jueves, 21 de enero de 2016

En la mitad de la vida



En el ínterin de la existencia,
donde la lucidez te asombra y la verdad  asusta.
Te encuentras expuesto en tu desnudez,
 a la realidad,
al espanto de tu nadería.

Cuando razonas con el corazón, 
no siendo este
ni músculo ni sangre,
sino esencia de tu entraña desgarrada.
Es entonces,
 cuando sollozas y te tiembla el pulso,
 y te arrinconas.

Sabiendo con certeza absoluta
 que la felicidad es quimera,
producida por los sueños y el deseo de los hombres.
Robado,
 el arrebatado sentir y sus impulsos,
en ecléctico pacto 
con el tiempo adjudicado fugazmente.

 Sientes, desazón al no estar donde quisieras,
la incertidumbre palmea tu espalda,
tu cuenco ahora rebosa de amargura.
  El alma se rompe en mil pedazos de impotencia,
pues ya no luchas ni contra ti ni contra nadie.
Te falta resolución,
ganas, y fuerza.

Y por dudar,
 y por temor a equivocarte,
vas derribando tus convicciones como naipes.
Te escondes tras la niebla, 
te secas como hoja, 
te esfumas como aire.

 Se acaba el tiempo, 
se te escurre entre los dedos,
se apaga el brillo de tu estrella.
 Pasas las horas iguales,
mudas y sordas, tristes y quietas.
te saliste a la cuneta.

 Donde nada te llama ni a esforzarte
 ni a llenarlas de alegría.
Lo que anduviste, lo que hiciste y lo que amaste,
 todo perdido
en un mar de incertidumbre,
con severo desarraigo.

Y ahora te hayas en un cruce del camino,
en un mal momento; 
que pasará como pasa todo en esta vida.
como la estación del año en que te encuentras,
abandonaste tu casa,
dejando puertas abiertas,
y ventanas sin postigos.

Sólo quedarán las obras
  no el esfuerzo ni el motivo.
Ni los jirones dejados durante todo el trayecto.
nada de lo que ganaste
y sí el amor que pusiste
durante el largo camino.

Nada es en vano.
 Todo deja algo de poso,
 que se imbuye en la memoria,
que da sabor, que adereza
igual que especia en el vino.

Tendrás que aprender doliendo
 de los fallos cometidos, 
mientras dure y mientras bregues 
por la vida fatigosa,
con las piedras del destino.

 Donde hay ciertos tramos rectos
y vericuetos oscuros.
que siendo honesto confiesas ,
no fueron enderezados
ni tampoco corregidos.

En la mitad del tiempo consumido
 que te fue asignado
caminas, reflexionas, y versas.
por el hecho de llegar a donde llegaste,
eres peregrino, trovador y sabio,
que sigue tras de su gesta.


Derechos de autor: Francisco Moroz




miércoles, 20 de enero de 2016

El regreso del Catón



El regreso del Catón











De: Matilde Asensi 











Este es otro de los casos en los que se rompe un esquema sobre la frase tan manida que dice: "Segundas partes nunca fueron buenas"
Y es que esta autora tiene cierto carisma para escribir libros atractivos en todo su contexto. Libros que cuentan historias a la par que entretienen con aventura y misterio de manera didáctica.

Os aviso que sería interesante leer la primera parte de la historia de la que la mayoría habréis oído hablar:                           -El último Catón- y es que si no lo hacéis podríais perderos fácilmente algún detalle en la aventura actual, que se retrotrae a aquella otra que terminó en Constantinopla. 

Y es que los personajes del anterior libro se mantienen con toda su esencia, y a estos, se les añaden otros nuevos que van a enriquecer un guión adictivo, os lo aseguro, un argumento que enlaza con algún rastro dejado hace ya algunos años.

Nos reencontramos con la doctora "Ottavia Salina" que ha renunciado a su vocación (no a la de paleógrafa) y se haya alejada de su familia italiana, "Su familia" con todo el sentido que la palabra adquiere por tierras sicilianas.

Esta especialista en cultura bizantina está felizmente casada con "Farag" otro personaje atractivo que en esta ocasión y a parte de su santa paciencia, se nos hará muy simpático según trascurra la historia. Arqueólogo con sangre egipcia, especialista en lenguas muertas, culto y asertivo, amante y enamorado de su "cincuentona" miedosa, cínica y gruñona esposa. En la actualidad viven cómodamente en Canadá, como profesores titulares e investigadores de una de sus más prestigiosas universidades; gracias a una beca conseguida por los méritos adquiridos por causa del descubrimiento arqueológico que los encumbró a la fama y que tuvo repercusión a nivel mundial.

Lo de cómodamente es un decir, pues "Isabella" la sobrina de "Ottavia" se aloja con la pareja, poniendo la nota de sal y pimienta a su rutina cotidiana. Una joven de 19 años imbuida de lleno en el siglo XXI, con sobrados conocimientos tecnológicos que la conlleva al estar rodeada de esos aparatos digitales, que a más de uno nos vuelven locos a diario. No en vano está matriculada en la universidad de ingeniería informática de la ciudad.

La aventura comienza de lleno en cuanto el director de la universidad de Toronto "Stewart Macalister" se presenta en el hogar donde habita el trío, con una pareja de ancianos: "Jake" y "Becky", apellidados "Simonson", que les propondrán a la pareja lo que podría suponer el descubrimiento de sus vidas: ni más ni menos que los osarios de la familia de "Jesús de Nazaret"




¡Sí! no se me olvida otro de los personajes de la anterior historia, el que tiene el carisma de los bulldozer y la simpatía de una esfinge esculpida en piedra, de hecho "Ottavia" le conoce cariñosamente como "la Roca"; ex-guardia suizo que participó junto con la "Salina" en la búsqueda de los -Lignum crucis- robados por los Staurofílakes.

Se trata de "Kaspar" al que también los años transcurridos le han afectado, pues aparece de forma inesperada acompañado por su pequeño hijo.

Nos embarcaremos pues, en un viaje que emprenderán desde Canadá hasta Mongolia, pasando por Turquía, y terminando en Israel, donde al igual que en la primera novela, tendrán que enfrentarse a las pruebas impuestas por una especie de secta judeo-cristiana para encontrar los que pueden ser; los deseados huesos del Mesías y su familia, escondidos en el lugar más inaccesible y recóndito de todo el país, a la vez que el más peligroso.

" Donde se juntan religión y política siempre hay muertes y dolor." 

Todo ello bajo la presión y la amenaza de otro equipo de arqueólogos mercenarios enviados por un ministro de la iglesia vaticana, un monseñor un tanto siniestro llamado "Tournier" que pretende destruir las supuestas pruebas, de lo que podría calificarse como un gran fraude urdido por parte de los primeros padres de dicha iglesia cristiana. Si hay que eliminar las pruebas se hace, y si ha de hacerse junto a los testigos también.

“A veces, la estupidez, la ignorancia y la demencia se abanderan de la religión para crear monstruos."

Una serie de acontecimientos sucesivos nos mantendrán en continua alerta, pegados al libro y conteniendo la respiración. Diríamos que lo que en esta ocasión hace original esta nueva historia, es precisamente lo que podría convertirla en una simple repetición argumental. La autora se ha limitado a cambiar las reglas del juego. Si en el anterior libro las pruebas se basaban en la obra de "Dante”:-La divina comedia- en este caso las pruebas estarán basadas en... lo tendréis que descubrir vosotros mismos, merece la pena.

La autora como viene siendo habitual y costumbre muy sana en ella, cimienta la mayor parte de la novela, en documentación auténtica, al igual que la información que nos trasmite, si no real la hace parecerla. Pues nombra la biblia al igual que manuscritos antiguos y personajes históricos. A su vez las continuas reflexiones hechas por la protagonista, con respecto a la fe que profesa con una sólida convicción, nos ayudarán a comprender las diferencias y parecidos entre algunas religiones monoteístas con unas raíces comunes. Se planteará los argumentos y las bases, y tendrá que lidiar con sus dudas mientras dure la búsqueda.




Pues no en vano, el descubrimiento de ser llevado a cabo, puede significar cambios radicales en la fe de millones de creyentes, ya que tiraría por tierra algunos dogmas de fe fundamentales. 

En el equipo de "Ottavia" y "Farag", ingresarán "Sabira", una joven ismaelita descendiente de los antiguos seguidores del "Viejo de la montaña"; los conocidos como: "Assassins". Así mismo "Gilad" un arqueólogo judío, y "Abby" la nieta de los Simonson, albacea y representante de sus intereses sobre el propio terreno.

41 capítulos repartidos en unas 500 páginas que pasarán volando, pues a parte de la trama bien desarrollada a un ritmo trepidante, la prosa utilizada es la misma a la que nos tiene acostumbrados la autora: ágil, sencilla, clara y directa, nutrida con diálogos entre personajes que nos irán mostrando las sucesivas líneas de actuación, al igual que los conocimientos necesarios para resolver enigmas, basados en la cultura religiosa antigua, al igual que en cartas escritas por antiguos viajeros.

Las apreciaciones, impresiones y pensamientos, más personales e íntimos sobre las pruebas realizadas; se las deberemos en exclusiva a "Ottavia" que nos hará de guía narradora. Muchas veces con ironía, nos mostrará sus miedos, su fuerte personalidad y cabezonería. Propiciará alguna sonrisa en el lector y pequeños toques de humor, que restan a la novela de una posible complejidad que sería muy cargante a causa de los datos que nos serán aportados a lo largo de la lectura.


                                                                           

Con lo cual os auguro una muy amena y recomendable lectura, pues toca el género de aventura, misterio, acción e historia. Resultando gratamente didáctica y entretenida.
Los giros en la resolución de los diferentes retos propuestos muy interesantes y lógicos Y por supuesto referencias a bibliotecas y libros, que es lo que más nos gusta.

"Nada más entrar en aquella maravillosa biblioteca, me transporté directamente al universo de los sentidos, los sentimientos y las sensaciones."

"Inhalé el aire lenta y profundamente para que aquel aroma a libro antiguo, a papel viejo, a madera, a tela, a vitela y a cuero inundara todos los rincones de mi cuerpo y me impregnara como si fuera un óleo sagrado."

¿A qué estáis esperando pues, para emprender este lance?




martes, 19 de enero de 2016

Menudo cuento



Llevo más de media hora dando vueltas, recordando cómo empezó el cuento.

Creo que fue una tarde al regresar del curro, al abrir la puerta y encontrarnos a aquella muchachita tumbada sobre nuestras camas.

Uno de mis colegas dijo algo sobre intrusismo, allanamiento de morada e ilegalidad; a mí me pareció simplemente una monada de chica.

Cuando despertó se pegó un susto de muerte al ver a seis enanos barbudos y uno lampiño mirándola fijamente. Ella, como después nos dijo, pensaba que los que allí vivíamos éramos niños, por el tamaño de las camas y el resto de mobiliario casero comprado en el "Idea"

En realidad son los niños los que invaden nuestras casas. Os recuerdo a Hansel y Gretel con la de la bruja de la casa de chocolate, o la tonta niña llamada ricitos de oro metiéndose en la de los tres osos.
La única excepción fue la del lobo introduciéndose en la de la abuela de caperucita, pero sólo porque la engañó y llego antes que ella.  
Los cuentos están plagados de niños entrometidos.

Esta mujercita era bella, irradiaba energía por todos los poros de tal manera que no podía permanecer quieta; nos recogió la habitación, fregó el piso, quitó telarañas, saco agua del pozo, maqueó todo el habitáculo interior en un santiamén. Algo, que nosotros no hacíamos desde hacía años, si es que lo hicimos alguna vez. 
Somos un poquito descuidados con el aseo, y eso también lo notó la muchacha, más que nada por el olor.

Tenía un don especial: hablar y cantar con los pájaros y los animalitos del bosque. Se aficionaron estos tanto a su presencia, que desde que ella habita con nosotros, los alrededores de la cabaña parecen un parque temático sobre la fauna de la región.

Algo la contrariaba pese a su aparente felicidad, tenía miedo a la obsesión de su madrastra, que después de pedir el divorcio y arruinar a su padre, parecía querer eliminarla por hacerla sombra con su belleza.

Hay mujeres que no saben envejecer y se vuelven peligrosas con quien no las mira con deseo y no se sienten atraídos por sus arrugas, lo de” la arruga es bella” es otro cuento que circula por estos lares de mundo fantástico.

El caso es, que lo que nos contó la chica a la que llamamos desde nuestro primer encuentro: Blanca nieves, por la extrema palidez de su piel que parecía exanguinada. Fue que esa malamadre contrató a un furtivo para que terminara con su vida, le extrajera el corazón, y se lo entregara para demostrar su muerte ¡Ahí es ná! Morbo gore bajo "manga", para público infantil.

Somos conscientes sabedores de la bondad de los cazadores a la hora de perdonar vidas ajenas a la suya, por tanto este, eligió a otra víctima propiciatoria para arrancarle la víscera palpitante y demostrar con ello a la arpía, los hechos consumados de la muerte de tan dulce niña. 
Tuvo que ser un cerdo el donante, pues es sabido que es el más parecido al ser humano.

El caso es que la madrastra cayó en la trampa durante un tiempo, el justo, para darse cuenta que el tamaño del músculo era exagerado para haber estado alojado en el exiguo pecho de la niña.

Es entonces cuando empezó el acoso que tuvimos que sufrir durante una larga temporada por parte de una vieja desdentada con una verruga, que rondaba por casa, con una cesta de manzanas.( La vieja, no la verruga)
Si es que, tendrían que hacer un casting para acceder al puesto de comercial; que es que hoy en"Día", admiten a cualquiera.

Nosotros seguíamos trabajando bajo tierra, en la ampliación de la línea VI del metro, y la vida nos sonreía, nos sentíamos realizados. Eramos felices trabajando con un mísero sueldo (Otro cuento que nos han contado los cuentistas).

Íbamos aseados, con la ropa planchada al trabajo, teníamos comida caliente en casa, y chacha de gratis que nos hacía la colada, la limpieza y habitualmente nos deleitaba con su dulce voz (Y ahora se quejan por nada las feministas)
Descubierta esta cualidad cantarina, propusimos a la empresa ampliar el horario de trabajo.

¡Ay! Nuestra niña inocente fue tentada con la oferta envenenada del tres por dos, y la aceptó con alegría inconsciente, y como eso de: esperar con paciencia y compartir con los demás, es un concepto que a los jóvenes no les entra en la cabeza. 
Decidió morder la manzana con la inmediatez de la acción. Que es por otro lado lo que le iba a ella al igual que bailar y hacer coros con los tejones, las ardillas y los pájaros. Desfalleciendo pues, con elegantes y gráciles movimientos hasta caer al suelo.

Llegamos tarde ese día por culpa de la huelga de transportes y nos la encontramos tumbada cuan larga era, como la primera vez, pero encima del enlosado y no en las camas. No respiraba, y el color azulado de su cara nos hizo plantearnos otro nombre para ella.

En esto, un gallardo príncipe de los que abundan por estos contornos del reino y que parecen salir de parideras de conejos; pasó casualmente, como si nada, luciendo palmito sobre caballo blanco y preguntó qué es lo que acontecía, que estábamos todos cabizbajos y llorosos como plañideras en entierro.

¿Por qué tuvo que hacer la pregunta el muy patán? Si con la alzada de su caballo y la menguada estatura nuestra, nada le impedía la visión de la dulce y cursi niña tumbada en una urna de cristal. Que a saber de qué museo o centro electoral la sacó el más sabio de mis compañeros.

Allí expuesta parecía ofrecerse como mercancía al primer príncipe pilpil que pasara por allí, y a este en concreto, que es el primero que pasó le hizo tilín y se encaprichó de ella, y con un beso casto en los labios, pretendió reanimarla, poniendo posturita, y posando para los anales (Que mal me ha sonado siempre esta palabra)

El caso, es que consiguió que a la niña le entrara una oportuna arcada que provocó la expulsión del fruto envenenado y del resto del desayuno sobre el rostro del apuesto doncel.

¡Claro está! que el toque musical y dramático que se escuchaba de fondo como banda sonora, se interrumpió de repente y se hizo un mutis sepulcral por el foro. 
Todo esto, mientras salían de detrás de los árboles unos tíos vestidos de negro y gafas de sol, con una de las manos metidas en la sobaquera, que rodeando al príncipe deslucido lo apartaron de la escena llevándoselo discretamente a palacio; no fuera que los paparazzi de Walt Disney estuvieran por allí.

Por eso, Blancanieves sigue con nosotros, y sus animalillos. 

La mala prensa se hizo eco, y a esta mujer le crecieron los enanos y se quedó para vestir santos medievales.
Ya tiene una edad, pero para nosotros siempre será nuestra dulce niña.

Hoy, mientras la ayudaba a hacer la colada y daba vueltas literalmente dentro de la lavadora; pasándolo como un enano con el programa de centrifugado. Quise hacer memoria de la historia real, y no de ese cuento para crédulos infantes que os contaron de niños.

Entre otras cosas porque después de aquel suceso fue de todos conocido que los príncipes destiñen, sudan, les huelen los pies  y tienen mal aliento. Y que las perdices son aves que no encontrareis en un bosque como para ser eternamente felices, más que nada porque lo que hay a patadas son cazadores. 

Con lo cual, os quiero dar a entender como moraleja: que los finales edulcorados, son milongas de unos hermanos llamados Grimm, que mataban el tiempo inventando historias, a causa del vicio adquirido después de trabajar largo tiempo en el periódico del "País"


¿Qué cuál es mi nombre? –Me llaman Tontín. Como las campanas.


Nota 1-: todo parecido con la realidad es pura "Pulp fiction"
Nota 2-: Me comunican que estos hermanos Grimm no eran milongueros en sus finales, más bien lo contrario. Lo voy a dejar escrito como está, para no confundiros más.



                                                                                Derechos de autor: Francisco Moroz





lunes, 18 de enero de 2016

La voz del olvido





¿Por qué sus dueños los han abandonado en ese inhóspito lugar donde la oscuridad lo invade todo?

Se hacen la pregunta cada vez que intentan amar y no pueden. Quisieran retornar a esa felicidad de antaño, cuando confiados se entregaban palpitando con ansia infinita.
 
Sufren la tortura del desengaño, del olvido y la traición, marchitándose en el desamor.

Son corazones heridos que difícilmente podrán volver a amar sin recelo ni sospechas.

Sus propietarios los arrinconaron hace tiempo en este lugar donde el frío sentimiento de la indiferencia los consume; la sangre de su pasión se diluye, y no hay opción de retorno a esos pechos amantes que los acogieron.




 Derechos de autor. Francisco Moroz

sábado, 16 de enero de 2016

Palabras mayores




Algo que les caracteriza y los une en hermandad, es la necesidad de ser escuchados, el que haya alguien dispuesto a poner sus oídos al servicio de su elocuencia.

Unos seres que en ocasiones los presientes desamparados y tantas veces abandonados en el olvido por los suyos; por los que más se sacrificaron y a los que más quieren.
Tantas veces solitarios y errabundos,desorientados y perdidos en una densa incertidumbre sobre el mañana.

Los puedes reconocer por sus gestos pausados y sus torpes e inseguros movimientos, por sus miradas ausentes, perdidas en un pasado lejano al que suelen viajar en su memoria cada vez con más frecuencia; pues para ellos, el futuro se conjuga con el imperfecto, indeterminado, e indefinido. Ya viven de prestado y saben que no saldrán vivos de esta aventura existencial.

Por eso mismo quieren rematarla y dejar memoria de su paso, y para ello nos necesitan.
Ponen empeño en seguir siendo útiles, se esmeran y se esfuerzan en los cometidos que desempeñan y que ya no les correspondería hacer. No quieren sentirse como trastos viejos olvidados en un desván o lo que es peor, en un sótano.

Te los encuentras por esa razón empujando carritos con niños, o de la mano de ellos, cargando sus mochilas y abrigos para que los nietos no se cansen. Con bolsas de la compra si es poca y no pesa mucho, pues sus espaldas se doblan con el dolor y los achaques, con la artrosis, la artritis o el reuma, o con todas a la vez que no es cosa de risa ni de broma.

Los puedes sufrir con infinita paciencia ¡pobres míos! en las cajas del súper del barrio, cuando con manos temblorosas de Parkinson o de vejez, sacan de su ajado monedero poco a poco el importe solicitado de lo adquirido, monedita a monedita con parsimonia desesperante pero comprensible.

Qué triste observarlos en los bancos del parque calentando sus huesos al sol de la primavera. Mientras siguen con mirada borrosa los juegos frenéticos de los chavales en los columpios, rememorando su propia niñez.

Suelen dar de comer a los gorriones y a las palomas, haciéndolas cómplices de su forzada soledad y aislamiento dentro de esta sociedad cuajada de despropósitos y tan deshumanizada, que a ellos los hace invisibles seres de desecho.

Sin embargo, ellos forman parte del patrimonio más reciente de nuestra historia, relatores de hechos de los que fueron testigos y partícipes.

Si te ofreces como oyente, pueden regalarte frases llenas de sabiduría, palabras desconocidas de las que se usaban antes, cuando la gente respetaba a sus mayores. Serán como Sanchos desgranando refranes, como poetas recitando versos y romances. Hace bien poco uno de ellos muy querido por un servidor, me regala un cantar de cuando se segaban a mano los campos de Castilla.

Harán que te remontes a tiempos donde el idioma era culto y campechano, al mismo tiempo que elegante, donde lo soez y lo grosero no dominaba el lenguaje y lo sometía a la pobreza lingüística con la que lo hace en la actualidad a causa de las prisas por no escuchar; por la llamada economía lingüística, alegando que el tiempo es oro como para usar muchas silabas y vocales para comunicarse, y que lo poco dicho, a buen entendedor basta. ¡Pues no! estamos muy equivocados.   

A la contra. El hablar de los viejitos es pausado, humilde y llano. Te acercará irremediablemente  a sus corazones cansados, llenos de pasión y sufrimiento, rebosantes de esa juventud que tantas veces les falta a los jóvenes que en un frenesí por gozar de todo con rapidez; se dejan lo mejor en el camino.

Si les acompañas, te comparten su alma y su intimidad.
Ellos tan desbordantes de experiencias y tan necesitados de comprensión y compañía se entregarán plenamente, se pondrán en tus manos y en tus oídos.

Correrás el riesgo de oír las mismas anécdotas, pues su mente ya no es ágil, y te suplicarán sin orgullo con la mirada, que les perdones, por lo que olvidan y por lo que repiten. "Sus gramolas están desgastadas y se rallan"

Cuando les hablas, y les dedicas tu tiempo, te miran con sus ojos llorosos y  velados, pero luminosos y sonrientes de gratitud, como si fueras un milagro a causa tu generosidad gratuita para con ellos. Presientes entonces la felicidad que les embarga al sentirse reconocidos, queridos, y apreciados como personas completas que son y enriquecidas por el pasar de los años.

Aunque sus arrugas griten lo contrario, su piel implora besos y su cuerpo abrazos. Ellos también fueron jóvenes y queramos o no, nos reflejamos en ellos presintiendo lo que nosotros mismos llegaremos a ser con el paso de los años; si el curso de natura sigue su camino y la enfermedad grave nos ignora y respeta, de la mayor manera posible.

Yo les respeto y les escucho, pues se ganaron a pulso lo conseguido. Son dignos supervivientes de muchos inviernos, duras batallas y grandes desvelos.

Escuchando con nuestra mejor actitud aprenderemos de seguro alguna cosa nueva, aún siendo un fugaz suspiro o un leve murmullo.

Pues cuando un anciano habla, lo que sale de su boca siempre son palabras mayores que merecen la pena ser escuchadas pues valen su peso en oro.
Especias que dan sabor a lo relatado por ellos.





jueves, 14 de enero de 2016

Tiempo al tiempo







¿En qué momento de la educación de su niña habían empezado a equivocarse? era una pregunta a la que no hallaban respuesta.

Todo era diferente en ella: el color indefinido de sus ojos, su cabeza sin apenas pelo, su forma de ser y de actuar, su carencia de lenguaje con el que poder comunicarse.

Ellos se consideraban unos buenos padres empeñados desde los primeros días en inculcarle alguno de sus criterios y valores; pero todo era en vano, pues la chiquilla, parecía llevar su propio ritmo.

¡Quizá! Fuese cuestión de tiempo, y según cumpliera años se vieran resultados, pues tan sólo habían pasado tres semanas desde su nacimiento. 


                                                                                Derechos de autor: Francisco Moroz

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