domingo, 6 de octubre de 2019

Hasta que la muerte nos separe





Sí, soy su esposa… Recuerdo que me casé muy enamorada.
Lo primero que me llamó la atención de mi marido fueron sus negros ojos, el mismo color que el de su pelo que tanto me gustaba alborotar.

También me atrajeron de él sus fuertes brazos y sus grandes manos. Me sentía segura y protegida a su lado.

Ya ve usted, ahora mismo quiero huir, alejarme de su persona. Me siento frágil cuando lo tengo cerca, su negra mirada me persigue, me interroga, desconfía. Ya no me atrevo a acariciar su pelo, evito sus abrazos al igual que esas manos que me golpean cada vez con mayor frecuencia. Me siento insegura junto a él.

Derechos de autor: Francisco Moroz



martes, 1 de octubre de 2019

Fin de contrato






Ya tengo los pies fríos. y esto va a más.

Nos habíamos citado en la empresa hace una hora, él tenía intención de desvelarme un gran secreto, vital según parecía para que nuestra relación como socios siguiera funcionando. Y yo, intrigado y curioso a partes iguales me presenté puntual en ese lugar de encuentro tan inusitado.

Suena la señal de un mensaje entrante en mi móvil.
Me comunica que no llegaré a verle, que he sido un socio infiel, que le he traicionado y que el contrato de sociedad queda rescindido por incumplimiento, ya que su mujer no entraba dentro de las condiciones acordadas.

En ese justo momento oigo el clic, al cerrarse la puerta de la cámara de congelados.

Derechos de autor: Francisco Moroz


viernes, 27 de septiembre de 2019

¡Tachaaan!






No acababa de tumbarme en la cama cuando esta, poniéndose de patas como potro enloquecido, me trasladó a una cabaña desvencijada en un inhóspito bosque como de cuento de Disney. Me levanté del lecho con cierta reticencia y empujé la puerta desvencijada que se encontraba medio abierta.

–Pasa, pasa, no te cortes Pedro –me saludó alguien con voz cascada.

–¿ Quién es usted, y por qué me llama Pedro? –respondí.

–Me conocen como Merlín, y te llamo así, porque has entrado en mi hogar como Pedro por su casa, sin llamar.

–Perdone usted caballero.

–Perdonado quedas, pero no soy caballero, El rey Arturo nunca me nombró como tal. Solo soy un viejo encantador.

–Encantado yo también de conocerle. –le contesté. ¿Es usted mago como el Tamariz?

–¡Lo soy, lo soy! y como muestra de ello te voy a enseñar mi varita.

–¡No, perdone! no se confunda, yo no soy de esos, puede guardarse su varita donde le quepa que yo no “entiendo”, ni me gustan los polvos mágicos y menos con viejos verdes y desdentados.

–¡Oye chavalín! creo que te estás equivocando de parte a parte conmigo a la vez que faltándome el respeto! Lo único que pretendo es mostrarte un objeto extraordinario capaz de realizar grandes portentos.

–¿Objeto mágico? ¿De esos capaces de transformar en ranas a los príncipes y en oro el plomo?

–¡Sí! así como de hacer mucho más, como el caldero de Taron o la espada Escalibur, La capa de invisibilidad, el giratiempos, las escobas y alfombras voladoras, las habichuelas de Jack, las botas de siete leguas o las zapatillas mágicas. Sin olvidar la lámpara de Aladino o las diversas pociones y sustancias que te hacen más alto, más guapo, más deseable, más…

–… ¡Quite, quite! Esas, las he probado alguna vez, pero tienen efectos secundarios nada deseables. Una euforia muy limitada que no satisface.

–También tengo ataúdes trasparentes que conservan cuerpos muertos en estado latente, agujas de rueca que te hacen dormir eternamente hasta que te besan en los labios, anillos y brazaletes Nibelungos, cuernos de la abundancia, santos griales y lanzas de Longinos…

–¡Vale, vale! que me saturo con tanta propuesta. Y dígame, solo por curiosidad ¿Por un casual no tendrá algún objeto que consiga convocar a los gobernantes más justos y honestos?

–¡Hombre! tengo unas urnas de cristal a mitad de precio a causa de los remanentes de anteriores eventos electorales. Pero ya te advierto que no son infalibles si falta voluntad popular.

–Entonces olvídelo. Lo que sí me voy a llevar si tiene, es algunos objetos que consigan hacerme sabio.

–¡Hecho chavalínl!¡Que los disfrutes!

He despertado sobresaltado. Me quedé transpuesto mientras estudiaba. ¡Y cómo no! rodeado de libros. ¡Pura magia!


Derechos de autor: Francisco Moroz


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