El bosque estaba ahí, esperando a que llegasen tiempos mejores. Desde
finales del Oligoceno, que es cuando se empezó formar como entidad definida.
Testigo de la extinción de especies de gigantes, de la transición del
Eoceno al Mioceno; ignorando el sentido de esas palabras, pero todo con tintes
de modernidad y aires de cambio, con alguna glaciación de por medio. Volcanes,
terremotos y meteoritos.
Sobrevivió a todo ello y ha llegado hasta aquí, el paleolítico
superior, con casi todos sus árboles; y ahora observa como un ser insignificante
frota un trozo de astilla contra otro, del cual sale un humillo que antecede a
una llamita naranja.
Quizá, sea esta, la señal que anuncia, el tiempo extraordinario con el que
sueña hace millones de años.