jueves, 1 de noviembre de 2018

No me apetece celebrar





Suena el teléfono, lo coge, no articula más que cuatro palabras: “De acuerdo, estaré esperando.”

Cuando cuelga el aparato ya sabe que la muerte vendrá a por él esta misma noche. Noche de difuntos, Halloween o cómo demonios se denomine entre las distintas culturas de este mundo en el que se celebra hasta a la negra parca.

La verdad es que no está preparado para partir tan pronto. No le ha dado tiempo a dejar todo listo. La casa sin recoger, un libro que parecía interesante sin terminar. Recuerda que debería haber puesto un mensaje a su pareja para decirle que mañana no estará en condiciones de verla, pero ya es tarde.

Llaman a la puerta, se siente forzado a abrir aunque no le apetece en absoluto encontrarse con lo que sabe se va a encontrar.
Insiste el que llama al timbre con impaciencia, como si tuviera prisa por recoger un paquete que ha de entregar con urgencia. Naturalmente el paquete es él y cuando abre se encuentra con el mensajero: ni más ni menos que su amigo Nick disfrazado de muerte, con una máscara de calavera, una túnica negra y en una de sus manos enguantadas, la consabida guadaña. En la otra una botella de whisky medio vacía.

¡Ah! no le apetece en absoluto ir a esa fiesta de Frikis disfrazados. Con lo a gusto que se hubiera quedado en casa con una taza de café caliente y ese libro que le venía a la memoria hace unos momentos. Y no quiere ni imaginarse cuál será la reacción de su novia Rachel cuando pretenda localizarlo mañana para verse con él, y la tenga que decir que le es imposible a causa de la resaca que le producirá el alcohol que consuma.
Desde luego Nick ya va servido con el que lleva encima.

Cogen el coche para dirigirse a la cabaña donde el grupo se reúne habitualmente para beber, fumar, cantar y despendolarse con cualquier motivo. Hoy toca como excusa la noche de los muertos y él no ha sabido decirles que no.

En el kilómetro 35 de la estatal el coche se sale de la carretera, el copiloto queda atrapado entre los hierros retorcidos del vehículo, las piernas rotas con seguridad, pues no las siente. Su visión queda nublada por la sangre espesa que le brota de la cabeza y se escurre por la cara. No tiene movilidad ni fuerzas para salir al exterior pero siente un movimiento a su derecha, una cara que se aproxima a la suya diciéndole con voz profunda: “Nos vamos Nicholas” y ve a su amigo Nick con su disfraz de muerte, como si nada. Y se pregunta ¿ No era Nick el que conducía? ¿Qué hace fuera del coche sin un rasguño?

Antes de expirar, otra postrera interrogante toma cuerpo en su destrozada cabeza: ¿Sería su amigo el que estaba disfrazado de muerte, o la muerte era la que se había disfrazado de amigo?
La única certeza es, que esa noche el difunto sería él y no tenía ningún motivo para celebrar.


Derechos de autor: Francisco Moroz


viernes, 26 de octubre de 2018

Ya estoy viniendo





Lo sé, he estado ausente ¿Cuánto tiempo? ¿Casi dos meses?
No es que las vacaciones de verano se alargasen ni que tuviera los dedos agarrotados para poder teclear alguna de esas cosillas que acostumbro a subir al blog.

Creo que se trató más bien de un cúmulo de circunstancias las que no me dejaron acercarme por estos lares ni para tan siquiera visitar las páginas amigas, llenas con las letras de mis compañeros.
No han sido falta de ganas tampoco -que no sabéis el mono que tengo- ni pereza, ni desidia, ni escasa organización.

Otros proyectos de vida fueron los culpables - que no solo de palabras escritas vive el hombre-.
Y la familia, y el trabajo, y la disposición permanente para ambas cosas, ocupó el tiempo del que antes disponía para escribir, compartirlo, y leer lo vuestro y comentar trabajos y reseñas. 

Esta entrada no pretende ser excusa con alevosía, ni coartada por no haber aparecido por el lugar de los hechos. Se trata tan solo de una somera explicación tranquilizadora de que sigo al pie del cañón con más ganas que nunca, pre-calentando los motores de la inspiración y haciendo estiramientos de falanges para ser capaz de aporrear teclas con ganas (Lo de aporrear es literal, por los pedazos de dedos que tengo)

¡En fin! Creo que el mes de noviembre será en el que comenzará de nuevo a estar todo un poquito más al día en este rincón de abrazos y amigos.

Espero sinceramente que no me hayáis arrinconado y menos olvidado; pues esto no tendría sentido sin todos vosotros.
Recibid por adelanto mi agradecimiento por estar ahí, y por esa infinita paciencia que desespera al que espera.





miércoles, 15 de agosto de 2018

Un crimen perfecto






Aquél robo fue muy bien planeado, se recordaba como algo excelso en su ejecución. 
Sin daños colaterales, víctimas ni desperfectos.
El ladrón había demostrado tener alma de artista y una gran sensibilidad. Se pudo comprobar por el detalle, el orden y la limpieza con el que los policías se encontraron el lugar de los hechos.

Nada parecía estar fuera de su lugar. Hasta el director de la entidad bancaria parecía sorprendido de un suceso tan extraordinario.

Cuando tuvo que redactar el informe a sus superiores, el inspector únicamente pudo escribir que el caso sería de difícil resolución ante la falta de pruebas dejadas por el delincuente en cuestión. 
Pues solo se encontró un bolígrafo barato con el logo de una conocida editorial; con lo cual la secuencia narrativa de los hechos, junto con los argumentos circunstanciales a tener en cuenta acababan ahí. 

Personalmente, sospechaba que podría tratarse de un crimen de autor.
Pues el delincuente en ningún momento perdió los papeles y exclusivamente había sustraído letras del tesoro. Y como dato curioso añadió: "Dejó en el libro de registro una impoluta y bien trazada firma, que curiosamente se podía leer entre líneas."



Derechos de autor: Francisco Moroz

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