¿Y qué es eso de la
cuaresma?
Pues se refiere a esos
cuarenta días necesarios que se han de emplear después de los excesos para
purificarse, y preparar el cuerpo y el alma a base de esas privaciones
anteriormente referidas. Era como el purgante requerido para vaciarse de todo mal e impureza de cara a la celebración
de la Semana Santa. Cuarenta días que comienzan el miércoles de ceniza donde se
nos recuerda que somos polvo y que así terminaremos llegado nuestro momento.
Pero llegados aquí, permitirme adornar un pequeño espacio, con esos versos de Don
Francisco de Quevedo que dicen así:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera:
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera:
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Estos cuarenta días de preparación terminan el domingo de ramos.
Doña cuaresma vuelve a ganar la batalla a Don carnal.
Una buena documentación literaria de como se
sucedían estas festividades, la podemos encontrar en “El libro del buen amor”
del Arcipreste de Hita, que nos cuenta en tono irónico y jocoso ciertas costumbres
licenciosas que hasta el clero practicaba durante este lapsus de tiempo, donde
se relajaban ciertos hábitos (Sin dobles sentidos)
Y ahora trataré sobre algunas tradiciones
asociadas a estas festividades que no están muy claras del todo.
Cuestión de huevos.
Es bien sabido que en países angloparlantes,
así como en los del norte de Europa se encuentra arraigada una de las
tradiciones más curiosas, que consiste en pintar huevos con colores llamativos
y esconderlos para que los tiernos infantes los encuentren para llenar las cestas que portan, como si
fuesen buscadores de setas (También en Hallowen) esto sí que podría llamarse
fiesta de la recolección.
Bien, pues esto viene de nuevo de los ingeniosos
Babilonios que afirmaban que un gran huevo cayó desde el cielo al río Eufrates. Huevo del que salió la diosa Astarté, creencia la del huevo sagrado, compartida con
otras civilizaciones como la egipcia que asociaba el sol con esa forma ovoide.
Naturalmente los druidas celtas (Estos están
metidos en todos los berenjenbales) portaban
el huevo como símbolo de su fe en los
antiguos dioses. Al igual que los romanos que precedían sus procesiones
religiosas dedicadas al dios Ceres con el mismo elemento, y consagraban otro en
la festividad a Baco (Que por huevos no quede) Para chinos y japoneses los
huevos también son antes que la gallina.
Naturalmente esta tradición chocaba con los
intereses de ese ayuno impuesto en cuaresma, en que la gente de bien se
privaba de ellos y se veía en la necesidad de guardarlos hasta después del
domingo de resurrección en la que se encontraba con un excedente con periodo de
caducidad.
El ingenio de algunos, convirtió en tradición el dar salida a esos remanentes ovoides, que con una manita de pintura artística quedaban envueltos para regalo, y salir airosos con su generosidad de algunos compromisos, quedando como dios con prójimos, vecinos y familiares.
El ingenio de algunos, convirtió en tradición el dar salida a esos remanentes ovoides, que con una manita de pintura artística quedaban envueltos para regalo, y salir airosos con su generosidad de algunos compromisos, quedando como dios con prójimos, vecinos y familiares.
Muchos de vosotros recordareis esos panes redondos, que sobre todo en las zonas rurales se confeccionaban con uno o
dos huevos incrustados en el medio, y que por lo común eran regalo de abuelos a nietos y de
padrinos a ahijados. Y esto ¡Sí! Ya con la bendición de la santa iglesia católica, apostólica y romana desde el siglo XII.
Por otro lado no deja de ser un símbolo de
fecundidad, renovación, resurrección, comienzo de la vida.
¿Recordáis lo del
equinoccio de primavera? ¡Pues eso!
Continuará
Primera parte
Tercera parte
Cuarta parte
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Derechos de autor: Francisco Moroz