El segundo volumen de su preciada colección de libros, sigue colocado exactamente en el lugar que le adjudicó en la estantería hace unos cuarenta años. Hoy lo mira de nuevo con recelo. El polvo se acumula en sus tapas de cartoné arrugado.
Solo
llegó a abrirlo una vez para escribir en sus primeras páginas. Enseguida lo
cerró desesperanzada al no ver futuro en la historia que perfilaba.
En
el primero se podían leer los pensamientos de una adolescente completamente
enamorada. Ahora, recuerda la decepción de su primer amor; cuando empezó a escribir en su segundo diario,
dejándolo inacabado.
Qué triste historia de cuarenta años has resumido en unas pocas frases. Qué terrible la decepción cuando tienes delante como prueba la realidad de un tiempo en que todo parecía una dulce promesa.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un beso.
Gracias por leerme y por tu comentario.
ResponderEliminarEs cierto que después de toda una vida, nos damos cuenta de las cosas que se nos quedaron por el camino.
Besos.
Si todos comprobáramos lo que dijimos o escribimos en nuestra adolescencia, veríamos, decepcionados, que nada, o casi nada, ha sucedido finalmente como previmos y deseamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es verdad Josep. Echando la vista atrás vemos en retrospectiva todo aquello que no fuimos capaces de hacer, o hicimos de la manera incorrecta; es entonces cuando nos gustaría volver y poder subsanar el estropicio causado en algunos corazones. Y valorar solo aquello que lo mereciera. Pero tenemos un presente para enmendar y seguir aprendiendo ¿No crees?
EliminarUn abrazo, amigo.
Hola, Francisco. Un micro que dice tanto... En tan pocas líneas, toda una vida que podría ser la de todos. ¿Cuántos sueños se quedaron en la adolescencia? ¿Cuán desconocidos seríamos nosotros mismos si nos reencontráramos con nuestro yo de hace treinta años? Un abrazo
ResponderEliminarBuenas tardes David.
ResponderEliminarLa adolescencia no deja de ser una enfermedad que se cura con la edad; pero que hermosa fue mientras duró. Tantas cosas nos parecían alcanzables, mejorables y posibles que vivíamos para corregir, rectificar y contrariar a los mayores. Ahora somos nosotros los que con la experiencia tenemos que corregir a los jóvenes sin darles opción a poder equivocarse en su camino personal.
"Vive y deja vivir"; que dijo aquel.
Un fuerte abrazo.