Desde que lo conoció sintió una gran conmoción interior, fue como si su mundo se centrara en su sola presencia. Lo identificó como amor a primera vista y no cejó en su empeño para tenerlo, de poseerlo, de hacerlo solamente suyo.
Así lo hizo, pues desde pequeñita cuando ella se empeñaba en conseguir algo, lo conseguía.
El amor es algo tan incondicional que te arrastra a las mayores locuras, y él la supo conquistar con su tierna mirada profunda.
Cuando lo acariciaba sentía que se fundía de ternura y si le abrazaba su seguridad era completa, la llenaba de una gran serenidad. De hecho siempre se les veía juntos, se acompañaban de forma perenne, ninguna fuerza humana era capaz de separarla de su gran amor verdadero, su amor definitivo.
Siempre salían a pasear, comían y dormían juntos en la misma cama. Ella se prometió que así sería por siempre jamás, como en los cuentos de princesas radiantes y príncipes azules.
El nunca destacó por ser un gran conversador, pero su infinita paciencia lo compensaba con creces, al igual que su capacidad para escuchar todas esas historias que al final de la jornada ella traía para contarle.
Cuantas pataletas, berrinches y caprichos de niña pequeña tuvo que soportar su amado. Cuantas lágrimas derramadas tuvo que enjugar con su cuerpo. Cuanta compañía y comprensión le supo dar.
Los días pasaban muy lentos cuando se encontraban separados. Le echaba de menos, deseaba su presencia para sentirse completa. Al regresar a casa siempre la esperaba, fiel en recibirla con esos ojos negros que la conquistaron desde su primer encuentro y esos brazos abiertos que tanto la arropaban.
Pero los años no pasan en vano; las formas y las actitudes fueron cambiando irremediablemente al igual que los sentimientos y la pasión. La rutina se va asentando en nuestra cotidiana existencia
haciéndola tornadiza en anhelos, cambiando nuestros intereses por otros más deseables y atractivos. Eso pasó también en su relación, que se hizo demasiado predecible y repetitiva rayando el tedio.
Ya no se llenaban ciertos vacíos desconocidos hasta ahora para ella. Sus ansias de conocer de aprender sobre cosas nuevas ya no era capaz de llenarlas su compañero. El se había quedado rezagado, convertido en un ser lento de reflejos, tardo en seguir el ritmo de su personalidad vital, desmesurada de hormonas
descontroladas de joven mujer.
Y poco a poco ese amor en teoría eterno, se fue apagando lentamente. La muchacha encontró nuevos territorios que explorar, nuevos amores más prácticos y menos platónicos que gozar; y él se sintió apartado, relegado a un segundo plano por ella, por su gran amor. Lo aceptó con naturalidad, como trasto inservible que sobra en la nueva y flamante forma de entender la vida de su compañera.
Afortunadamente la tristeza y la desolación son sentimientos muy humanos. Los osos de peluche no los traen de serie, y eso les salva de la decepción y del dolor de sentirse utilizados y más tarde despreciados como meros objetos de usar y tirar que son, un mero capricho para jugar o un simple adorno.
Con los seres de carne y hueso, de sangre corriente en vena, con corazón palpitante y sentimientos ubicados a flor de piel, ocurren cosas diferentes.
Es lo malo de respirar, amar y desear...
que no aguantamos lo suficiente cuando nos convertimos en invisibles para la persona que nos amaba y no solo nos sentimos arrinconados, sino que al final tenemos que marchar al exilio,a la soledad y el olvido con el corazón marchito de desengaños y lleno de heridas. Donde los parches no arreglan los jirones ni el dolor que desgarra y que rompe lo más profundo de nuestro frágil ser.
Deseosos que alguna vez alguien nos rescate con un abrazo o una mirada que nos haga importantes de nuevo.
Derechos reservados de autor. Francisco Moroz
Código de registro: 1604307356618
Veo que el otoño nos está afectando queramos o no.
ResponderEliminarQué triste el sino de un peluche y qué triste el sino del que se siente abandonado. Me has hecho recordar un libro de Delibes, "La sombra del ciprés es alargada". En ella el protagonista habla de la "teoría del desasimiento" para no sufrir, es decir, no tomar afecto por nada y así cuando lo tengamos que perder no seremos desgraciados. Como medida para no sufrir puede valer pero cuántas cosas podemos perdernos por no amar.
Yo prefiero las palabras de San Agustín que ante la muerte de su madre dijo: "No nos entristezcamos por haberla perdido, sino agradezcamos el haberla tenido"
Me estás poniendo tú muy filosófica.
Precioso texto, Francisco.
Un beso.
El ser humano es emocional y es harto difícil controlar sus sentimientos. Nos apegamos a las cosas por lo que significan para nosotros: Un recuerdo de alguna persona que nos lo regaló, buenos momentos compartidos con ese objeto. Sobre todo los niños necesitan ese amigo peludo que no pide pan y que más adelante algunos sustituyen por mascotas.
EliminarLa filosofía es buena para entender ciertas actitudes incompresibles desde el punto de vista de otras materias.Creo que está bien que filosofemos de vez en cuando y reflexionemos sobre lo divino y lo humano ¿Por qué no?
Besos
Tu relato complace mis sentimientos y a la vez inquieta mi espíritu.. bello y triste..
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Esta vida por mucho que la disfrutemos alguna vez en pequeñas dosis es triste hasta la saciedad. Desde pequeños sufrimos por cosas insignificantes y el dolor ,la enfermedad y la muerte están al acecho de continuo. Nosotros también nos empeñamos en complicar las cosas sobremanera con la violencia, los enfados y las incomprensiones, intolerancias, exigencias etc...
EliminarPero todo sirve para crecer y madurar y hacerse más fuerte ante la adversidad y disfrutar de los ratillos que podemos hacerlo.
Te deseo lo mejor amiga.
Besos
Que feo cuando dejas de recordar o se marcha todo lo maravilloso que te une a una persona. Yo creo que todos nos hemos sentido, en ocasiones, ositos de peluche, y,otras, hemos jugado con ellos. Ains, qué complicado esto del amor.
ResponderEliminarUn abrazo de quita y pon (solo de pon, mejor, jeje)
El amor y el deseo son incontrolables y caprichosos. Lo que deseas y quieres un día, con el tiempo se marchita y se olvida. Perdemos la ilusión con las cosas y las personas...Pero las segundas tienen corazón y sufren. Nosotros sufrimos.
EliminarGracias por tus palabras. Muchos besos Soledad.
Uff, un poco triste ¿no? me da penita del paciente escuchador. Un abrazo.
ResponderEliminarEn este caso el sufridor es un muñeco...¿Pero cuando el abandonado es una persona?
EliminarEso si es triste
Un abrazo Zarzamora
Cuantos sentimientos y ternura son capaces de despertar los peluches. El problema es si nos crean dependencia, todo aquello que lo hace...nos hace sufrir.
ResponderEliminarMe ha vuelto a la memoria un elefantito que tenía mi hijo menor, al que adoraba, lo acompañaba a todas partes, gastado por el uso, diría que hasta ajado de tanto pasearlo. Recuerdo que lo olvidamos en un hotel a muchos km de casa, lo reclamamos y fueron muy amables enviándolo por mensajería, no te cuento la alegría de mi hijo cuando le llegó, era su mayor tesoro y lo había recuperado. Pero estaba destinado a perderse, se le cayó en la calle y aunque volvimos enseguida a buscarlo, algún desconsiderado se lo llevó...estuvo toda la noche llorando, se nos rompía el alma, ningún otro peluche nunca lo sustituyó y tuvo muchos.
Esos objetos con lo que enlazas trocitos de ti mismo, que te acompañan en tantos momentos de tu vida, se convierten en especiales, muy especiales, son mucho más que objetos.
Un abrazo
Me encanta que con el relato hayas recordado un pasaje de tu vida y de la de tu hijo pequeño. Cierto que las cosas valen mucho en la medida que nos unen indirectamente a situaciones especiales.(Valor afectivo)
EliminarLa perdida de afectos, de amores y personas es cuanto más dolorosa.
Gracias Conxita como siempre por tu fidelidad
Besos
El abrazo en la soledad del alma, es lotería, no importa que sea imaginario o de peluche.
ResponderEliminarEs la manifest de tu ser interior.
Buena reflexión Gerardo. El abrazo y la aceptación es importante recibirla por parte de los que apreciamos sinceramente.
EliminarUn abrazo
El oso de peluche corrió mejor suerte que los posibles hombres del futuro de la protagonista, y no por el trato recibido, sino por la forma de sentirlo. A veces es una verdadera suerte no ser capaces de sentir en plenitud.
ResponderEliminarUna buena semblanza de lo que constituye un desengaño amoroso, Francisco. Nos deja tan vulnerables que solo un nuevo afecto, comprensión y tiempo pueden hacer que nos recuperemos... Pero por otro lado, qué hacer si no dejar a la pareja si ya no nos hace felices. Como dice Soledad, qué complicado es ésto del amor...
Un abrazo de otoño!!
Al amor se le pinta tierno, pasional, fogoso, entregado...Pero también efímero y pasajero. Hay que saber elegir lo que realmente nos conviene y a quién le damos nuestro cuerpo y nuestra alma pues nos pueden elevar a lo más alto o hundirnos en la desesperación y la amargura.
EliminarEs complicado ¡Ya te digo!
Un beso también para ti Julia.
Se me había pasado esta entrada, Francisco. Últimamente, leerte es para mí un revulsivo. Me enfrenta a demasiados fantasmas. Esa historia que has escrito parece la mía hace veinticinco años (más o menos). Solo que él, no era un oso de peluche. Menos mal que pronto se recuperó. Yo también, desde luego, pero no puedo dejar de preguntarme, un par de veces cada cierto tiempo, si estuve muy acertada.
ResponderEliminarUn beso.
Si Rosa a veces escribir sobre las "miserias" humanas es más duro que escribir relatos de ficción. sobre todo porque son cosas reales que nos ocurren a todos y las sufrimos y las padecemos. Lo importante es encontrar la felicidad no a costa de los demás, sino por nuestros medios y si es posible compartiendo esa felicidad con el resto.
EliminarEspero que me sigas leyendo a pesar de todo mi amiga.
Un Beso