Lo que peor llevo de este alojamiento que me asignaron, son las humedades que me están matando. Que ya arrastraba un reuma bastante puñetero como para que se agrave a causa de esta circunstancia tan penosa. Y mira que me quejo, pero parece que nadie hace caso a un viejo como yo.
Por otro lado estoy apreciando desde hace unas semanas un dolor en las lumbares que me está haciendo trizas los riñones; que aunque intento cambiar de posición no lo consigo. Me las veo y me las deseo para cambiar de postura, pero nada de nada. Esto debe ser por la edad, la artritis, la artrosis. O los huesos, que los tengo ya hechos polvo de tanto trajín. Santa paciencia y resignación. Que yo de mozo era muy inquieto y no paraba ni un minuto; y ahora, sin embargo, condenado a estar todo el día y toda la noche tumbado de mala manera, me advierto entumecido de continuo.
Lo único positivo, es que no me dan esos calambres tan molestos ni se me duermen las
extremidades. Las articulaciones tampoco me dan mucho la lata; esto será por el
poco uso que les doy.
Daría
con gusto media vida, por salir un ratico afuera a que me diera el aire, y
disfrutar del solecito en el parque; como cuando me sentaba a dar de comer a
las palomas. Que desde aquí, ni a los pájaros se les oye. Estoy muerto del puro
aburrimiento. Me mata tanta soledad.
Ahora,
por la razón que sea, descanso mejor, no tengo tanto trajín dentro de mi cabeza.
Como antes, que imaginaba cosas y recordaba otras. Pero siempre de forma muy
confusa. Debe de ser que la sesera se me ha licuado y el olvido ha ocupado su
lugar haciendo nido.
Muchas
veces me sorprendo a mi mismo al no saber quien soy ni los años que tengo. Presiento
que estoy hecho una piltrafa, y por eso me han metido aquí, para no interactuar
conmigo.
De
vez en cuando todavía me rebelo a mi condición; pero nadie parece encontrarse
cerca como para reparar en ello. Pataleo y pego voces, pero como si nada. No
aguanto tanto silencio y oscuridad.
Mañana
probaré a golpear con los nudillos la tumba desde adentro; a ver si con un poco
de suerte me escuchan y me sacan de este agujero tan claustrofóbico.
Me
gustaría por unos instantes, sentirme vivo de nuevo.
Eso es lo que ocurre cuando uno no quiere o no puede tomar conciencia de que está muerto.
ResponderEliminarAunque has ido dejando pistas a lo largo del camino, el final resulta igualmente llamativo, je,je.
Un abrazo, Javier, y a disfrutar de las vacaciones de Semana Santa.
No tengo ninguna experiencia personal con respecto a la muerte, pero que es muy difícil asumirla en vida no cabe la menor duda. Una vez muertos me figuro que será lo mismo en un principio; hasta que uno se hace a la idea.
Eliminar¡En fin! ya lo comprobaremos cuando nos toque, pero no hay prisa.
Ya pasó la semana santa, pero intentaré seguir disfrutando lo que pueda, cuando pueda, y mientras pueda.
Un abrazo.
Qué fuerte. Creí que estaba en la cárcel, aunque algunas cosas no me cuadraban. Muy bueno, de verdad.
ResponderEliminarUn beso.
A una persona con más años que la tata, sería raro encontrarlo en la cárcel; pero hoy en día todo es posible si nos ponemos a rebuscar en las hemerotecas. O en la imaginación de algún escritor retorcido;)
EliminarUn beso.
Me da pena, no sé si por tu protagonista o porque todos vamos a acabar igual :))
ResponderEliminarSAludos.
Como digo yo muchas veces cuando la realidad me sobrepasa: "A mi que me incineren"
EliminarAbrazo.
Cumplir años es lo que tiene, son cien ya son muchos. El giro final ya lo esperaba. Un abrazo.
ResponderEliminarA los cien años todos calvos. Y la mayoría criando malvas o amapolas; según donde toque.
EliminarOtro abrazo para ti Mamen.
Uno cree que la muerte es el olvido, pero entonces llega Poe con "El entierro prematuro" y planta la semilla de la duda que tú también has sabido aprovechar.
ResponderEliminarUn abrazo.
También dijo Becquer aquello de "Dios mio que solos se quedan los muertos" pero vete tú a saber si no montan sus fiestas por las noches, como también nos cantaron los chicos de "Mecano"
Eliminar¡Hola, Francisco! Uno de los miedos ancestrales de nuestra especie creo que es ser enterrado en vida. Al punto que hubo una época en la que parece que se acostumbraba a usar una especie de campanilla sobre la tumba con un cordel que llegaba al féretro por si el muerto resucitaba y pudiera moverla y avisar. Estupendo relato. Un abrazo!
ResponderEliminarEso de las catalepsias debía ser más frecuentes de lo imaginado; no había muchos conocimientos al respecto y los finados iban al hoyo con una facilidad inaudita con tal de que los vivos se quedaran con el bollo.
EliminarLo del tema de la campanita lo conocía de alguna historia de esas, contadas al calor del fuego de alguna chimenea de pueblo. que los viejos nos asustaban a los niños con ellas; con las historias, no con las campanillas.
Un fuerte abrazo, David.
Y yo que llegue a pensar que estaba en otro sitio, no se una carcél o una casa antigua y abandonada, pero estaba enterrado jeje, ese lugar donde todos antes o después llegaremos. (deseo que mas tarde que temprano por supuesto).
ResponderEliminarUn abrazo.
Que tremendos sois. Cárceles y casas abandonadas:) . También podría haberse tratado de una residencia de ancianos. Pero es lo que pasa cuando se juega con los equívocos.
EliminarY por su puesto, ya que tenemos la seguridad de que nos va a tocar, que sea lo más tarde posible.
Más abrazos para ti, Tere.
Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos, siempre deseamos alguna otra cosa. ¿Será que eso es lo que nos hace humanos?
ResponderEliminarSaludos,
J.
Muchas son las cosas que nos hacen humanos; y el inconformismo es una de ellas. Y el miedo, la incertidumbre, el prejuicio, la ambición... Tantas cosas que nos harían falta muchas vidas y otras tantas muertes, para ir mejorando ciertos aspectos: Pero nos convertiríamos en otra cosa diferentes a humanos.
EliminarAbrazos. José.
Al avanzar en la lectura pensaba que el personaje estaba imposibilitado en una cama de residencia, no me imaginaba el final. Muy bueno Francisco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cierto que jugando al despiste con vosotros es lo que en principio quise que imaginarais. Soy un poquito travieso con estas cosas.
EliminarMe alegro te haya gustado, Conchi.
Besos
Hola, Javier.
ResponderEliminarQué miedo. Es leer tu relato y estar totalmente a favor de la incineración.
Imagínate que uno lo dan por muerto y luego resulta que se queda ahí encerrado, ay qué claustrofóbico y terrorífico. Se ponen los pelos de punta.
Genial, no te imaginas lo que sucede hasta el final del relato, pobre hombre.
Un beso.
Digo yo, que ya que hay que morir, que se muera de una vez y de verdad. Nadas de quedarse a medias y que pasen cosas como estas.
EliminarUn beso