientos, tendré que proponerte otra forma de abordar nuestra necesidad de mutua compañía. Vengo agotada de trabajar y tendrás que concederme el favor de no tener que arrodillarme en el suelo para jugar con los Play Mobil.




Derechos de autor: Francisco Moroz



miércoles, 25 de octubre de 2017

Una vez más





Vuelve a pedirme que la empuje, y yo hago oídos sordos a su petición mirando para otro lado como si el ruego no fuera dirigido a mí. No quiero complicarme la vida con pleitos, juicios y otras zarandajas legales.

Las madres me observan con suspicacia, como para pillarme en falta y poder denunciarme por acosador, por pervertido, o vete tú a saber por qué otras transgresiones más.

Pero la miro, y veo esa carita tan linda y esos ojos que en silencio, me ruegan que la impulse de nuevo, para subir hasta el cielo sentada en la silla del columpio.

¡Qué diantres, soy su padre!... La empujo.



Derechos de autor: Francisco Moroz

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...