lunes, 13 de febrero de 2017

Te confieso





Ahora que nos han dejado solos por un momento, tengo que confesarte que nunca te he dejado de amar. 
Te doy las gracias por los años que hemos compartido y el tiempo que me has dedicado. Por todas tus renuncias y sacrificios para que esta relación durase. Y a pesar de ello eres tú el que me dejas.  
Soy consciente que el amor siempre fue cosa de dos, que ambos pusimos empeño y razones, ilusión y corazón para que lo nuestro saliese adelante. Y por eso mismo, no quiero renunciar a ello aún.

Comprendo que todo tiene su fin y que con eso hay que vivir. Sé que me quedarán buenos recuerdos, pero no serán suficientes para hallar consuelo por tu ausencia.

Cuando pienso en todas las cosas que hemos disfrutado juntos me enorgullezco que sumen más que las que nos ocasionaron padecimientos, que las que nos hicieron llorar y entristecernos.

Recuerdo como si fuera ayer cuando nos conocimos, éramos casi unos niños a los que les gustaba dar largos paseos por los jardines de la ciudad y las calles del barrio. Disfrutábamos del presente inmediato y planeábamos futuros en común.
Traigo a la memoria las largas conversaciones, los encuentros inesperados a la salida del instituto o en la boca del metro; nuca fuimos capaces de estar más de dos días sin vernos. Después la universidad y el trabajo, las responsabilidades de adultos que no podíamos soslayar, pero siempre propiciando momentos dedicados a los dos, pues no concebíamos la existencia del uno sin la del otro. 

Nos decíamos que teníamos la vida entera para compartirnos y darnos a manos llenas.
Todo se alargó durante diez años, años esperanzados de noviazgo, cobijando ilusiones, pensando en cómo sería nuestro porvenir como pareja enamorada.

Y como todo llega, también lo hizo nuestro compromiso que no era otro que el de permanecer juntos pasase lo que pasase. 
Esa misma promesa que para otros significaban la cadena que los esclavizaba, solo palabras, pensadas para ser incumplidas con el paso del tiempo. A nosotros nos sonaban a bienaventuranza, era todo lo que habíamos esperado, la consecución de todos nuestros deseos. Ningún infortunio acabaría con lo nuestro, con el vínculo por el que tanto habíamos apostado.

Recuerdo mis nervios ante el altar apretándote la mano con fuerza, por temor a que ese momento fuese un espejismo que estuviera a punto de esfumarse, un sueño del que iba a despertar sin querer hacerlo ¡Pero no! Tú estabas allí, junto a mí, sonriendo cómplice, comunicándome con la mirada tu mensaje: los dos habíamos conseguido aquello y estar ahí, después de un largo camino era el final del principio, y no ibas a renunciar a ese momento aunque temblases de incertidumbre.

De una pequeña casa hicimos nuestro hogar, donde faltaban rincones para las cosas materiales y sobraba sitio para ofrecernos el uno al otro con plenitud. Después esos espacios se fueron llenando de calidez, de amigos y familia a los que hacíamos participes de nuestras emociones.
Nunca nos sentíamos solos pues con los años también llegaron los hijos que tanto nos aportaron a la relación, esos duendes a los que ya les habíamos puesto cara y nombre antes de nacer. 
Todo se llenó de juegos, risas, y llantos nocturnos, lecturas y canciones en común y muchos desvelos.

Ellos ya alzaron el vuelo hacía tiempo, con esas alas fuertes que les crecieron gracias a los valores y los ideales que les inculcamos; nos costaron muchas noches intranquilas, preocupaciones relacionadas con los estudios, los noviazgos y las compañías. 
Pero lo hicimos bien. Supieron aprovechar sus oportunidades y nuestros consejos ¿Qué hubiera sido si tú y yo no hubiéramos estado unidos en todo, y junto a ellos?

Por eso, permíteme que ahora llore por lo que está a punto de acabar, precisamente hoy: San Valentín, un día que jamás llegamos a celebrar como algo especial, pues nos parecía absurdo celebrar un amor que había que festejar a diario.

Hoy me dejas a mi suerte, después de tantos años de abrazos y besos. Nunca necesité más pruebas de tu amor, me sobraron las flores que se secaban, los regalos caros que se pasaban de moda y los adornos que se rompían. 
Me bastaba con tus miradas que me transmitían a diario todo lo que sentías por mi; tus delicadas caricias, como si yo fuera tu bien más preciado y sobre todo, tus palabras exclusivas dedicadas a mi persona.

Te marchas y me dejas, soy consciente que lo que me diste es lo que me quedará en su totalidad. Te recordaré siempre como el niño grande que eras, a pesar de tu fuerte personalidad, irradiando ternura, pues siempre fuiste el hombre sensible del que me enamoré.

Me siento frágil, débil, impotente y triste con tu partida; pero tengo la esperanza de volvernos a encontrar en algún cruce de caminos y en que nos reconoceremos, y volveremos a dar largos paseos, conversando sobre otro futuro más perfecto en común, uno que no tenga final.

Te cojo la mano y te la aprieto como para no dejarte escapar, me correspondes con tus últimas fuerzas, y me ofreces con un hilo de voz tu mejor regalo, el único y deseado presente que necesito antes de la despedida, un: ¡’Te amo!

Me acerco y te beso en los labios. Suspiras y te vas con una sonrisa que hará más llevadera tu marcha.

¡Feliz día de San Valentín mi amor! Gracias por lo que me diste.
Confieso, que nunca te olvidaré.






Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 7 de febrero de 2017

Su nombre




Podría haberse llamado alegría pues la trasmitía a los que la rodeaban. Armonía también, pues la música era parte de su vida y ella interpretaba una melodía muy especial en los corazones de quien la presentía.

Era cercana a causa de su generosidad, no necesitaba el reconocimiento ni la compasión de nadie. Era humilde como esas flores que nacen no para ser admiradas sino para compartir su belleza natural y hacer el mundo un poco más hermoso.

Se podía haber llamado felicidad, pues sus ideales eran sencillos, equiparables al del resto de personas y a pesar de ello capaz de ir más allá. Quería que su entorno brillase con esa luz que emerge del interior de las almas buenas, con lo cual igualmente hubiera podido llamarse estrella.

¿Por qué no? También fe, pues era ese el motor que la impulsaba cuando no todo era fácil y los obstáculos parecían insalvables.

Con una sonrisa o una solo palabra, animaba y empujaba a los que se pudieran sentir derrotados. Desarmaba los argumentos de los malhumorados con la existencia, reconciliándolos con sus semejantes y con las circunstancias del entorno.

Sus manos expresaban lo que desbordaba a raudales, que no era otra cosa que entusiasmo. Esa vitalidad de agua cantarina y transparente.
Un lienzo dispuesto donde pintar con colores lo negro y lo gris, donde alzar soles que disiparan las nubes borrascosas. Respiraba arte y no llevaba sin embargo el apelativo de ninguna musa aunque fuera inspiradora.

La podíamos haber conocido con algún nombre complicado o compuesto, pero hasta en eso era humilde, pequeña y prudente. Precisamente por ello y ante los ojos de los que la conocieron fue grande ¡Enorme! Hasta el final, ese que le deparó un destino que está escrito y es ineludible para todos los mortales.

Cuantos, hubieran querido cambiar por prólogo su epílogo y no haber tenido que escribir epitafios. Cuantos, no la hubiesen retenido a su lado, pues tenía tanto que decir todavía, mucho que crear, tanto por besar y acariciar a los suyos. Tanto que sonreír con los ojos a los que se cruzaran con su mirada.

Estoy seguro que su miedo a no ser recordada se habrá difuminado ya, como las sombras que huyen de una mañana luminosa, pues seremos muchos los que la recordaremos no solo por su nombre, también como hija, hermana, esposa y madre. Amiga y buena compañera, maestra, artista, intérprete y pintora y antes que nada; como la gran mujer llena de entusiasmo y buenas vibraciones que era.

¡Sí! Se podría haber llamado de muchas formas pero la conocimos simple y llanamente como Ana.

"Hay luto en mi corazón por tu partida"


Descansa en paz.


lunes, 6 de febrero de 2017

El refugio






El armario donde acaba de encerrar a su muñeca no es solo un mueble más. Es el mismo donde la abuela se metía de niña cuando sus padres discutían; el mismo donde escondía a papá cuando era pequeño y el abuelo venía borracho y violento.

Un armario que parece proteger a los seres indefensos de las personas malas que les hacen daño.
Ahora está a la espera de que toquen al timbre de casa para refugiarse en él, junto a su queca.

Hoy viene el amigo de mamá, ese que juega con ella haciéndola daño y después le dice que no se lo cuente a nadie.




Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 1 de febrero de 2017

El hambre se conforma




Hoy comeré según lo que me pongan en el plato,
según su contenido. 
Me sobran si me apuras los cubiertos de plata, 
incluso siendo sincero, 
la servilleta de hilo.

Según lo que me echen, así comeré.
Que me conformo,
que no tengo preferencias ni gustos severos 
ni peco de casquivano y minucioso.
Pues todos los días son inciertos
con su pizca de desazón y de misterio gastronómico.

Estoy acostumbrado
a la inclemencia de los tiempos que corren, 
nunca fueron mejores ni en el siglo de oro. 
Menos, ahora, que es siglo de latoncillo. 
Como comensal, 
cada vez que me ubico,
siempre lo hago arrinconado por principio.

Cuando hay apetencia
me acuerdo a cada momento de la nana de la cebolla
de Miguel Hernández. 
Del pícaro Guzmán, del letrado lazarillo.
De la frase ciceroniana que reza: 
“El hambre es el mejor condimento".
Eso decía mi madre cuando ponía lentejas.
¡Férreo alimento por cierto!

Hoy comeré 
según lo que me echen en el plato, 
y no soy sibarita ni exigente; 
soy del montón. 
Pertenezco
a un círculo selecto de comensales de las calles donde habito,
que buscan diligentes, 
el local donde se venda barata la comida. 

Me es indiferente
sentarme en una mesa con manteles blancos;
me basta con las amplias vistas a un jardín,
sentado en cualquier banco. 
Si me urges, 
renuncio a los manjares surtidos. 
Me sobran las copas pulidas y los transparentes vasos
y el vino que los llena.

No soy de los que esperan impacientes a ser servidos, 
por camareros y fámulos estirados, 
pues me arreglo con mis manos
y me sobra criterio para comer lo debido. 
Soy hombre de principios,
con tener algo con que comenzar me basta.
Suficiente razón
para llevar a buen puerto el cometido 

En lo que realmente fundamento mi esperanza
con paciencia infinita,
es en que un alma sensible y bondadosa
deje caer unas monedas en mi plato. 
Y según el valor de las que haya, 
el comer como un rey tengo fechado. 
si la suerte es esquiva y no me alcanza,
comeré como pobre vasallo las migajas.

Hoy comeré
según lo que me pongan en el plato.
que nunca hubo pan duro para el hambre
¡Yo lo creo y certifico! 



Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 30 de enero de 2017

Metafóricamente hablando





Este fin de semana he desconectado de la realidad, y no he encontrado manera más relajada de hacerlo que ordenando las estanterías donde cohabitan mis libros más queridos.

Mi biblioteca es un habitáculo donde los tomos cubren las paredes de parte a parte, remedio eficaz para no tener que pintarlas, pues quedan totalmente forradas con madera y cartoné, y toda la sabiduría de mis autores favoritos.

Algunos quedan a siete alturas sobre el nivel del suelo y necesito por tanto, una pequeña escalera para alzarme sobre ese dechado de conocimiento escrito y convenientemente empolvado.

De esta manera, puedo acariciar con un trapo húmedo y de forma personaliza a cada uno de los inquilinos depositados en las baldas, que parecen convertirse ante mis ojos, en gatos mimosos.

Me subo, limpio y doy esplendor como lo hace la Real Academia de la lengua española. Sacando brillo con tesón y empeño; hasta que por culpa de un descuido y algún tornillo flojo, y de forma estrepitosa, se me viene encima la sección de cuentos clásicos y cómics. La de novela contemporánea y la histórica, dando un nuevo significado a eso de: “La caída del imperio romano”.

En el suelo se forma un pequeño caos de efecto mariposa con ley de Murphy incluida. Hojas desparramadas sin ser otoño, portadas abiertas de forma impúdica mostrando sus textos más íntimos y… Unas telas revueltas de color vivo (a pesar del golpe) 

¡Gran misterio este!

Pues ignoraba que a parte de los marca-páginas y las flores secas que guardo entre folios para recordar renglones significativos; pudiera haber introducido tejidos tan voluminosos.

Me bajo del escabel, me acerco y descubro el misterio.

Las capas carmesí de Caperucita y Superman se mezclaron con las del emperador Tiberio en Ben-Hur y la del torero Espartero de la novela Sangre y arena. Y todas ellas con las de los capas rojas de…

…Voy a tomarme un café cargadito de azúcar y solucionaré el desaguisado. Daré a cada uno lo suyo, y “al César lo que es del César”.

¡Menos mal que el Quijote quedó en su sitio ¡ ¡Si no!
¡Menuda locura!



Derechos de autor: Francisco Moroz


Escrito presentado en la comunidad "Relatos Compulsivos" en el reto de tres palabras: 
Carmesí-Desconectar-Azúcar.
que ha conseguido el tercer puesto




sábado, 28 de enero de 2017

Iqbal Masih. Lágrimas, sorpresas y coraje



IqbalMasih. Lágrimas,sorpresas y coraje



                         De: Miguel Griot

















Llevo bastante tiempo sin reseñar un libro por razones variopintas que no vienen al caso explicar. Pero este, que llegó a mis manos de forma inesperada como un regalo de navidad, no puede esperar para ser presentado a mis amigos seguidores por lo contundente de su contenido.
Se trata de un libro dirigido a jóvenes, a jóvenes que se interrogan, a jóvenes con inquietudes, iniciativas y ganas de aportar su grano de arena y positivismo en esta sociedad que se ahoga en desesperanza, prejuicios, necedad e hipocresía.
Un pequeño libro con una magnitud en sus letras sencillas que apabulla al lector y lo descoloca.

¡Pero no os equivoquéis! También está escrito para los adultos pues no es un cuento, es una biografía muy real y cruda en la que se dan la mano la ternura, el amor y el humor, con la tristeza, el dolor y el miedo.
La esencia de la corta existencia de un niño, escrita de modo periodístico y ameno pero no carente de emotividad. El autor ha sabido dar protagonismo a todos y cada uno de los personajes que aparecen; todos hablando sobre ese niño. La historia será contada casi de continuo en segunda persona, consiguiendo con ello que nos sintamos interrogados e inmiscuidos en el relato.
Más de una vez literalmente nos dirán ¿Qué habrías hecho tú?¿Qué piensas sobre ello?

“Su vida te será contada como perlas esparcidas sin ordenar. Serás tú quien las una y las convierta en collar”

Ya os he puesto en el brete de la curiosidad ¿A que sí?

Pues os cuento un poco más.
La historia es la de un niño común y corriente llamado Iqbal Masih, que vive en una localidad de Pakistán, un pueblo llamado Lahore, donde se confeccionan las mejores alfombras del país que son muy cotizadas en el resto del mundo.

Pero Masih aun siendo el protagonista absoluto de este libro no hablará. Como os dije antes otros hablarán por él: los que guardan sus recuerdos como si fueran hilos de colores con los que irán tejiendo el tapiz que después nosotros gozaremos con la perspectiva que nos dará el relato de su vida en general. Pero sobre todos los narradores destacará uno. Mudena, que hará de guía en nuestro peculiar periplo a lo largo de esta aventura existencial.

Y es que Iqbal Masih era un niño de los millones que en el mundo son explotados laboralmente. Un tejedor de alfombras que no será sometido por sus patrones a la esclavitud y a la miseria, hipotecando su futuro. No pudieron hacerlo pues no contaban con su espíritu rebelde e inconformista que desbordaba su menudo cuerpo de luchador.

“El amor dio al débil el impulso necesario para ganar el pulso al fuerte”

Su madre, sus primos, sus amigos, patronos, compañeros de trabajo, tutores, educadores…
Todos ellos nos irán desgranando sus distintos puntos de vista. Y con narración limpia de polvo y paja darán brillo y contraste a la corta existencia de este pequeño que luchó; no solo para liberarse de su trabajo forzado, sino también, para denunciar de manera contundente la condición en la que millones de pequeños son utilizados como mano de obra barata en favor del enriquecimiento de unos cuantos empresarios sin escrúpulos. Que incluso vieron como una traición el que alguien como él se saltara las normas establecidas y aceptadas a la fuerza, que solo les favorecían a ellos. Mostrando al mundo las condiciones insalubres, ominosas y de explotación a las que son sometidos niños como él.
Se convirtió en abanderado de todos ellos.

A mi modo de ver hay algo que realza si cabe un poco más este libro, dándole un valor añadido. Se trata del alto sentido reflexivo que es capaz de trasmitir únicamente con ciertas frases que iremos encontrando como señales. Hitos que nos indicarán lo verdaderamente importante, el sentido de las cosas, la sencillez de lo complicado y las puertas que se nos abren ante el desespero.
Este es uno de esos libros que se leen con emoción a flor de piel. De esa que desgarra o acaricia, apabulla o acuna.

A mi entender es una lectura que merece su tiempo, aunque solo sea porque nos ayudará a despertar esa conciencia adormecida por la droga del bienestar y el placer inmediato que nos suministra esta hipócrita sociedad para desviar nuestra atención de lo verdaderamente importante, como son los derechos humanos y más los de nuestros pequeños, que representan el porvenir de la humanidad.

El 16 de Abril de 1995 fecha en la que Iqbal moría, la Unicef decidió honrarle dedicando dicho día a conmemorar los derechos de la infancia.

“A veces lo más triste y auténtico es el espacio que queda entre algunas palabras”

Si tenéis la oportunidad y el placer de encontraros con este niño. Parar un poco el ritmo ¡Escuchar lo que tiene que decir! Pues:

“Escuchar a alguien que ha escalado la montaña con los pies descalzos, nos ayuda a subir la cuesta”

No será un tiempo perdido, os lo aseguro ¡Muy al contrario! Os indicará el camino de la coherencia, del desarrollo personal del respeto debido a los débiles sea su condición la que sea.
Pues como dijo el propio Iqbal Masih:

“El camino que he recorrido es solo mío, pero la dirección en la que voy para que los demás y yo seamos libres, también puede ser la que sigas tú”

Cuando pasemos la última página ocurrirán dos cosas: Sabremos el porqué del subtitulo "Lágrimas, sorpresas y coraje" y nos será difícil olvidar a este pequeño tejedor y gran luchador que se llamaba Iqbal Masih







                                                                         Derechos de autor: Francisco Moroz


miércoles, 25 de enero de 2017

Novela negra 2ª parte


Si quieres leer la primera parte pincha AQUÍ




Cuando evoca a “Grand Father” se le ensancha la sonrisa. Pues se trata de un hombretón de no menos de 100 kilos de peso con un corazón tan grande como él. Le empezaron a llamar “El Padrino” pues con su generosidad y bondad parecía arroparnos a todos; incluso sufragando nuestras necesidades perentorias, como cuando a alguno de nosotros se le olvidaba el almuerzo y nos compraba el bocadillo, o se necesitaba un bolígrafo, unos kleenex o una tirita. 
Lo que fuera necesario no tardaba en proporcionarlo sin pedir nada a cambio nunca. 
Pero el apodo no le hacía honor, porque nos recordaba a los mafiosos que siempre cobran los favores, con lo cual lo cambiamos por ese “Grand Father” que nos resultó más adecuado dado su altruismo
No nos sorprendió a ninguno cuando nos dijo trabajar en una ONG.

Mira el reloj: las cuatro y media, apura sus pasos, y más cuando vuelve a escuchar junto al chapoteo de sus pies, la de otros pasos precipitados que resuenan muy cerca de él.




Al leer estas últimas líneas mira por inercia el reloj de la pared, herencia de sus abuelos ¡Como se le ha pasado el tiempo! Con la excusa del insomnio devora volúmenes de 500 hojas como una posesa ¿O se dice poseída?

Se levanta para estirar las piernas y coge el vaso para llevarlo a la cocina y recalentarlo. No ha tomado nada desde que regresó a casa, y de eso hace unas cuantas horas.
Hoy ha sido un día de esos en los que una llamada te alegra la jornada, pues ese chico de la juventud lo había hecho después de tanto sin saber de él. Después de una precipitada y diría que alborotada conversación telefónica; y con la promesa de una gran sorpresa habían quedado, y ahora rememoraba como en sueños, las chispas que habían saltado entre los dos ¡Quién sabe! Esta vez a lo mejor no le dejaría escapar de nuevo.

El libro la ha acompañado a la cocina sin querer, y mientras espera que suene el “Clinck” del microondas, abre la hoja donde dejó el marca páginas y prosigue recorriendo con sus ojos ávidos, los renglones en los que se había quedado. Le quedaban unas pocas páginas para terminarla historia.




Un escalofrío recorre su espina dorsal, y con un impulso primitivo echa a correr como prevención a lo que se imagina que va acontecer.
Dicen que el miedo a lo imaginado es superior a la amenaza real.  
En este caso certifica lo inminente del peligro concreto, cuando alguien se abalanza con fuerza sobre su cuerpo y lo derriba en el suelo manteniéndose sobre su espalda. En la caída se le rompe la nariz y al tragar nota un regusto salado.

Intenta liberarse del peso de su agresor revolviéndose salvajemente con todas sus fuerzas, pero no lo consigue, lo cual le hace cambiar de estrategia profiriendo un grito de socorro que apenas sale de su boca, queda enmudecido por el gorgoteo del líquido espeso que sale de su garganta rajada profundamente por un tajo que le ha producido un cúter afilado.

Su último pensamiento va dirigido a esa mujer que con su simple presencia le había vuelto a enamorar, dándole esperanzas de una existencia compartida.

Un relámpago ilumina la calle, junto con la macabra escena del crimen. Le sigue el estampido del trueno ensordecedor que la victima apenas oye.

Después la oscuridad lo envuelve todo de nuevo mientras exhala junto a su sangre caliente, el aliento de la vida.




Se pone a temblar, no sabe bien si de frío o por un presentimiento instantáneo que ha sido acompañado casualmente de un relámpago que a su vez ha encendido una luz de alerta en su cabeza. 
El trueno posterior la ha terminado de estremecer.

Esa parte de la historia escrita en el libro la ha trastornado de tal forma que le ha causado una conmoción considerable. Es como si ella formara parte de una trama concebida con cierto toque de malignidad insana. Hay partes concretas del relato que parecen encajar, como si lo leído fuese un puzzle algo distorsionado que no hubiera logrado enfocar.

Pero ahora es como si todo adquiriera ese sentido que ella se resistía a visionar. No cree en las casualidades, detrás de todo esto pareciera haber una mano siniestra que hubiera escrito su historia personal. 

Se dirige a la sala dispuesta a apagar la luz para marcharse a la cama. Debe descansar, mañana tiene que trabajar y necesita despejarse después de tantas emociones.

Se acerca a la ventana para cerrar la persiana, pero antes se asoma por última vez por si acaso hubiera dejado de llover. 
El cielo sigue cubierto de nubes negras como la sombra que se despega de la pared frente a su casa y la mira a los ojos con deseo lascivo. 
No puede comprender lo que ve, y cierra la persiana apresuradamente. 
Está aterrorizada y sin poder creer lo que está pasando. sin querer se está convirtiendo en testigo y personaje involucrado de una historia delirante.

Tropieza con la alfombra a causa de los nervios que la empiezan a dominar y agarra el libro abriéndolo casi por el final. 
Cuando lee la continuación, rompe a llorar con impotencia y auténtico terror reflejado en su rostro.
Su propia historia, los mismos personajes con otros nombres diferentes. Eso es lo que ha estado leyendo desde hace días.
No puede aceptar el final que el autor ha dado a sus protagonistas principales. Se resiste a ser una víctima más, e intenta serenarse pensando que en cualquier momento despertará.
Aunque reconoce, que la frase con la que acaba el libro, es una sentencia clara y firme de muerte.




El verdugo de Sergio levanta la mirada y ve un cielo cuajado de nubes negras, pero también la ve a ella asomarse a la ventana, tan hermosa como siempre, tan deseable. Asustada como un animalillo indefenso ante su cazador. Otra presa más.

Hoy la había vuelto a ver en el bar de copas, después de tantos años de búsqueda infructuosa no podía creerlo. La fortuna le sonreía.

Su sueño de juventud, pensó, al fin se podría convertir en realidad. Pero ahí estaban también el resto, y entre todos, al tonto al que apodaban Dalma” que empezó a eclipsarlo de nuevo, cuando imitando la voz rasgada del famoso cantante le había interpretado a ella, esa canción que tanto le gustaba, cuya primera estrofa decía: "Míasolamente mía"
¡Sergio! siempre él por medio. Pero se había condenado el solito desde el momento en que entonó la primera nota a Ana, su exclusiva“Kim Basinguer” ¡La que siempre fue suya!

No esperaría otros diez años para poner fin a su obsesión de poseerla. Y es que, esa reunión tan cordial de reencuentro de antiguos amigos, fraguada como sorpresa por parte de "Grand Father" durante una década interminable y dolorosa para él; iba a dar sus frutos en escasos minutos. 

Esa tarde solo había tenido que mentir en una cosa: Su dedicación plena, su amado oficio ¿Abogado? ¡No!
Esos pardillos se tragaron tan burda mentira, pues realmente a lo que se dedicaba era a escribir novela negra. Tenía práctica a la hora de urdir tramas y encontrar coartadas perfectas.

¡No podía ser de otra manera!

Y los primeros actos ya habían concluido satisfactoriamente. Ciertos obstáculos se eliminaron convenientemente y solo se interponían en su camino dos puertas que abriría fácilmente. Las del corazón de Ana le fueron imposibles de forzar.

Y el relato concluiría solo en tres páginas más y una frase lapidaria:

"Lo escrito, escrito está"




Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 23 de enero de 2017

Encrucijada




No quiero volver a verte nunca más, pues desde que nuestros pasos se encontraron me obsesioné contigo y desesperé con mi mala fortuna.

Fue aquel, un acercamiento inesperado entre tú y yo en las calles de la ciudad que habito.
Tu pelo negro, tus ojos verdes mirándome con desafío a la cara. Tu paso felino y relajado que cortó por un instante mi respiración agitada al verte frente a mí.

Te convertiste en una visión fantasmal durante un efímero minuto que trastocó la jornada habitual.

Y es que siempre dijeron que los gatos negros, no aportan buena suerte al que se los cruza en el camino.



Derechos de autor: Francisco Moroz

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