Su primera relación fue con un hombre que resultó ser un monstruo. Le dejó innumerables heridas en su cuerpo y en su espíritu.
Le
prometió tenerla en un altar y adorarla de por vida; muy al contrario, la
inmoló en él, sacrificó sus gustos y necesidades, con el único propósito de
satisfacer sus caprichos.
Le
dibujó un paraíso en la tierra en cuanto estuvieran juntos, y en cuanto lo
estuvieron, conoció el infierno y sus infinitas miserias. El dolor, la
humillación y la degradación progresiva de su persona fueron sus condenas.
A
ella, le hubiera bastado un poquito de cariño. Un trato respetuoso. Incluso con
tan solo recibir una caricia de sus violentas manos o una dulce palabra entre
tanto insulto de su boca, se hubiera conformado.
Su
salvación fue conocer a un ser sensible y emocional, que vagaba por el mundo buscando
un corazón gemelo; alguien como ella, necesitado de reconocimiento y cariño.
Enseguida conectaron. El rechazo inicial que sintió al verle por primera vez a
causa de su fealdad, fue mitigado al descubrir su belleza interior, por la ternura
desplegada tan solo por complacerla. Sabía escuchar, le gustaba la naturaleza,
era pacífico e inteligente. Elocuente; hablaba varios idiomas y la lectura le
apasionaba.
Y
eso muy a pesar de que nunca lo tuvo fácil. Todos le rechazaban; el primero su
padre, que lo tachaba de demonio, miserable y desgraciado. Eso le amargaba. No
en vano el hijo de Víctor Frankestein carecía de alma pero no de sentimientos.